Hagamos lo contrario de lo que desean nuestros enemigos

Unas veces con lenguaje e imagen “inofensivos”, bien solapados, enmascarados y edulcorados, y otras de manera abierta, burda y agresiva (su verdadera naturaleza), nos llegan los mensajes y diatribas de quienes siguen apostando por el fin de la Revolución y están siempre al acecho de algún error o desliz, en aras desprestigiar a sus líderes y cuestionar toda política y medida en beneficio del pueblo o de algún sector suyo.

Sobran los ejemplos de sus burdas campañas mediáticas y de cómo manipulan, tergiversan y envenenan al mundo con falacias sobre la nación caribeña.

Por eso no es extraño que quienes por primera vez nos visiten se sientan sorprendidos al descubrir un país contrario a como lo han presentado la televisión, los periódicos,  la radio y diversos sitios digitales, todos al servicio del imperio, de la oligarquía financiera, de gobiernos antipopulares y derechistas.

Así, turistas y otros tantos visitantes se maravillan entonces de las virtudes del pueblo cubano, al constatar su espíritu solidario, amistoso y humanista, su nivel cultural y educacional, y de cuánto disfruta de los elementales derechos humanos sin dejar de batallar por el desarrollo de la nación en medio de un férreo bloqueo económico, de crisis mundiales, de cambios climáticos, de insuficiencias internas y de una permanente guerra ideológica.

Esta última tiene su Estado Mayor en Miami y en Madrid, fundamentalmente, por ser donde se concentran la mafia anticubana y otros connotados enemigos de la Revolución.

Desde esas ciudades –y por supuesto desde Washington- se diseñan, aprueban y promueven los planes dirigidos a subvertir el orden en Cuba, esperanzados en que sus líderes históricos dentro de algunos años –por ley de la vida- ya no estarán vivos, y en que algunas de las medidas de la actualización del modelo económico cubano fomentan el trabajo por cuenta propia y la inversión extranjera,  sin acabar de entender que el sistema económico que prevalecerá en este país continuará basándose en la propiedad socialista de todo el pueblo.

Pero su ceguera y terquedad políticas les impiden comprender cuán víctimas son también de la política hostil del gobierno estadounidense el pueblo y los empresarios  norteamericanos, al privarles, respectivamente, del derecho de viajar libremente a la Isla antillana para disfrutar de sus bondades naturales y de hacer negocios con ella, un mercado seguro, cercano y que con la nueva Zona Especial de Desarrollo Mariel se convierte en más atractivo.

Sabedores de que en los grupúsculos contrarrevolucionarios no está la garantía a lo que aspiran, por la falta de credibilidad de la mal llamada disidencia interna, de prestigio, de poder de convocatoria y de unidad –no obstante los millones de dólares que le insuflan cada año-, cifran sus aspiraciones en sectores que ellos consideran vulnerables para lograr distanciarlos de la Revolución, como los jóvenes, las amas de casa, los trabajadores por cuenta propia, los jubilados, aquellas personas que ni estudian ni trabajan y viven del negocio ilícito o de las remesas, e  incluso quienes laboran en firmas y entidades extranjeras.

Centran sus ataques directos en aquellas actividades, renglones o servicios donde aún el Estado no ha podido resolver los problemas que aquejan a la población, a la par que a través de todos los medios a su alcance intentan sembrar en la gente la apatía, el rencor, la desconfianza, el egoísmo, el individualismo, la indiferencia y el irrespeto hacia las leyes.

Así, se dan de la mano las indisciplinas sociales, las ilegalidades, el delito y la corrupción por un lado, y por el otro, muchas veces como caldo de cultivo o causas de esos males, la falta de exigencia, de control, de eficiencia , de organización, previsión y planificación, de disciplina y orden en centros de producción y servicios.

La situación se complejiza cuando a ello sumamos la banalidad y el mal gusto presentes en determinados “representantes” de la cultura y  espacios de la radio, la televisión y el cine, -con mayor fuerza en Internet-, las lagunas que subyacen en la enseñanza y la educación, y la ausencia de una coherente y oportuna estrategia de comunicación para todos los públicos desde los medios y los organismos del Estado, tarea en la que ya se dan pasos de avance tras la Primera Conferencia  Nacional del Partido Comunista de Cuba y el Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba.

Pero la solución de muchos de los problemas que aquejan e irritan a la población, y de que cada cual haga bien lo que le toque, constituye la  manera más eficaz de combatir todo intento de subversión ideológica.

Nos referimos especialmente a los asuntos que no requieren de grandes recursos materiales o financieros y sí de la voluntad y el deseo, en algunas administraciones o cuadros del Estado, de contribuir a la felicidad de la gente.

Porque también el maltrato al público, la escasa o mala calidad de un producto y servicio, la no respuesta a tiempo y seguimiento de un planteamiento hecho por los electores, entre otros, le hacen  el juego a quienes pretenden dividirnos, entronizar la desidia, el pesimismo y la idea de la incapacidad del Socialismo para resolver los más elementales problemas de la sociedad.

Con la sabiduría y visión estratégica que siempre lo ha caracterizado, en sus Reflexiones del 18 de julio de 2008 el Comandante en Jefe Fidel Castro nos alertó: «Prestemos atención a nuestros enemigos y hagamos todo lo contrario de lo que desean de nosotros para seguir siendo lo que somos».

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