Dr. Ángel Pérez Herreros: Conversación con el profe

Comenzamos.

Cuando Angelito me hizo llegar su primera entrega electrónica la encabezó como sigue:

A propósito de una entrevista para el Portal de la Radio Cubana, realizada por el escritor y periodista Roberto Rodríguez Menéndez.

Estimado amigo Roberto.

Respondo de este modo las amables e interesantes preguntas que me has dirigido con el propósito de que exponga algunos de mis recuerdos sobre la Radio en nuestro país. En aras de tu solicitud he ido exprimiendo la memoria y estas páginas constituyen parte del  resultado.

Capítulo 1.

MI infancia distó  mucho de ser como la de Antonio Machado, es decir “ …recuerdos de un patio de Sevilla “, pues aquella, y así también mi adolescencia y primera juventud aunque nací en La Habana, hubieron de transcurrir en Antilla,  un pequeño municipio situado a la vera de la bahía de Nipe, en la antigua provincia de Oriente ( hoy pertenece a Holguín ) lugar donde laboraba mi padre.

Como arribe a la vida hace poco, en 1942, guardo algunos recuerdos de infancia y adolescencia relacionados con la Radio ya que, puedes imaginar, cuánta importancia tenía entonces ese medio de difusión, información y entretenimiento en un pequeño pueblecito de cinco mil habitantes donde las opciones de recreación distaban mucho de guardar semejanza con las existentes tanto en ciudades mayores, bien en capitales de provincia o, por supuesto, en La Habana.

-Aunque tampoco estamos hablando del fin del mundo.

-Te doy la razón…

-Te aclaro, Angelito, que cada vez que escribes  la palabra radio con minúscula yo la pondré en mayúscula….¿De acuerdo?.

-De acuerdo.

-Volvemos a lo del fin del mundo.

-Por supuesto. Y volviendo a mi pueblo  si bien es verdad que allí existía una sala de cine con programación diaria, sociedades recreativas como Unión Club, Colonia Española y  Antilla Social Club y actividades deportivas, no es menos cierto que, en los finales de la década de los años 40 e inicios de los 50, la Radio desempeñó un importante papel en la vida de la población aunque, dicho sea de paso, no todas las personas disponían entonces de un receptor.

En casa, sin embargo, sobre una mesita auxiliar, en la sala, resplandecía uno de esos “ artefactos “  fabricado en la década de los años 30 a través del cual mis padres disfrutaban de los noticieros y otros programas que yo, por supuesto, no alcanzaba todavía a comprender. Fue así como se produjo mi primer contacto con la Radiodifusión cubana.

-¿Tienes otra experiencia?.

-Sí y de mi niñez, fue lo que después supe explicarme como uso social de la Radio ya que no todas las familias, ya lo he apuntado, poseían el equipo.  Dada esta situación los hombres, sobre todo,  acudían en masa a los locales de los sindicatos de los estibadores del puerto que disponían de receptor y también a un establecimiento situado frente a éstos, en la calle Martí, llamado Pico y Espuela donde había, además de café con leche, pan con jamón, dulces, etc,  otro receptor . Allí, en la calle Martí, fuera en uno u otro lugar, los interesados escuchaban las narraciones de los juegos del baseball profesional y discutían sobre las jugadas y estado de los cuatro equipos existentes: Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao. Por su parte, las mujeres, si no tenían Radio en casa, apelaban al favor de una vecina o amiga para escuchar las novelas.

-Y aquí entraremos en los clásicos de la Radiodifusión cubana.

-Sin dudas. Y te hablaré de un clásico de la radioodifusión. Una novela precursora que hizo epoca: un poco de sociologia infantil.

-Me parece  bien para este inicio por entregas.

-Desde luego, en un pueblo pequeño, donde todo el mundo se conoce, la actividad social más arraigada lo era, sin duda alguna, la visita a las amistades.  Tales reuniones tenían lugar tanto en los días de semana como los sábados ( y los domingos se iba al cine ). Solían éstas comenzar a las 8:30 y se extendían hasta aproximadamente las 10:00 de la noche.

