El periodista, el maestro: Aldo Isidrón

Sirvió como corresponsal de guerra en el Escambray, Playa Girón y Angola, donde se desempeñó como director, locutor y guionista.

Por sus méritos, la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) le confirió el Premio Nacional de Periodismo José Martí (2003) por la obra de la vida. También fue condecorado con el Premio Nacional de la Radio, con las distinciones Por la Cultura Nacional, Félix Elmuza y Raúl Gómez García, así como con la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez, entregada por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Los premios que coronaron su entrega sin par pudiesen hablar por sí solos, pero no; en este caso, sólo los testimonios de sus compañeros nos devolverán al verdadero Aldo, a ese hombre de carne y hueso que marcó un hito en la historia de la prensa cubana.

Precisamente, cuando estuviese cumpliendo, hoy 21 de julio, 88 años de edad, Aldo Isidrón es recordado por Dalia Reyes, buscar qué hace allí: «él era el «padrino» de muchos periodistas jóvenes de la radio villaclareña. Amaba apasionadamente el periodismo y este medio, y cada día entraba a la redacción con el fuego encendido de quienes entienden la comunicación con el pueblo como el sentido de su vida».

Era la elegancia convertida en persona. Vestía bien y caminaba altivo. Manejaba, por demás, la fina ironía como su mejor arma para expresar con su aguda mirada, todo lo que consideraba que andaba mal.

«Aldo fue un Maestro en toda la acepción de la palabra. Fue mi Maestro.  Mucho de lo que sé de radio, lo aprendí durante más de dos décadas a su lado.  Primero, en el turno de redacción de la tarde y luego como reportero y Jefe de Información», destaca Alexander Jiménez, actual Director de CMHW. «Fui uno de sus «ahijados», lista exclusiva en la que él también incluía a la colega Minoska Cadalso.

Muchos opinan que Aldo Isidrón es un «Patrimonio del Periodismo Cubano». Ese hijo ilustre de Santa Clara formaba parte, también, de la Asociación de Historiadores de Cuba pues también se dedicó a investigar sobre temas históricos.

En su quehacer periodístico sobresale el formar parte del equipo de prensa que acompañó al Comandante Ernesto Che Guevara entre 1959-1964.

Sobre eso, afirma Dalia: «nos enseñó mucho más a tener al Che como luz de nuestros caminos, nos contaba anécdotas de él, y hasta nos recomendaba  autores para conocer más del legado del Guerrillero Heroico».

Por su parte, Alexander Jiménez agrega: «a un buen número de colegas nos enseñó a titular, nos transmitió el difícil arte de hacer los titulares del noticiero, algo que agradeceremos toda la vida. Era implacable con la mediocridad.  Independientemente de sus valores morales y humanos, con el trabajo no tenía términos medios, no perdonaba errores ni equivocaciones».

«Quienes lo acompañamos durante los últimos años de su vida laboral en CMHW disfrutamos y sufrimos sus desplantes y su fina ironía cuando cometíamos un error de redacción o de enfoque. Era un defensor de  la inmediatez en la radio. Cuando dirigía el boletín informativo de las 3 y 50 de la tarde, era «un látigo» con los reporteros que no entraran en vivo desde el lugar de los hechos».

Él nos enseñó que «una noticia no se congela en una grabadora o una agenda», y que esta profesión es un sacerdocio vivo. Indagaba, buscaba el meollo de cualquier situación por muy compleja que fuera, nos aleccionaba a realizar los mejores trabajos, a resaltar la vida de los villaclareños con sus luces y sus sombras», asevera Dalia. Ella dice que cuando siente que las fuerzas quieren fallar, piensa en Aldo, en el padrino que se ufanaba de los éxitos de su ahijada, o que la criticaba cuando algo no salía bien.

«Lo siento caminando por los estudios de la CMHW, haciendo bromas, dialogando, interesándose por todo, sentado en el sillón del segundo piso, o conversando con los estudiantes de Periodismo, para transmitirles esa energía que nunca perdió mientras tuvo un hálito de vida».

«Pasarán años y décadas, pero nunca olvidaremos las enseñanzas de Aldo Isidrón del Valle, ni la manera de tratar a quienes comienzan en el oficio. Para él, el periodismo y la radio eran un sacerdocio. Decía que al periodismo había que dedicarle 24 horas. Y así lo hacía. Predicaba con el ejemplo», subraya Alexander.

Sobre su fallecimiento en pleno ejercicio profesional, singnifica: «Estuvo al pie del cañón (o del micrófono) hasta el último momento. La isquemia cerebral que lo llevó al hospital y luego a la muerte la tuvo en la emisora. Murió en su emisora, dando una entrevista. Su última entrevista en la radio. Su legado en CMHW es imborrable».

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