Juan Carlos Castellón: Sin la radio no soy nadie

Si me he vuelto una y otra vez hacia Juan Carlos Castellón Véliz para que traduzca mis sentimientos, motivos tendré. Corresponsal en la provincia de Radio Rebelde —venida al mundo hace 61 años este 24 de febrero en la Sierra Maestra—; presentador y director de Un paso más, primer informativo de Radio Sancti Spíritus, conductor de espacios televisivos y locutor de actos políticos, galas y espectáculos artísticos, este hijo de Manicaragua ha pactado su vida con el micrófono, pero no ha comulgado con la ingratitud.

“Sabemos que lo que quieres es hacer radio y no te vamos a tronchar el camino”, le aseguró el entonces director provincial de Justicia de Villa Clara, cuando el recién egresado de Derecho de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas fue a buscar su ubicación laboral en septiembre de 1990.

Ya el día 5 de ese mes, el joven había firmado el contrato para ejercer como corresponsal en su municipio de origen, de la CMHW, de Santa Clara, donde había hecho la locución de secciones y de más de un programa, sobre todo, de corte juvenil, casi desde su ingreso a la casa de altos estudios. “La W fue una excelente escuela de radio”, agradece al cabo de los años.

¿Hasta qué punto echaste por la borda cinco cursos en la universidad al optar por el medio radial?

“No eché por la borda mis años de la universidad. En determinados momentos, he contribuido a la divulgación de algunos temas del Derecho aquí y en Rebelde. Al principio, cuando vine a trabajar para acá, hice una sección en Como lo oyes referida a temas jurídicos. La carrera me aportó una cultura para ver la vida. Además de las asignaturas del Derecho, estudiamos Panorama de la cultura cubana, Redacción y composición, Historia. A eso se unen mis experiencias en la Radio Universitaria, a la que me vinculé desde que empecé a la carrera”, añade y a seguidas le asalta un golpe de tos, que le aparecerá, de vez en vez, durante toda la conversación.

La vida de Juan Carlos como reportero en Manicaragua duró menos que un titular en la radio. Antes de finalizar el tercer mes en la corresponsalía, cogió carretera hacia Sancti Spíritus por razones sentimentales. “¿Para allá? Tú estás loco”, le advertían. El mundo casi se le vino encima al conocer que no había plazas de periodista. “Hay dos de locutor”, lo alentaron. Ni siquiera lo pensó; venció el escrutinio de rigor y comenzó con programas musicales.

“No era lo que me interesaba, pero sí, una oportunidad, y me sirvió para mi formación. Realmente, los programas informativos son los que siempre he preferido”, reconoce uno de los fundadores de Un paso más en 1998, su voz titular desde el 2004 y su director años después hasta hoy.

Como líder de este informativo mañanero, ha logrado que el espacio rebase la mera yuxtaposición de noticias, y sea una propuesta radiofónica —si bien perfectible— desenfadada, que apela a diferentes resortes motivacionales, útiles para acompañar el amanecer de los espirituanos y espirituanas.

Tu voz tiene muchos devotos, pero también detractores, quizás porque se distancia de lo grave. ¿Cómo suples esa carencia delante de los micrófonos?

“Tener detractores me alimenta; no tenerlos me debería preocupar más. Eso te reta. ¿Cómo suplir esa carencia? Con la preparación constante. Me interesa decir y decir cosas que les sean valiosas a la gente. Por eso, cuando presento a un periodista, trato de aportar algún elemento. Hacer coberturas y estar informado, me lo facilitan. Un locutor que no tenga esa voz grave, paradigmática, si no se prepara, si no sabe el momento justo dónde decir las cosas y cómo decirlas, además de aportar elementos que le sirvan a la gente para su vida, su conocimiento, entonces sí está embarcado”.

¿Te atreverías a confesarles el error más garrafal que has dicho al aire o en actos públicos?

“Sí me he equivocado, pero no han sido errores garrafales que me hayan marcado. Muchas veces los rectifico al momento, y trato de hacerlo de la forma más espontánea posible para no magnificarlos. Me ha sucedido que han escrito incorrectamente el apellido de alguien de la presidencia en el guion de un acto, y uno busca el momento oportuno para corregirlo. Cuesta mucho más trabajo rectificar en un acto —por su solemnidad propia— que en la radio, porque tienes cientos, miles de personas delante en distintos escenarios: en una plaza, encima de un tractor en medio del campo.

