Osvaldo Aguilera González: «El aire huele a distancia» (+Video)

Osvaldo Aguilera González es la voz que identifica la radio de Holguín desde la década de los años 1970. No hubo otro que lo sustituyera cuando se jubiló en los años iniciales de este siglo, y tampoco apareció después de su muerte en 2019. Casi un quinquenio después esa voz no ha aparecido, que es como decir que “el gallo” sigue invicto.

Si un día encontramos otra voz, como seguramente ocurrirá, “la costumbre será más fuerte que el amor”, como dice aquella canción, y probablemente Osvaldo siga, hora tras hora, anunciándonos, que es como decir que su voz es nuestra huella digital.

Lo que debe hacer quien quiera ser locutor, según Osvaldo Aguilera:

  • “Que coman hojas de salvia por sobre todas las cosas;
  • “Que aprendan a dominar su tono central si quieren hacer una carrera larga;
  • “Que se preocupen por sonar en lo personal igual que en la bocina;
  • “Que si van a fumar que sea tabaco;
  • “Que sepan que por siempre serán mal remunerados;
  • “Que digan la verdad por encima de todo porque hay muchas gentes creyéndoles lo que dicen;
  • “Que traten de ser artistas y no locutores, porque al final, cuando cierren los micrófonos, solo quedan los artistas, LOS ARTISTAS.”

Cuando llegué a Radio Angulo (Holguín), ya Osvaldo estaba de vuelta a su casa. Nos vimos en muchas ocasiones, pero esos fueron encuentros de cortesía. El viejo maestro no reparó en mí más que para brindarme uno de los caramelos que siempre llevaba en los bolsillos, para endulzarse y endulzar.

Un día Migdalia Albear Camejo, que era muy buena actriz de la radio y mi alumna en la Facultad de Comunicación Audiovisual, después de graduada, se inició en la soberbia televisión y me embarcó en la más difícil de mis aventuras, presentar un programa de la televisión local en el que debía hacer una larga entrevista de una hora. Confieso que no quería, porque no me sentía seguro, pero a ella no la podía dejar sola.

La única orientación que me dio la directora fue que lo hiciera como ya lo había hecho mil veces, (pero la televisión no tiene la humilde intimidad de la radio). De todas formas qué no hace uno por el crecimiento de alguien a quien quiere; ¡hasta el ridículo si es necesario!

Mi primer invitado fue Osvaldo. Y ahora les voy a contar sobre aquel programa.

Lloviznó insistentemente el día que visité su casa, que hasta ese momento yo no sabía dónde quedaba. (Así de poco lo conocía). Alguien me orientó, más o menos.

Caminé envuelto en una capa para el agua, a ciegas, temeroso de que Osvaldo no quisiera aceptar mi invitación al programa. Ya me habían dicho que el locutor de voz hermosa dedicaba su vida a asistir a un templo donde se reunía con otros espiritistas locales y por la radio nada más se le veía en momentos muy importantes.

No fui su alumno y en eso envidio a mi colega Sánchez Grass, que consiguió con él una cercanía como me habría gustado.

La perfección de Osvaldo leyendo noticias era tan perfecta que nunca me llamé locutor cuando el maestro estaba cerca. Locutor era (es!!!)  él, con una voz tan viril que, parecía, le brotaba de los testículos. Su dicción era tan perfecta como mismo su pelo, pulcramente peinado. Una de sus manos era más pequeña que la otra y en los ojos le bailaba una sonrisa a la que le temía más que a la ira de un juez. Pero nunca lo oí juzgar a los demás profesionales como acostumbran otros locutores de estirpe menos alta. Y esa era la causa de mi miedo: no sabía cómo me evaluaba, aunque una vez entró en una cabina de grabación de la radio donde yo estaba trabajando y después de un minuto oyendo me dijo que tenía buen ritmo. (Tener buen ritmo no lo es todo para ser locutor, pero me puse su piropo en el pecho como la medalla ganada por el soldado en el fragor de la batalla).

Una anécdota de Osvaldo que no he confirmado, es un mito en la radio. Preguntarle si era verdad era el objetivo principal, si iba a la televisión, aunque la directora me aconsejó que tuviera prudencia. Esta es la anécdota: se dice que ocurrió durante una emisión del programa Apartado Popular, que es donde se promocionan los productos que venden los mercados. La locutora acompañante era María Hortensia Ruisánchez. Dicen que ocurrió así:

OSVALDO ¿Qué oferta esta mañana el Mercado Paralelo de la Calle Garayalde?
Ma. HORTENSIA (DESPUES DE VARIOS PRODUCTOS ANUNCIADOS) En los cárnicos tenemos etc, etc, etc y Mortadella…
OSVALDO (INTERRUMPE) Usted querrá decir Mortadel-la.
Ma. HORTENSIA ¿Así que se dice Mortadel-la, eh maestro?
OSVALDO DA UNA LARGA EXPLICACION SOBRE EL ORIGENDE LA PALABRA, INCLUSO HABLA DEL LATIN Y SUS DERIVACIONES Y DE LA PRONUNCIACION DE LA DOBLE L.
Ma. HORTENSIA Todos los días una aprende algo nuevo, gracias por la lección. Ahora sigo con la oferta del Mercado Paralelo: en los lácteos tenemos yogurt, helados, leche y… (HACE UNA PAUSA Y EN SU VOZ SE ASIENTA EL DUENDE DE LA PICARDÍA) Por favor maestro, ayúdeme: ¿Cómo se dice mantequilla o matequil-la?