Fue quizá, en una de esas noches, no recuerdo ahora, sería pedirle demasiado a la memoria en cuál fecha, cuando comencé a cobrar conciencia de cuánto significaba la Radio para nuestros mayores. Ese momento  se encuentra asociado con la popular radionovela escrita por el santiaguero Félix B. Caignet, titulada – ya se sabe – El derecho de nacer. ¿ Por qué digo esto ?  Porque este espacio, un clásico en el género, tuvo la virtud de dividir la institución social de la visita en dos partes bien diferenciadas: antes y después de la transmisión de un nuevo capítulo. Y es que, en efecto, me asombraba cómo y con cuánto interés nuestras madres y abuelas, incluso las jóvenes y hasta las adolescentes, ya que los niños entonces jugábamos, se acercaban al receptor y no perdían ninguna de las incidencias relacionadas con los avatares de Albertico Limonta, Mamá Dolores y de Don Rafael del Junco. De ello sólo recuerdo fragmentos de los diálogos – mejor dicho, un monólogo – cuando, al parecer, este personaje sufría de un accidente vascular y solía repetir con voz gutural, enfática y gangosa: “! Quiero hablar!…,! quiero hablar! y, al parecer, tardó mucho en hacerlo en aras de la cuota de suspenso necesaria en este tipo de creación.

-Toda una magistral clase dentro del dramatizado cubano.

– Luego, ya finalizado el capítulo, la visita terminaba con los comentarios de las damas sobre lo ocurrido en éste y, como resulta lógico pensar, con las especulaciones acerca de lo que podría suceder en el siguiente. Por su parte los caballeros, que no solían dedicar su tiempo a escuchar este tipo de programa continuaban, como al principio de tales encuentros, hablando de negocios o de política y,  actitud machista de entonces, hoy bastante atenuada, con total irreverencia ante la que sería más tarde considerada un verdadero paradigma dentro del género de novela radial, prestaban poca – quizá ninguna – atención a “ esas cosas de mujeres “.

-Me has comentado en otras ocasiones de algunos programas radiales de los cuales tuviste conocimiento en tu infancia. UN PROGRAMA HUMORÍSTICO-MUSICAL.

– Por supuesto, con 8 o 9 años de edad ya conocía por oír repetidamente sus nombres a través de la voz de sus locutores, la existencia de diferentes emisoras: CMQ, RHC, Cadena Azul, Radio Cadena Suaritos…y, al menos, supe de algunos programas a los cuales mis padres dedicaban atención: música, sobre todo española (mi padre era español ) y, al pasar el tiempo, otros espacios se me fueron haciendo familiares. Recuerdo, así, en un orden quizá no estrictamente cronológico: El rincón criollo, transmitido al mediodía, Cascabeles Candado, programa humorístico musical de la noche dentro del cual se desempeñaban Marta Jiménez Oropesa: “ Martica Bolota, la que ve un pantalón y enseguida se alborota “, Manolín Alvarez, Pirolo, “ sangandongo y tarajayú “,  Luis Etchegoyen, quien interpretaba a Mama Cusa Alambrito “ …la del alma grande y el cuerpo flaquito”, Mario Galí, Tachuela, Romilio Márquez, quien asumía el papel de una jamaicana, Pamela. También mantiene espacio en mi memoria no científica la figura del cantante puertorriqueño Daniel Santos, el inquieto anacobero, quien aportaba números musicales muy populares de entonces: ¡ A  correr!, se formó la bonca (…) tiro, botellazo y bofetá, eh, eh, eh.” Con el acompañamiento de la Sonora Matancera. También recuerdo a Bienvenido Granda, el bigote que canta y asimismo a otros intérpretes y artistas internacionales quienes desfilaron por dicho espacio: Ernesto Bonino, Tina de Mola. Los chavales de España…

-¿Por entonces llegaron a ti los programas de aventuras?.

-Cierto, Roberto… Comienzo a interesarme por los programas de aventuras.

-Bueno, aquí te propongo un alto necesario y con esa importante información que brindarás dejamos a los cibernautas -oyentes  con el deseo de escuchar el capítulo 2 de esta entrega tan sui géneris…¿Te parece?

-Un hombre de Radio como  usted sabe lo que está haciendo…con gusto estaré contigo en el  próximo capítulo.

.-Y para hacerlo con todo rigor le pondremos otro título a la entrega…”Aquí se habla de aventuras y otros sucesos radiales”.

-Le pongo el cuño.

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