La felicidad NO admite corsés
Rosa se llamaba igual que su madre, igual que su abuela, igual. Se ha perdido el hilo en el inicio de los tiempos, más a esta Rosa le gustan las espinas. Resulta un amor casi paradójico, pero fiel. Su pasión son los cactus. Roza las espinas con la yema de sus dedos… será que anda preparándose para las punzadas de la vida.