Si Osvaldo acepta ir a mi programa voy a tener el valor de preguntarle la verdad o no de la anécdota, me juraba debajo de la llovizna molesta… y en eso su voz me llamó. Dijo él que un buen espíritu le avisó que iba a buscarle. Lo cierto es que todas las casas estaban cerradas por el frío y la humedad, también la de él. Pero justamente cuando pasé por allí, salió Osvaldo al balcón y supo que el bulto envuelto en el nylon verde de la capa de agua era yo.

Mi saludo fue invitarlo al programa. Dijo que sí sin tener que pensarlo. Lo sentí solitario, deseoso de conversar. Me habló de un curso de locución que quiere impartir, pero ningún funcionario se interesa. Le dije que si le falta alumnos, que me matricule. Me dijo que a estas alturas no tiene gracia, que su curso es para niños. Nada le dije de la anécdota maldita… mejor lo tomo por sorpresa, me propuse.

Osvaldo Aguilera González nació en Banes, Holguín, de padre carpintero y madre ama de casa.

CESAR: ¿Supe que cuando niño estaba usted al borde del desespero por tener un radio?¿Cómo tuvo el primero?

OSVALDO: Tener un radio era tener el mundo adentro de la casa, pero el mundo costaba una fortuna: 10 pesos. Un día me enteré que unos vecinos vendían el suyo y hablé con mi viejo. El me miró con unos ojos que denotaban más embullo que el mío. No sé cómo pudo reunir tanto dinero, pero al día siguiente me puso diez pesos de a uno, uno encima del otro y yo salí corriendo, muerto de miedo de que ya lo hubieran vendido. Pero no, ninguno de los otros vecinos podía darse aquel lujo. Lo compré. Era una caja cuadrada y misteriosa por la que hablaban las voces más lindas del mundo. Papá, que era carpintero,  hizo una mesita esquinera y puso el aparato en lo alto. Debajo mi vieja tenía su máquina de coser. Esos son los sonidos de mi niñez: el ruido de mi madre cosiendo y los que salían del radio: las voces, los sonidos, la música.

¿Cómo es que el hijo de carpintero se decide a estudiar dirección teatral en Santiago?

Yo era quien presentaba a las compañías de teatro que iban a Banes: ¿te fijas que lo que quería era ser locutor? Todavía recuerdo el olor de la cabina de la radio. Olía a aire, a distancias. Esa fue mi más grande felicidad.

¿Qué o quién es responsable de que usted viniera a Holguín, a trabajar en Radio Angulo?

Fue el célebre Sergio Antonio González Valero.

Después usted hizo lo mismo que Valero: trajo a otro gran locutor: Rafael Peña Santana, que era entonces un joven de voz hermosa allá en Puerto Padre.

Decían que Santana podía ser mi competencia, el que me desplazara, pero nunca ocurrió. Convivimos. (…)

Todavía usted tiene la voz hermosa, firme, vibrante; y sin embargo, para sorpresa de oyentes y colegas, decidió jubilarse, ¿por qué?

Un repentino infarto me tomó desprevenido. Yo creía que me iba a morir al día siguiente.

Terminó el programa. Pero en ese segundo que va desde el final y hasta que los camarógrafos y el coordinador se acercan al set, Osvaldo me dijo lo más lindo del mundo: “te has convertido en el locutor más íntimo de la radio”… Y luego repitió la palabra Radio tres o cuatro veces. “En la televisión no sé cómo te irá. Es que las luces son tan fuertes que uno no oye”. Quise agradecerle pero entonces la productora ya se lo llevaba.

No le dije nada de la mantequilla, ni falta que hace porque lo mejor de las leyendas es que nadie las puede probar.

Pocos meses después de aquella entrevista en el año 2019, un infarto obligó a Osvaldo Aguilera y González a morirse. Su mejor alumno no estaba en el país y alguien reparó en mí, siempre asustado cuando el maestro estaba presente, aunque ya no tuviera vida. Me obligaron a hablar delante de él, a despedirle. Mi discurso fue breve, para evitar que el nerviosismo me llevara a romper algún grupo fónico:

Hoy todas las voces de la radio holguinera hacemos público que aprendimos de Osvaldo Aguilera González.  Él no nos dijo que le iba a fallar el corazón porque era hombre de corazón excelente y tanto que se le quebró, pero Usted lo sabía, maestro: para tener talento hay que tener buen corazón.

“Todos los locutores y otros hablantes de la radio de Holguín vinimos, maestro, a este, su acto final, para regresar a nuestros actos particulares agradecidos de haberlo tenido. Déjenos aplaudirle, ahora que regresa a la tierra, a esta tierra de Todos que Usted cuidó con amor. La tierra de la que nunca dijo infamia ninguna, que es la mejor manera de quererla».

“Hasta siempre, eternamente, Osvaldo Silvio Aguilera y González”.  

Autor

  • César Hidalgo Torres

    César Hidalgo Torres (Holguin, 1965) Graduado de la Facultad de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes, profesor de Guión e Historia de los Medios de Comunicación en esa misma casa de estudios. Por más de 30 años ha trabajado en la radio. Multipremiado en Festivales y otros concursos. Miembro de la UNEAC

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