Después, todos, atontados aun por lo inverosímil de la realidad, nos encargamos de los procederes de rigor; compartimos lágrimas y en silencio hicimos un pacto para quedarnos por siempre con ella aquí, y siga respirando al compás de la música y los buenos temas que se quedaron pegados en sus programas radiales; para que no se vayan su sonrisa y su voz que eran de niña casi.
Más de 30 años de trabajo se fueron con Baby, de ellos 20 dedicados a la radio pinera; me refiero al trabajo literalmente, ese que define la Real Academia como acción o actividad de trabajar, algo que ya se le va de las manos; pero el que dirigió en su espacio dedicado a los Comité de Defensa de la Revolución CDR, ese que convocaba a donar sangre para cualquier necesitado y a cuidar el sueño de los barrios, ese que se distinguió por útil e ineludible, sigue aquí.
Está presente su desempeño en los programas Mujeres y Música y Poesía; su pericia en Hasta el Último Out, en cada transmisión de béisbol. Aquí deja sus energías de hacer los domingos en las mañanas el Haciendo Época, para la juventud pinera, en cuyo tema de presentación siempre se nos antojó escuchar, entre líneas, “Aquí vive Baby”.
Decenas de premios cerraron los ojos con Baby, –contradictoriamente tengo ante mí su expediente artístico donde se archivan los diplomas y las letras estiladas–. Sin embargo, en la emisora siguen su sana satisfacción de cuando recibió de manos de Raúl Castro la Bandera 28 de Septiembre, de cuando le otorgaron la Distinción 23 de Agosto y de cuando fue multipremiada en el último Festival de la Radio. Y en el recuerdo de todos los que la vimos, sus lágrimas de cuando Fidel nos habló por última vez.
Y así, tan poquito tiempo después, esto. No es justo, al menos cuando hay tanta utilidad de la virtud.
No pudimos darle a Baby el trocito nuestro que le hubiéramos dado para que resistiera, hasta los más ateos fuimos a las iglesias y rezamos a nuestro modo, la Isla de la Juventud se llenó de casas culto para orar por ella, y nada. Tanta vida… sigue aquí…