Ana Núñez Machín, un icono casi olvidado de la cultura cubana

Ana, trabajadora incansable desde la sencillez y la modestia, robándole cada segundo a su corazón cansado, al dulce dañino que corre por sus venas y a una vida que no le ha sido fácil, en su proverbial humildad produce insistentemente obras a la que si dudas acudirán muchos en el tiempo.

Cuando se habla de ella, suelen atribuírsele dos valores esenciales, la de poeta, y la de biógrafa de Rubén Martínez Villena. Si bien ambas entregas nos acercan a una intelectual toda amor y patriotismo, fidelidad y entereza a las que ha entregado su vida, dejan fuera otros atributos no menos importantes:  sus virtudes como periodista, oficio en el cual creció su juventud desde las páginas del periódico Hoy, y donde también desplegó una obra de infinito amor en tanto vocera de los más altos valores del periodismo político y la cultura popular, labor que expandió en las revistas UPEC, Bohemia, INRA, Cuba, Mujeres, Opina y Signos, entre otras; como responsable de las páginas infantiles del periódico Campesino y de la revista ANAP; desde la revista Pionero, o en sus “Crónicas de Época”, en el tabloide Alma Mater, donde dio pasos importantes en su condición de historiadora, oficio desarrollado a base del estudio como necesidad nacida de su cubanía e identificación con los sectores subalternos, cuya tragedia existencial supo expresar con exactitud, especialmente en Memoria amarga del azúcar, publicado en 1981, texto en el cual la sagaz alquizareña logró describir, a través de importantes entrevistas, los sufrimientos de los trabajadores de la sociedad republicana burguesa, en especial de los azucareros, sus frustraciones y las razones que animaron sus luchas, y en cuya organización y encauzamiento  Rubén ofrendara su vida.

Destaca también su capaz desempeño como guionista radial y escritora de diversos textos para niños, otro de sus lugares especiales para el ejercicio de la bondad y la dulzura,  con una obra bella y sólida, colmando de buenas enseñanzas y cariñosos recuerdos a aquellos que crecieron con su inolvidable Paracutín. De seguro su condición de pedagoga identificada con su tiempo y con su Revolución contribuyó mucho a colorear los valores característicos de este personaje tan simpático, cubano y ejemplar.

Pero hay más en la obra de esa intelectual con mayúscula que es Ana Núñez Machín. Tal preámbulo sirve para destacar el hecho de que, casi en silencio, recientemente se comercializó un nuevo poemario suyo con el título de Corazón como estandarte, en cuya primera página se escribe:

Si el amor se clonara la Tierra sería el Paraíso

Pienso que esa certidumbre introductoria al primero de los tres grupos de poemas en los cuales la autora organizó esta obra, de algún modo justifica su publicación por la Editorial Gente Nueva. En verdad son poemas de aire joven y esperanzado de una persona que ama la vida y la hace reverdecer cada día cuando su cronología la coloca en el umbral de los 80 años; una mujer que cree en el amor en tiempos de desamor; que tiene fe en el ser humano y por eso puede decirnos: Cierto que padece//por el amor nuestro de cada día.  Cierto que se parece a la tristeza.  Pero dicen//que tiene un lugar deshabitado// para llenarlo todo de ternura.

La segunda parte “¿Quién dice que no es cierto si todo se ha vivido?” nos adentra en los vericuetos del amor oculto y no por ello amor menos sentido y disfrutado, y reconocido, y soñado; que también tiene al corazón como estandarte, con el humano lirismo que se agolpa en Secreto, en Declaración, o en el bellísimo y singular “Pronóstico de una semana cualquiera”, en el cual Ana nos dice que Algún domingo claro//visitará el sábado de tus ojos,//el viernes de tu boca,//el jueves de tu pecho//la urdimbre de tus miércoles de cigarros// el martes de tu vientre.  Algún domingo claro//se llegará hasta el lunes de tu sexo//y te vestirá de tiempo//para llenar una semana de la vida.

Todo ello nos asegura la afirmación que inicia la tercera parte, en un conjunto agrupado bajo la afirmación de que “Y naufragó en tus ojos para toda la vida”. En ellos, tras una expresiva Rima con versos donde se reconoce que Yo soy porque tu eres//Y estoy porque tú estás//Me voy si tu te vas//Y muero si tu mueres.  Quiero lo que tu quieres//Padezco tu sufrir//Gozo con tu reír//Sombra soy si eres sombra.  Si tu boca me nombra// ¡comienzo a revivir!, cierra su poemario con un Acta  donde […] se declara solemnemente//al ciudadano del mundo, //don Amor//patrimonio de la humanidad.  Y para que así conste,//se firma la presente//en la Ciudad de los Ensueños,//espacio libre donde habita.

Gracias a Ana por tan vívida muestra de que el amor existe y que sigue siendo un cántico imperecedero; por contagiarnos con su optimismo, y por colmarnos el alma de belleza.

Fuente: Cubarte

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