Quien conozca el ejercicio intelectual de Cedeño Pineda –como periodista, escritor y promotor cultural– coincidirá en que tal afirmación se corresponde, perfectamente, con su demostrado amor e interés, manifestado a lo largo de varias décadas, por el libro y la lectura.
La génesis de tal devoción, hay que buscarla en la casa familiar, en las afueras de Santiago de Cuba –ciudad donde nace, en 1968–; un hogar siempre rodeado de muchos libros que, como es fácil imaginar, influyeron en su formación intelectual y profesional.
—Mi madre –recuerda– era maestra y, cada vez que la evoco, siempre la veo escribiendo y leyendo. A mi casa acudían sus alumnos a repasos y consultas, por lo que tuve una temprana curiosidad por aquello que veía hacer. Un día, mucho antes de comenzar en la escuela, me sorprendí leyendo un cartel que mi madre tenía para la enseñanza de la lectura. No sé si ya habría cumplido los cuatro años. Desde entonces, mi madre puso en mis manos, como quien entrega un tesoro, los libros más hermosos del mundo. Al menos eso fueron para mí.
Caridad Pineda Anglada, no solo fue mi madre. Fue una maestra apasionada, con toda una vida enseñando a generaciones de niños a leer en las aulas, en la casa, en el barrio. Mi casa era una especie de aula-biblioteca ambulante, que siguió abierta cuando ella se jubiló y aprovechó todas las maneras para llenar a la gente de ideas y libros hasta el final de sus días.
De aquellos años de infancia, te cuento algo más, muy curioso: muchas veces me quedaba con mis abuelos, que insistían en que durmiera la siesta. Odiaba aquella imposición (suelo odiar cualquier imposición) y como me quedaba en el cuarto de mi hermana, lleno de libros, me daba banquete leyendo a Salgari, Julio Verne, Mark Twain… Recuerdo que mis abuelos comenzaron a creer que ya me había acostumbrado a dormir siesta, porque iba sin protestar directo a la cama, sin saber que saltaba de allí a los libros, en cuanto ellos cerraban la puerta. Nunca les quité esa satisfacción.
El libro y la lectura lo llevaron, indudablemente, a dedicarse, desde hace más de un cuarto de siglo, al periodismo cultural en la prensa escrita, la radio, la televisión y los medios digitales; así como a publicar, con su firma, más de una decena de libros, entre poemarios, investigaciones, cuadernos de cuentos…
—Fue una cadena inquebrantable de sucesos. Una cosa llevó a la otra. La necesidad de leer, de conocer, de escribir, todas se fundieron. Sin saber cómo, comencé a escribir versos, a tomar notas. Tengo unas libretas donde escribí un poco de todo. Hoy me doy cuenta que hacía casi un periódico manuscrito, donde lo mismo escribía cosas de cine, de deportes, del barrio, de la familia, que dejaba mi versito por ahí… Eso me permitió tener una agilidad a la hora de tomar notas, que todavía conservo. Si hoy soy periodista; si he escrito poemas, ensayos o cuentos; si soy un devoto de la crónica es, sin lugar a dudas, por el cimiento de la lectura, por esa curiosidad insaciable.
Ante la interrogante de definir la lectura como un hábito o como una necesidad de enriquecimiento humano, prefiere clasificarla como placer o pasión. Siempre la consideró así, aunque reconoce que, para aprender a leer, hay que tener una disciplina, solo de esa manera se descubrirá que el libro es una sabiduría concentrada, un puente hacia otros mundos.
El llevado y traído tema del decrecimiento de la lectura en el mundo contemporáneo, motivado por la incuestionable invasión de las nuevas tecnologías, no le preocupa demasiado, pues –afirma–, tal vez haya su poco de repetición en tal consideración.
