Es domingo, poco después del mediodía, cuando asoman –en lo alto de la escalinata de mármol- y avanzan rápidamente por la avenida que los conduce a la puerta de salida. Van al encuentro de familiares, amigos, periodistas que se han trasladado hacia allí para reportar el acontecimiento.
Atrás quedan casi veinte meses de reclusión en aquel presidio, «modelo» de infamia, de humillación.
El clamor popular les ha abierto las rejas. Es el 15 de mayo de 1955. Fidel está de nuevo listo para la brega revolucionaria. Y junto a él, Raúl y otros tantos hermanos, tejedores de sueños comunes.
El régimen batistiano pretendió doblegarles su espíritu de lucha. Quiso que el confinamiento y el destierro en Isla de Pinos desgastaran su fuerza moral. Pero salen con el compromiso renovado de no claudicar jamás.
El 15 de mayo de 1955 fueron excarcelados del Presidio Modelo de Isla de Pinos los asaltantes del Moncada.
La apacible Nueva Gerona vivió un día de particular agitación. El interés se centraba en la figura de aquel joven que encabezaba el grupo; dio una conferencia de prensa en el hotel Isla de Pinos, luego visitó la casa de los Montané Oropesa y finalmente marchó al muelle donde estaba atracado el barco Pinero, en las márgenes del río Las Casas.
Antes de la partida resonó la Marcha del 26 de Julio. Después, el trayecto en tren de Batabanó a La Habana, y el apoteósico recibimiento. Fidel, con palabra apasionada, reafirmó su decisión de proseguir la lucha y su confianza en las virtudes de su pueblo. Dejaba atrás un momento amargo. Pero mucho quedaba por hacer.