“Hace falta mucho aplomo, concentración. Tuve un tremendo maestro: Valdés (Ernesto). He aprendido de las anécdotas que me ha hecho, de verlo, de escucharlo. Valdés fue un maestro en eso y lo sigue siendo”.

Alrededor de ocho años atrás, la dirección de Radio Rebelde le propuso asumir la corresponsalía en la provincia; para esa fecha integraba el equipo de la página web de Radio Sancti Spíritus, luego de llevar bajo sus riendas el sistema radial en el territorio. “¿Qué puede pasar? Si no funciona, no pierdo nada”, se animó.

¿De cuáles armas te vales para clasificar sistemáticamente con el acontecer espirituano en sus espacios informativos, como el exigente Noticiero Nacional de Radio (NNR)?

“De la actualidad, de la inmediatez en el tratamiento de determinados temas, y el olfato para los que son priorizados. Si algo me ha posicionado, también, son las historias de vida, contar la historia de personas humildes, que lo mismo barren calles que trabajan la tierra. Busco, en lo posible, humanizar las informaciones y los trabajos de otro corte; además, aprovechar los recursos propios de la radio: la música, los efectos, el ambiente del lugar de los hechos”.

A Rebelde le agradece la exclusividad de no pocas coberturas: cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos, y de la Comunidad del Caribe, XX Congreso de la CTC, sesiones del Parlamento cubano, la visita del entonces Presidente Barack Obama a La Habana y la del Papa Francisco, específicamente a Santiago de Cuba en septiembre del 2015.

De ese día, recuerdo sus descripciones fluidas, huérfanas de altisonancias, sobre el arribo de Su Santidad a la iglesia, la calidez del diálogo con los feligreses reunidos en su interior, donde la familia cubana devino leitmotiv. Juan Carlos permanecía a escasos metros del templo y tenía como referencia una enorme pantalla. Cuando pasadas las once de la mañana finalizó su narración en vivo, desenfundó la grabadora, captó las vivencias de algunos asistentes y corrió más de 2 kilómetros, por calles desconocidas, hasta llegar al centro de prensa, localizado en el hotel Meliá Santiago. El reportaje que pudo hilvanar en medio del sobresalto, cerró la emisión del NNR. “Esa es la emoción de la radio”, subraya, y le retorna la tosecilla.

El pasado año contribuyó a la formación del personal que asumió la apertura y funcionamiento de una emisora en Riberalta, en la Amazonía boliviana. Foto: Cortesía del entrevistado.
Si sabes que el cigarro puede llevar a la sepultura al locutor, al periodista, al ser humano que eres, ¿por qué no lo apagas definitivamente?

“Durante estos días lo he pensado bastante, y de alguna manera, me estoy comprometiendo aquí a hacerlo”, lo asevera quien apenas ha desempacado la mochila, luego de siete meses de estancia en la ciudad de Riberalta en la selva amazónica boliviana, donde, junto a otro colega de la Radio cubana, formó a los profesionales que actualmente asumen la salida al aire de la Red Amazónica de Comunicación (RAC) Riberalta.

“La emisora se construyó prácticamente desde cero. Allí existía un pequeño estudio de radio; se concibió como un complejo de radio y televisión. Preparamos al personal como periodistas, locutores, directores de programas, guionistas”, comenta.

Asegura Juan Carlos que si daba un paso largo al salir de la casa donde vivía temporalmente en Riberalta, podía caer en las aguas de un caudaloso río, congestionado de pirañas, cocodrilos. Y después, en la orilla opuesta, el torrente de la selva aplastante y oscura.

Sobre ello y más, le escribía online a su compañera de vida, la locutora Yamilet Valdés, en una especie de diario electrónico. Lo rememora este versátil comunicador, que no se considera periodista, aunque la realidad lo desdiga.

“La radio me oxigena; sin la radio no soy nadie”; lo enfatiza quien, a pesar de haber dejado atrás su Manicaragua hace más de 28 años, aclara que siente un salto en el estómago cada vez que viaja a allá y la ve, como sentada a los pies de las lomas del Escambray.

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