El olor del micrófono

Acaba de regresar de la XXXI edición del Festival Nacional de la Radio Cubana, celebrado en La Habana, y como en otras ocasiones percibió el olor de los triunfos; esos que no considera vanamente hechos signados a la persona, sino al colectivo, porque el medio en que se desenvuelve constituye “respirar” la imaginación, acercarse a la perspectiva de lo oculto; estar aquí o allí con ojos abiertos y conocimientos de causa.

Transitó de la prensa televisiva a la radio, y aunque no se considera “sabedora” de todo, los méritos atestiguan el camino hacia el Gran Premio en géneros periodísticos (“Sin lágrimas en mis ojos”, documental que contó con la locución de Mariela Montes y Samuel Urquía, y la grabación y la edición de Sergito Martínez, un artífice en CMHW), y por si fuera poco escribió el guión de “El sol negado”, ganador de idéntico lauro en la categoría Especial que abordó el tema de los Cinco Héroes Cubanos prisioneros injustamente en los Estados Unidos por defender a la Patria.

Del concurso, la CMHW consiguió la categoría de mejor emisora provincial, y la periodista Raysa Guevara de CMHS (Radio Caibarién) obtuvo el Gran Premio en programa histórico con “Destinatario José Martí”, a la vez que hubo cuatro individualidades distinguidas, así como tres segundos y dos terceros lugares.

Acojo, por tanto, la preferencia del intercambio teórico, en el conocimiento del profesional que aborda algunos misterios de la radio; la asunción del micrófono, la misión de contingencia y el respeto por el oyente. Entre colegas, Dalia María Reyes Perera se aprecia por el laboreo de hormigas; de confesión perfeccionista; de acabado por lo inmaculado; de allí el preciosismo que imprime y el empeño que impone a cada resultado profesional o artístico.

Ella, sin dudas, constituye una de los artífices. Aquí está sin textualidad el diálogo impuesto por la informalidad, porque «los géneros periodísticos no estriban en la decisión individual, pero hay otros, como el radio periodismo, el reportaje y la entrevista de personalidad que consiguen mayores preferencias al penetrar en el ser humano, en las aristas más insospechadas del individuo y las colectividades.

El radio documental, por ejemplo, es el punto máximo, más allá del reportaje como Rey de los géneros, pues funde en armonía lo artístico y lo periodístico; maneja y contrasta fuentes informativas, protagonistas de historias, y obliga a la investigación; a la vez que cohesiona todos los recursos humanos y materiales que existen en la radio: música, efectos de sonidos, voces, edición; en fin representa el más alto grado de especialización y combinación profesional, expone.

Pero, al periodismo radial, como también al escrito, el televisivo o de agencia le faltan muchos trechos por tropezar.

Tienes razón; en el caso particular de la radio, la imaginación, la agilidad o carácter inmediato con que la noticia llega a los oyentes, sintetiza parte de sus atributos fundamentales; sin embargo se pierde en veracidad, en participación y somos repetitivos, incluso se replican informaciones de otros medios y se desperdicia frescura en el mensaje entre un espacio y otro.

También, porque negarlo, hay intrusismo profesional de personas no capacitadas para asumir los retos del medio y sin más allá o acá, de la noche a la mañana comparten el micrófono con los oyentes; por tanto se requiere expresión fresca, respetuosa a la verdad, y también participativa; porque a veces se carece de credibilidad y eso daña, y en otras los recursos materiales conspiran contra las excelentes realizaciones; verdad que nadie negaría.

En tu obra hay una obsesión por la temática femenina

Claro, porque soy mujer y representamos más de la mitad de los habitantes del planeta; estamos en un segundo plano; somos víctimas, incluso en Cuba, de mentalidades machistas, lo que necesita resolverse para conquistar una sociedad democrática en todos los órdenes. Por ejemplo, nuestras mujeres tienen un elevado nivel profesional, ocupan cargos de dirección social, pero tienen que asumir todos los roles, hasta de conducción familiar; ahí están muchas de las incursiones periodísticas en las que abogo por un mayor respeto, como se aprecia en el documental “Sin lágrimas en los ojos”.

Ya que me instas a retomar la radio; es mi vida; eso que me hace crecer, encontrar un amigo, aunque no te conozca en lo físico; el oyente constituye una familia, por tanto lo respeto, a la vez que abre surcos a nuevas imaginaciones a partir de la inmediatez que brinda. Hasta en tiempos de ciclones un mensaje esperanzador o no resulta agradecido entre quienes escuchan.

A pesar de los años en la profesión, de dirigir programas, sé que aprendes todos los días; ¿acaso equivoco el punto de vista?

Jamás estoy satisfecha; los premios no constituyen calidad, sino constancia y suerte en la competencia; pero en el fondo tienes que existir entrega, consagración e investigación. Tengo miedo siempre de no ser creíble, del oyente que pueda cambiar el dial; ese constituye un temor constante. En tanto, uno tiene que acercarse a la verdad, la originalidad, a los problemas de la gente; trabajar en equipo, porque aún en esta profesión faltan cosas por hacer, hasta superación, y la radio se lleva adentro pero carece de ciencia.

Quisiera escribir libros, contar experiencias en el medio, las efectividades de las técnicas empleadas; hacer un Doctorado en Ciencias de la Comunicación, contar historias inéditas de Guayasamín, de Santa Clara, y por supuesto acercarme a la gente para que sus problemas, similares a los míos, se ofrezcan con solución en el seno de la colectividad; sin eso tampoco se comprendería la magia de la radio.

Con la colega Dalia María Reyes Perera, de quien se aprende al igual que del más joven profesional, pude dialogar sobre otros temas, pero los dejé en un tapete escondido con el propósito de atraparla al siguiente día con fabulosas y trascendentes imaginerías; esas que se coronan en efectivas realizaciones al amparo, tal vez, del “Aleluya” inspirador de Händel en el justo medio de la redacción periodística.

 

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