Un terrorista y un golpista
Nuevamente ha tomado auge el tema referido a la voladura del avión DC-8 perteneciente a Cubana de Aviación, hecho sucedido el 6 de octubre de 1976, cuando la aeronave partió de Caracas hacia Trinidad-Tobago y, al dirigirse desde la isla de Barbados a Jamaica, para luego regresar a Cuba, explotó a causa de las dos bombas del tipo explosivo C-4 que unos criminales habían colocado en el aparato. Allí viajaban 73 personas, de ellas 24 deportistas cubanos.
De este crimen tan repudiado se acusa a Luis Posada Carriles. Y, aunque hay otras personas que intervinieron, como Orlando Bosh Ávila, los venezolanos Hernán Ricardo Lozano y Freddy Lugo, voy a enfocarme sólo en hablar, por ahora, de Luis Posada Carriles y Pedro Carmona: uno es terrorista y el otro un golpista.


Una cadena de hechos sucedidos en Washington vuelve a demostrar que los titulados grupos disidentes sembrados en Cuba son financiados abiertamente desde allí. Por ejemplo, la Casa Blanca les asignó 20 000 000 de dólares para el año fiscal 2008-2009, con destino a una denominada “asistencia a la democracia en Cuba”.
Como la campaña mediática contra Cuba ha devenido una sopa virtual en internet en la que sus diseñadores se cocinan en su propia salsa, no es de extrañar que El Nuevo Herald se desespere y mienta a mansalva.
Hace unos años participé de la Primera Brigada Internacional de Solidaridad con Cuba 1º de Mayo, que paradójicamente también fue la última que vio a Fidel como jefe de Estado.