Oralidad y pensamiento en la radio

Las emisoras de radio están llamadas a convertirse en centros de promoción de la oralidad y el pensamiento cubano, no sólo para divulgar lo mejor  de las obras producidas por los intelectuales sino cultivar en sus oyentes el léxico de la nación y estimular a la creación de obras relevantes en todos los sectores de la vida social. Las emisoras son escuelas del éter.

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La Radio: naturaleza y elocuencia

Lograr que los programas de radio sean atractivos  ha sido una máxima para los que hacemos la labor de difundir espacios de música, noticias, variados y otros a través del éter. No basta con ser periodistas, conductores y comunicadores  con un alto nivel profesional y cultural, se necesita además ser ameno, respetuosos, alegres y amantes de la naturaleza.

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El drama en la radio paradigma de la realidad

Desde su inicio la radio cubana contó en su membresía creativa con prestigiosos escritores y artistas de todos los géneros,  pues este medio les permitía generalizar su obra, o divulgarla más allá de las salas de teatro de la época. El público destinatario, además, se beneficiaba disfrutando a distancia el arte que, en muchas ocasiones, no estaba a su alcance por situaciones económicas o por ubicación geográfica.

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El periodista de radio y el valor de la narración noticiosa

Las observaciones y bosquejos de una noticia comienzan por el lugar de los hechos, continúan con los detalles del lugar y lo ocurrido en el escenario que se describe. Muchos comentaristas  deportivos cubanos se han convertido en expertos de la narración, pero con ese nivel de exquisitez NO siempre se escuchan las demás noticias e informaciones que se difunden.

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El hombre de la edad de oro

Portada del Libro de la Edad de OroExhibo con orgullo la portada de este libro. Desaliñada por el paso del tiempo y el uso continuado – para eso son los buenos libros – la contemplo hoy, a la vuelta de cuarenta y siete años más hermosa que nunca; incluso más que aquel lejano día cuando uno de mis tíos me lo trajo como regalo que hoy le agradezco como nunca antes porque con apenas diez años, a veces no se puede estimar el valor de un buen libro. Es la etapa de jugar, vivir despreocupados de muchas cosas que nos rodean, excepto del afecto filial – ¡del que disfruté abundantemente! – y sólo al pendiente de la escuela, las tareas, el rato de jugar y ese instante, casi ritual, de sentarnos a la mesa para degustar el diario sustento.

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