Cuando la vida vuelve (II)

En la otra esquina de la habitación una mesa lleva el peso de miles de hojas maquilladas por las manos de Joaquín Cuartas. Las obras reposan unas sobre otras manchadas por los años, las manos e incluso la humedad. Unos papeles son blancos, otros amarillentos y algunos casi marrones del tiempo, pero a la memoria e imaginación de este Premio Nacional de Radio 2005, le sobra historia.

¿Cuántos géneros usted ha abordado para la radio?

Infantiles, aventuras, novelas originales y adaptaciones, casi siempre lo que hago son versiones.

¿Cuántas emisoras de Cuba han transmitido sus obras?

Santiago de Cuba, Camagüey, Santa Clara, Pinar del Río, La Habana, no sé si Matanzas.

¿Por qué la demanda de sus obras cuando hay dos productoras de radionovelas en Cuba?

¡Ah! porque les gustaba como escribía. Mira yo tuve un espacio con mucho éxito “La novela de amor”. Ahí escribí “Cuando la vida vuelve”, esa novela paralizó a este país, no me preguntes por qué. La hice basándome en la estructura más o menos de “El derecho de nacer”, ya que al empezarla me dije: ¿Y si yo les tiendo la trampa de nuevo van a caer en ella? Más moderna, con un lenguaje distinto…cayeron, les encantó la novela no paraban de oírla. Se estrenó en 1997, en el 2007 se volvió a poner y pasó lo mismo.

En la creación de sus personajes ha incluido al narrador dentro de la trama de la radionovela…

¡Ah, sí!. Porque el narrador conversa con los personajes en un momento determinado; por ejemplo:

-Tengo que ver a Amalia

Dice el narrador:

-¿La tienes que ver? La tengo que ver.

-Seguro. La tienes que ver. ¡Amalia…! (suspira)

-Ahora suspiras. Qué bien te viene ese suspiro para aliviarte.

-Me viene muy bien.

Y ahí sigue la trama. El narrador es un punto de apoyo para los protagonistas. Pero no es nuevo, yo lo retomé. Si ya no hay nada nuevo Bajo el Sol. (Risas)

¿Dicen que usted llevó a Elpidio Valdés a la radio?

El creador de Elpidio Valdés es una persona maravillosa: Juan Padrón con una imaginación formidable. Además el creador de todos esos personajes. A mí me lo dieron para versionarlo y tuve que cambiarle un poco la estructura. Tenía que ser Elpidio Valdés positivo y caricaturizar a los demás personajes, lo mismo  hizo su creador y quedó bien. A los muchachos le gustaba.

Cuénteme de la experiencia de trabajar para la radio con los mismos actores que hicieron las voces para la televisión: Irela Bravo, Frank González…

Frank González es el actor más dúctil que yo he conocido. Es un actor de quilates altísimos en todo. Date cuenta que Frank hacía dos y tres voces dentro de Elpidio Valdés.

¿Quién es Cocó?

Cocó es mi homosexual favorito, un personaje de la “Crónica social”, muy divertida la novela. A Cocó le dejan una niña en la puerta de su casa y entonces la hermana de Cocó le dice: “Esta niña la vamos a criar” y dice Cocó: “Tú sabes de mi «problema»” y la hermana le responde: “Tú no tienes ningún problema ve al espejo y dile”, se para Cocó ante el espejo y dice: “Soy un hombre, soy un hombre, soy un hombre. ¡Ay, Dios mío, qué trabajo me cuesta!” (Risas) O sea es un personaje muy divertido. Una obra de este tipo debe tener una tensión dramática, pero requiere también un lado simpático, jovial, de un personaje que rompa con la estructura cerrada.

Usted es un escritor de la radio y para la radio, pero con tanta carencia de buenos escritores en la televisión y la baja factura de los dramatizados hechos en los últimos años, ¿nunca consideró trasladarse a ese medio?

En la radio, aunque haya un director, el guión manda; en televisión el director hace lo que le da la gana con tu guión. Te lo cambia todo, además, con todo mi respeto para los escritores de televisión, es como coger los ingredientes del pastel para hacerlo ellos. Nunca me he planteado escribir para la televisión.  

¿Le son entrañables sus personajes?  

Los quiero muchísimo. El momento más duro para mí es cuando termino una novela y les tengo que decir adiós porque voy a empezar otra y no puedo llevarlos a ellos conmigo. Cuando terminé “La canción del Shanonm”, ¡qué trabajo me costó desprenderme!, cuando hice la versión de Jane Eyre, con Cocó, lo mismo “Cuando la vida vuelve” o “El tutor”. Algunos sin quererlo los arrastro de una novela a otra, cambiándoles el nombre a veces pero con la misma psicología, sobre todo personajes como Loló Sotolongo o Beba Salavarría, ambos me los hizo Miriam Mier.

¿A quién se parecen? 

Algunos se parecen mucho a mí y otros se parecen a inventos míos…a la vida,  pero no a una vida a la tremenda…no, no, no… a una vida más suave, trágica también en algunas partes pero más divertida, porque hay tragedias que son de final feliz.

Su vena humorística…

Esa siempre ha estado. Mira a Cocó. Yo tengo una obra de teatro que se llevó premio en España, el Margarita Xirgu, es una farsa, una comedia muy simpática. Tengo otra ganadora del Tirso de Molina también en España, “Vereda Tropical”, también en “Elpidio Valdés” había veta humorística en cuarenta cosas. Pero el humor es más bien un comodín dentro de lo que hago.

¿Se atrevería a escribir para los jóvenes con sus contextos?

No, los jóvenes tienen que escribir para sí mismos. El mundo de los jóvenes de hoy no es el que yo conocí, ya soy un viejito, tengo 76 años. Sería muy osado escribirles.  A ellos debemos respetarlos, dejarlos cometer sus errores. Es justo que cometan errores, son jóvenes, lo malo es no aprender de ellos. De los jóvenes es el mundo, no de nosotros. Nosotros estamos ahí para dejar la referencia, pero son ellos los que tienen que hacer las cosas nuevas.

Nadie escapa de su destino suena como un buen epílogo para la historia de Joaquín Cuartas. Su formación como contador, taquígrafo, fregador de botellas, hacedor de flores de papel no impidió que usara el talento con que fue bendecido por Dios, la vida o el propio destino.

Su talento para crear personajes, historias, mundos dentro de la radio lo ubican como uno de los cuatro grandes del medio en Cuba. La magia de la profesión que lo encontró esparce las voces de sus obras por las ondas de radio.

El aroma de sus papeles viejos frente a la máquina de escribir con una hoja en blanco y los dedos listos para bailar le hacen sentir, con el comienzo de cada obra nueva, que la vida vuelve. 

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