Una voz imprescindible: María Josefa Jiménez (+Audio)

No puede negarlo, se puso muy nerviosa con su primer programa, -era algo así como una escala de éxitos-, aunque paulatinamente comenzó a hacer otros espacios un poco más densos como infantiles, el campesino, incluso el Noticiero Provincial de Radio.

A la vuelta de tantos amaneres dedicados a la audiencia, de tantos afectos compartitos a través de la palabra,  el reconocimiento de los oyentes le anda adentro, desde el alma.

Y es que según Mari, como suelen llamarle los más cercanos, vibra de emociones cuando le reconocen en la calle por su voz, -Mira a María Josefa, la de Cómo lo Oyes- lo mismo en la bodega que en el centro de la ciudad, besos y abrazos siempre afloran como gestos de simpatía.

Es un bálsamo sanador para quien aún jubilada continúa siendo una de las voces más prestigiadas de la locución en Sancti Spíritus.

Acreedora de la medalla Raúl Gómez García  por su brillante trayectoria dentro del sector de la cultura, el Micrófono de la Radio Cubana y otros múltiples reconocimientos en festivales y concursos del gremio, María Josefa Jiménez siente que la emisora espirituana fue y continuará siendo el motor impulsor jornada tras jornada. Hay algo de añoranza en su respuesta, suficiente amor.

«La radio significó toda mi vida laboral, fueron 41 años y todavía hoy te aseguro que sin ese sonido maravilloso no vivo, desde que me levanto soy una fiel oyente de toda la programación de la emisora. Aunque no debo mentir, no me pierdo por nada del mundo las novelas de la Onda de la Alegría», aclara María Josefa entre risas, visiblemente emocionada. Nunca proyectó desánimo en la cabina, pues según la experimentada locutora, «los problemas deben dejarse en la puerta, a los oyentes siempre hay que trasmitirles lo mejor», sentencia.

Encantada de la vida –frase que le acompañó durante décadas-, la señora Jiménez, institución de la voz en estos contornos, vuelve a sintonizar la radio desde la alborada, orgullosa de las nuevas generaciones, sonríe, se siente feliz de no ser olvidada.

Aunque levanta el entrecejo y el rostro se torna todo añoranza, se le hace profunda la mirada, es su voz que otra vez surca las distancias, es un aliento del recuerdo, ofrece las gracias. Ya en la verja de la despedida recuerda, salúdame a todos, otra vez sonríe Encantada de la Vida. 


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