Valero y su huella imborrable en la radio cubana
Un hombre que por el implacable tiempo, no puede ya desandar los ‘vericuetos’ de la planta, aunque quizás lo desee.
Nacido en la ciudad costera de Gibara, el nueve de septiembre de 1928, Valero supo desde la conocida «Villa blanca de los cangrejos», y muy joven, que su vocación estaba en la radio, medio que por aquel tiempo comenzaba a cautivar, como a él durante la muy de moda difusión de comerciales del parque.
Sus recuerdos del primer remoto que hiciera la CMKO, precisamente en su terruño natal, nunca dejó de mencionarlos siempre que lo entrevistaron. Tal vez ahí surgiera su amor por la emisora holguinera.
Según se cuenta, casi que se escapó de sus padres siendo apenas un ‘muchachón’ para venir hacia la cabecera provincial, donde trabajó en lo que apareciera, estudió a base de esfuerzos y sacrificios, y por supuesto, se fue insertando en el mundo de la radio, a pesar de las habladurías de la gente por aquel entonces relacionadas con que los locutores morían todos de problemas cardíacos.
Con su timbre de voz difícil de describir, quizá algo inalterable al paso del tiempo, de un tono en el que a la vez de elegante se percibía desenfado, soltura al decir, Valero comenzó a abrirse paso en la estación CMKF La voz del Norte de Oriente, pero luego también trabajó en la CMKO y la entonces Radio Holguín Musical, leyendo menciones y declamando poemas.
El Premio Nacional de la Radio recibido, por cierto, con gran sorpresa, como le sucede a los grandes, siempre ha recordado con mucho cariño sus transmisiones del Carnaval por la radio y la televisión junto a Germán Pinelli, e igualmente su programa “Fiesta en el campo”, conocido como «La carreta de Valero», a causa de la tonada que lo caracterizaba: “Montarme yo quiero, en la carreta de Valero”; un espacio para promover el trabajo de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
Aún con equivocaciones el mismo a cada rato recordaba, en la pronunciación de palabras, y la histórica cuando presentó a la Orquesta Aragón en el escenario que podría ocupar quizá un trío, tenía y tiene dentro la esencia del locutor, eso que con algunos viene y otros no, y que se perfila, perfecciona, con el estudio y el esfuerzo, y la cercanía de los que pueden enseñar.
Su triunfo más grande, según su opinión, además de su familia y la radio, fue en 2015, al recibir el Premio Nacional que otorga este medio, y que nunca pensó merecer. El nuestro, fue tenerlo por tanto tiempo a través de las ondas de Radio Angulo en las remembranzas y consejos de pasillo en la mismísima planta radial, haciendo historia cada día y legando a futuro un pasado que se hace presente en las nuevas generaciones de radialistas.