Carlos Luis Molina: La radio es toda mi vida profesional

Periodista cuya obra es indispensable a la hora de recorrer varias décadas del quehacer radiofónico en Cuba, recibió en el 2006 disímiles galardones como el Premio Anual de Periodismo Económico, Premio Nacional de Periodismo Cultural Luis Suardiaz y el muy preciado Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez, que otorga la Unión de Periodistas de Cuba.

-¿Cómo llegó el periodismo a usted?

Llegó por necesidad. Aún antes de saber qué era ciertamente el periodismo. Quizás sea por la necesidad de comunicarme, de ir mirando las cosas como si las descubriera y fueran solo mías, eso me impulsó a solicitar la carrera al término de mis estudios preuniversitarios y ahí empezó todo. Ahora, después de 20 años de ejercicio profesional, comprendo que aquello era una energía y así entiendo el periodismo, como una fuerza mayor que me arrastra, casi me consume, pero no me agota el asombro.

-¿Por qué escogió la radio para desempeñar su profesión?

La radio llegó por casualidad. Confieso que no la busqué, que hasta la rechazaba, pero de los amores difíciles nacen las mejores uniones y así ha sido. Toda mi vida profesional ha transcurrido en este medio que aprendí a descubrir paso a paso, que me sedujo con su misterios, sus encantos, sus recodos, y que estimo permite al periodista ejercitarse a fondo en todos los géneros, adquirir una técnica depurada, crear imágenes con los sonidos, y  gozar de la proximidad del oyente de una manera reconfortante, tanto como la que quizás no procure ningún otro medio. Ahora no logro desprenderme de ella por más que me ronden tentaciones, aunque me siguen atrayendo otros medios como la prensa escrita; la radio sigue en mí, pienso que ya definitivamente.

-¿Qué género periodístico considera más difícil para trabajar en el medio radial?

Todos los géneros son igualmente seductores, y a la vez, difíciles. Todos te tienden sus trampas y esperan a ver cómo sortearlas. Es necesario domarlos, trabajar incansablemente para hacerlos tuyos, aprender sus técnicas, sus secretos, destrezas, después te puedes reír del mundo. Pero esta risa cuesta «lágrimas». Llega cuando el tiempo ha pasado y hay detrás un camino de aprendizaje, en la radio como en cualquier medio nunca se termina de aprender, es un ejercicio vital, perenne, donde no hay descanso, el día en que te pares, todo termina. Y el periodismo es siempre búsqueda, es comienzo, por eso entiendo que cada género hay que aprender a quererlo, hay que desmitificarlo y conocer sus resortes más íntimos. Pero si tu pregunta siguiera precisándome, te diría entonces que considero especialmente difícil la entrevista, que es como un puente entre dos, una cuerda tensa por la que debe pasar sin caerse el equilibrista, es también un duelo donde no hay vencedores. De ambos lados debe haber victoria. Por eso es particularmente compleja.

-¿Qué diferencia la entrevista radial de la escrita?

Hay puntos de contacto y también diferencias. En la radio todo debe ser conciso, decir mucho en poco tiempo. Buscar las palabras precisas para dar la imagen del entrevistado que la cámara no capta para el periódico y que debemos presentir. Todo eso convierte el diálogo radial en una centella, algo que sucede en el tiempo, pero que tiene un espacio que debemos trasmitir al oyente. La entrevista radial tiene la voz del entrevistado y del entrevistador, si se hace en vivo no hay tiempo para muchas revisiones, se debe ser ágil, sagaz, avizorar lo que vendrá, escrutar hasta en los más mínimos detalles el momento del intercambio y llevarlo a la audiencia con la frescura y la creatividad que exige el medio. En la radio las palabras suenan, no se leen; se escuchan, no se ven; por eso tienen que ser como campanas.

-Algunos agoreros predicen el fin de la radio ante el auge de las nuevas técnicas. ¿Qué reflexiones puede hacer sobre esto?

Creo que se equivocan los que anuncian el fin de la radio aplastada ante el avance de la tecnología. Alejo Carpentier estuvo entre ellos. Él predijo el fin de la radio, pero se equivocó. Los grandes también yerran. Son prisioneros de su época. Lo cierto es que la radio demuestra cada vez más su vigor, sutilidad diminuta y austera. Es un medio que  venció la era de la televisión y ahora está en Internet. Tiene un alcance desmedido, llega a donde otros medios no pueden; acompaña al solitario y da energía cuando las grandes cadenas cesan, o las tiradas de la prensa escrita aún no han salido. Quizás en su sencillez esté su grandeza y esto la hace eterna.

-Algunos periodistas consideran la radio una escuela; a su juicio, ¿en qué medida este medio aporta al ejercicio de la profesión?

Creo que efectivamente es una escuela. La sencillez en la expresión oral debe prevalecer en el mensaje por su irreversibilidad, hace que economicemos muchas palabras, empleemos las necesarias, rechacemos las inútiles y depuremos el habla. La sintaxis lineal no saturada es ejercicio muy útil para aprender a escribir bien, sin encaracolamientos ni oscuridades que intervienen en la efectividad del mensaje. La radio pule el estilo, lo hace dúctil, austero, fuerte. Esto, sin duda, entrena al principiante y permite al periodista ganar en altura cada vez más, hasta hacerse de su propia huella.

-¿Cuál de sus trabajos periodísticos considera la obra cumbre de su vida profesional?

No creo en las obras cumbres, cada obra es una cumbre que hay que alcanzar; en esa subida lo entregas todo o pierdes. La obra cumbre siempre está por hacerse, es la meta, el horizonte, la montaña lejana que hay que domar.

-¿A quiénes podría definir como sus maestros?

Leo mucho a Martí, me gusta su estilo único, que esconde siempre un misterio, una parábola. Leo también la prosa fértil de Pablo de la Torriente Brau. Me seducen algunas páginas de otros tantos que sería largo mencionar. La radio es toda mi vida profesional. Todo lo que sé de periodismo lo aprendí en este medio en el que no hay fatiga para la creación. El periodismo puede lograr alturas creativas en la radio, que es dúctil cuando se la sabe asir con pasión. La radio se deja moldear y se abre al arte con una pureza rara que encanta.

 

Autor