—Ahora se lee de otra manera, se lee mucho en la pantalla y menos en el papel. Por eso, la palabra lectura es más amplia que la palabra libro. Lo decisivo hoy no es el soporte, son las ideas encarnadas en las letras. El mundo digital lo ha transformado todo y ha democratizado el alcance de librerías y bibliotecas. Son muy populares, por ejemplo, géneros como la crónica o los mini cuentos. No hay que asustarse: la lectura, a mi modo de ver, siempre estará. Incluso, en este mundo audiovisual que nos envuelve, las palabras suelen ser siempre la génesis, la organización, la guía; como mismo un guion precede y evoca a las imágenes de un filme. Siempre he creído, a contrapelo de tantos, que una palabra es capaz de evocar mil imágenes.
Luego de referirse a ese vínculo entre la lectura y las nuevas tecnologías, precisa que ese amigo que es el libro –definición sustentada, por cierto, en palabras del Maestro José Martí–, contrariamente a lo que algunos hoy preconizan, no morirá en soporte de papel.
—Al teatro le pronosticaron la muerte cuando llegó la radio, a esta lo mismo cuando sobrevino la televisión y a esta última otro tanto con la Internet. Al final, todas están ahí. No podemos negar que lo digital ha estremecido al papel; pero en todo caso, repito, más que el soporte lo importante es la lectura misma, sean estas digitales, impresas o, incluso, orales.
Cómo motivar, sin embargo, el interés por la lectura, cómo lograr que el acercamiento a un libro sea una inolvidable experiencia, es uno de los temas que le preocupa, pues «la cuestión no es decirle a alguien que la lectura es importante, que hay que leer, sino demostrarle que ese esfuerzo es capaz de devolver una satisfacción y un crecimiento invaluables».
Diversas pueden ser las acciones que contribuyan a ese noble empeño de lograr que la lectura no sea solo una fuente de conocimiento, de enseñanza, sino también de entretenimiento, de placer, de estímulo, para todos los públicos, tanto adulto como niños y jóvenes.
—Quien intente acrecentar el interés por la lectura, eso sí, necesita ser creativo, pues la lectura requiere un proceso intelectivo de decodificación superior al de disfrutar una película o ir a bailar, sin que esté devaluando ninguna de estas opciones. El juego, por ejemplo, puede ser una vía. Hay que sacudir tanta solemnidad que, a veces, rima con el aburrimiento. Hay que aprender a jugar con la literatura. Hay que saber incentivar la lectura, como una invitación, sin atiborrar. En la historia general, en la historia literaria, en la historia de la cultura, existen personajes tipos, narraciones clásicas, anécdotas de los autores… y todo ello podemos utilizarlo como un punto de partida, como un punto de interés, como una relación entre ficción y realidad. Siempre de manera participativa.
Varias han sido las experiencias que le han confirmado la importancia de tales prácticas, para así despertar el interés en la lectura, entre ellas sus espacios literarios-culturales Letras compartidas, en la Biblioteca Elvira Cape, y Página abierta, en el Centro Cultural y de Información-Biblioteca Pedro Meurice.
—Ambos espacios han sido laboratorios creativos, donde todos aprendemos de una manera divertida, relajada, interactiva; usando, incluso, videos clips inspirados en poemas. Mi experiencia me demuestra que la conexión entre lo que se lee y lo que se vive, hallar esos vasos comunicantes, es decisivo para afincar ese interés. Es más importante saber contar que saber de memoria el nombre de un autor.
Muchas obras literarias, por ejemplo, han sido llevadas al cine y eso hay que saber explotarlo a nuestro favor. Así mismo, hay que motivar la curiosidad mediante procesos de investigación y retar a las personas a través de excursiones virtuales, accesos a bibliotecas, fondos, archivos…
Puede ser igual de productivo estimular la creación de páginas web sobre personajes, autores, estilos, y la formación de grupos virtuales, a partir del interés común por temas relacionados con la lectura y la escritura. Asimismo, suelen ser muy efectivos los concursos por estas vías. Son muchas las maneras de utilizar esas nuevas tecnologías.
