«Los pioneros de la José Aguirre hicieron un trabajo voluntario… Nuestro equipo de voleibol realizó un cerrado tope con el de la Vicente García… Esas eran las noticias que yo reportaba para Órbita matinal como corresponsal pioneril de mi Secundaria Básica. Grabar uno o dos minutos me provocaba una felicidad innombrable. Entonces me levantaba a las seis de la mañana para escuchar aquel programa. Me despertaba de un sueño para entrar en otro».
Admite este miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) que él era de esos oyentes que llamaban sin cesar a las emisoras y participaban en los espacios… Así comenzó a vincularse con Radio Victoria. «Trataba de aprovechar al máximo el tiempo allí: lo mismo preparaba una producción musical, que atendía los teléfonos; observaba atento el quehacer de los directores… Hasta que un buen día faltó un locutor y el director Eddy Crespo Vargas, ahora en Tunasvisión, me dio la oportunidad de sentarme en la cabina.
«Esa experiencia, que empezó a ser cotidiana, se interrumpió cuando matriculé en el Preuniversitario en Holguín. Pero cuando regresaba a la casa el fin de semana, me llegaba a Radio Victoria para realizar a cuatro voces el programa juvenil Comando, que salía al aire los sábados, a las cuatro de la tarde. Ya después me trasladé a La Habana para estudiar Información Científico-Técnica y Bibliotecología, en la Facultad de Comunicación».
—¿De qué manera volviste a vincularte con la radio?
—Otra vez gracias a Eddy Crespo. Antes había tenido una experiencia efímera en Radio Metropolitana. Cuando cursaba el tercer año de la carrera en 1997, una noche nos encontramos en una larga cola del Festival Internacional de Cine y me contó que en Radio Cadena Habana (RCH) buscaban a un locutor. Él mismo me introdujo para que me hicieran las pruebas.
«Recuerdo que me senté al lado de Laritza Camacho. Me pidieron que improvisara, presentara un tema musical y después la entrevistara como si se tratara de Liuba María Hevia. El director quedó satisfecho y me integré al colectivo de Siete y treinta juventud, donde permanecí por siete años.
«Hubo un momento en que llevaba cuatro programas diarios. Salía de la Universidad a la una de la tarde, y de cinco a nueve, me convertía en un hombre-radio: la revista Entérese, el Noticiero Provincial de Radio de Cadena Habana… Así continuó incluso cuando empecé a trabajar en la Academia de Ciencias de Cuba, en el Capitolio. Pero dejé a un lado el título cuando se me ofreció la posibilidad de hacer más programas en RCH. Decidí dedicarme por entero a esta profesión».
—¿Cómo te conectas con Haciendo Radio?
—En 2005, por casualidad. Me disgusté en RCH y me llegué a Radio Rebelde. Allí me inicié en el popular espacio MB Caribe, que había sido conducido por figuras reconocidas como Joaquín Mulén, su fundador; Eduardo Ferrer… Estuve a prueba desde noviembre hasta el 31 de diciembre, cuando Ramón Espígul, su director, me dijo: El programa es tuyo.
«Entré a Haciendo Radio para sustituir en las noticias nacionales a Luis Rodolfo Serra durante 15 días, con Luis Morlote Rivas, actual presidente de la AHS, como director. Luego, en agosto de 2006, Morlote me llamó para que asumiera las noticias culturales. Acepté inmediatamente. Y me puse a temblar cuando me propuso la conducción, después de que Carlos Figueroa decidiera regresar a Sancti Spíritus.
«Confieso que el día en que debía hacerlo, estuve sudando frío hasta las 4:59 a.m. Hasta ese instante me decía: No puedo, el reto es demasiado grande para mí… Nunca me imaginé en aquella silla, frente aquel micrófono, en un programa de tanta magnitud, de tanto rigor. El 12 de marzo de 2007 me convertí en el titular del programa».
—¿Cuáles han sido tus mayores alegrías y sinsabores en Haciendo…?
—Más allá de uno no querer equivocarse, cancanear, cometer errores en el decir, el mayor sinsabor es no poder resolver los problemas que la gente deposita en ti con entera confianza. Te ilusionas si te llaman porque creen en el programa. Pero es triste cuando llega las nueve de la mañana y no puedes darles solución.
«No obstante, en la balanza de emociones pesan más las alegrías. Gracias a Radio Rebelde y a Haciendo Radio he conocido mi país. Llena de satisfacción cuando estás en un lugar y la gente va hasta la cabina para saludarte, te identifica, y se refiere a cosas que dices cotidianamente. Es un premio grandísimo».
—¿Y la televisión?
—En verdad, al final, ella llegó a mí. Antes había tocado su puerta, pero no se abrió. Quizá el tamaño, mi rostro, la falta de carisma… No sé… Entonces desistí. Cuando pensé que ya no tenía posibilidades, Marino Luzardo me propuso para que ocupara su lugar en Con signo de amor. Por este espacio apareció la revista Hola, Habana, a partir de marzo de 2010.
«Sin duda, la televisión te brinda el beneplácito de la imagen que es muy fuerte. Indiscutiblemente, una hora de TV equivale a diez años de la radio, en cuanto a reconocimiento social. Pero en la radio me siento como en mi casa. Por suerte, el equipo del Canal Habana es muy profesional y con él se trabaja en un ambiente muy agradable. Recibo constantemente no solo el apoyo de la magnífica presentadora Sandra Hernández, sino de todos».
—¿Qué momento vive la locución en la radio, según tu opinión?
—Lo que más me preocupa es que hubo un momento en el que no se preparó a estos profesionales del medio, cuando había consagrados, voces muy experimentadas, que mucho hubieran aportado en ese sentido. Hoy un curso de locución, que puede durar tres meses o un año, te da un certificado que te habilita para trabajar en cualquier espacio, cuando en verdad la preparación no es del todo sólida.
«Es cierto que se deben ofrecer más espacios a los jóvenes, pero estos tienen que superarse y no creerse que eres porque llegaste. Debe irse paso a paso, leer incansablemente, cultivarse, informarte, escuchar mucha radio…
«A veces me horrorizo con las cosas que escucho: programas muy banales, personas diciendo palabras y frases incoherentes, disparates… Y uno se pregunta cómo es posible que esté ahí, lo cual tiene que ver no solo con el que se atrevió, sino con quién lo preparó. Si no se hace más rigurosa esa labor de formación integral, estamos poniendo en peligro un medio que además de entretener, educa.
«No olvidemos que los jóvenes disponen de canales alternativos y nos apagan. Hay que buscar el modo de ser más atractivos sin perder el rigor».
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