Todo ello sin dejar de lado, jamás, el papel de la familia y la escuela, que sigo creyendo insustituibles para provocar ese interés por la lectura; y que necesitan aprender también como interactuar con esas nuevas tecnologías. Sin absolutizaciones, sin creer que sin un tablet no se puede.
Otro de los proyectos de promoción del libro y la lectura, fundado y animado por Cedeño Pineda, es un singular concurso dirigido a los lectores –de cualquier edad, escolaridad y profesión–, interesados en narrar su relación con tan valioso vehículo del saber humano.
Convocado por vez primera en el año 2012, luego del repentino fallecimiento de su madre, el Concurso de Promoción de la Lectura Caridad Pineda In Memoriam invita, desde entonces, a los participantes, de dentro y fuera de la isla, a redactar un texto que responda al tema «Una lectura marcó mi vida».
—La muerte de una madre es el camino a la desolación. No salí de la depresión profunda en que me sumió ese hecho, hasta que ella misma, en un contacto onírico, en un sueño, me propuso que hiciera un concurso para las personas como ella, de la tercera edad. Fue la primera vez, tras su muerte, que recobré ánimos. Esa idea inicial se mejoró y así surgió el concurso, para cobijar una noble propuesta de promoción de la lectura. Pensé que, quizás, ayudaría a mucha gente. Creo, sinceramente, que la lectura me salvó en primer lugar a mí mismo.
Así, lo que fue una experiencia local, pronto se convirtió en nacional y, luego, en internacional, con un gran número de instituciones acompañándonos y publicando posteriormente los trabajos ganadores. Recibimos trabajos de niños, jóvenes, ancianos; personas con alguna enfermedad, privadas de libertad, enamoradas, decepcionadas, curiosas… Todas, contando su especial relación con los libros.
En una ocasión, una señora contaba su obsesión con el libro El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez. Comentaba que no solo leyó el libro, sino que lo vivió. Contaba la historia de su vida, con varios puntos de contacto con la novela, y su sorpresa al leer un libro que le devolvió el ánimo, que le insufló energías para lograr un poco de felicidad sin que importaran los años. Fue uno de los relatos ganadores y, para que nadie dudara, al final de sus palabras de agradecimiento, presentó a su pareja. “Mírenlo, él es mi Florentino Ariza”, dijo. Aquella gala de premiación, desarrollada en la sede santiaguera de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, no hay que decirlo, causó emoción hasta las lágrimas.
Entre las tendencias del concurso, en su primer lustro, menciona el interés por autores latinoamericanos, la preeminencia de la narrativa sobre la poesía, el eco mantenido de la literatura soviética y la profusa referencia a libros como El principito, la Biblia, La Edad de Oro y Corazón; así como el menor tratamiento dado a la literatura cubana.
A partir de los resultados aún incipientes del certamen, así como de su reconocida experiencia en labores promocionales, Reinaldo Cedeño Pineda se convierte, indudablemente, en una de las voces autorizadas que, en la isla, reflexionan sobre un tema polémico, que demanda, por su alcance y trascendencia, mayor atención.
—La promoción de la lectura es todavía eventual, asida en tantos casos a mecanismos envejecidos, poco estimulada y sin acabar de ocupar un lugar inteligente en las nuevas tecnologías. Y por otro lado, las librerías cubanas suelen ser mayormente almacenes de libros. También se publican libros feos, y un libro feo es como una pedrada, una bala de salva. Ese conjunto de cosas hace que algunas obras de valía no logren el impacto merecido.
Hay obras, hay autores, hay deseos, hay algunos nombres y algunas iniciativas de encomio: no es posible meter a todo el mundo en un mismo saco… pero faltan estrategias sistemáticas y diseños contemporáneos. Falta ir más allá de las ferias.
La promoción de la lectura, lo he dicho más de una vez, es un arte, y un arte esquivo. Este concurso es una vía original de socializar la lectura a partir del impacto en los lectores. El universo del libro necesita comprometerse definitivamente con el lector, dejar de verle como un receptáculo pasivo y estimular su interactividad. El lector es siempre protagonista.