Es curioso percibir cómo conocimos a algunos de los grandes amigos de hoy, cómo nacieron ciertos amores, el modo en que el azar determinó situaciones trascendentales de nuestras vidas.
El origen de mi vínculo con la radiodifusión tiene que ver con las clases musicales de Cuca Rivero que llegaban a través del éter. Pero no tanto con aquel espacio, sino con el que le sucedía. Aunque la audición quedaba trunca, había oportunidad de escuchar al locutor Elpidio López Navarro anunciar: «Esta es tu novela».
La curiosidad infantil por conocer me instó a averiguar que podía pasar después de aquella voz. No fui amante de juegos, ni aventuras. Todo cuánto exploré no traspasó los centímetros cuadrados del radio VEF. O acaso llegó más lejos gracias a las novelas de la «W» que pude oír durante algún día de ausencia a la escuela o en el transcurso de la semana de receso escolar.
Creo recordar el título de la primera: una versión de «Cuando la sangre se parece al fuego». No puedo ofrecer ningún criterio profesional sobre ella, pero sí recuerdo nítidamente el timbre de Margarita Carvajal en uno de los personajes.
¡Cómo no distinguir a las emisoras gracias a sus voces! ¡Cómo percibir que aquella era una novela de «W» y no de Radio Progreso o Radio Liberación!
Con su trabajo en la planta villaclareña, Margarita Carvajal, Elsa Soleman, Natividad Meneses, María Leysa Olivera, Consuelito Contreras, Alberto Díaz Paz y Carmen Pallas, privilegiaron la emoción.
El Grupo Dramático no tuvo temor alguno por seguir los patrones de actuación instaurados por el viejo melodrama radial, aunque sin hacer concesiones a la lágrima fácil. En ello influyó la calidad de los libretos originales y en la adaptación de los clásicos universales que han nutrido al Grupo hasta hoy.
Un aparte merece el trabajo para los niños. Las inventivas del team liderado por Rogelio Castillo marcaron un antes y un después en el medio. «Pañoleta azul» y «Chirrín charrán» siguen siendo islotes en medio del inmenso y solitario mar de la creación para los pequeños en el medio.
El respeto a los preceptos propugnados por los grandes pensadores de la cultura y la educación cubanas, y la defensa de un marcado humanismo, han distinguido esta programación, hecha realidad también graciasn a efectistas y musicalizadores.
Especial mención merece la figura del fallecido director y musicalizador Luis Agesta Hernández. Su capacidad de análisis, su autoridad y su exigencia deberán servir de paradigma a cuantos se interesen por hacer radio.
Aunque pasen los años, aunque el futuro de la programación dramatizada y de la radio misma motive controversias, seguiré confiando en que, ya sea gracias a un teléfono celular, de una computadora, o de cualquier otro artilugio, la gente pueda prescindir por algún de mirar a la pantalla que le muestra exactamente lo que otros quieren que vea.
Hará falta pues que perdure este medio para que cada cual imagine lo quiera. Mientras que preservemos los sentimientos que nos distinguen por sobre el resto de los animales, precisaremos que nos hablen al oído. No me imagino una verdadera declaración de amor gracias al Chat, o por correo electrónico.
Entonces, en un mundo cada vez más tecnificado y deshumanizado necesitaremos de radionovelas que -parafraseando a García Márquez- nos devuelvan el sosiego.
Precisaremos del Grupo Dramático de la CMHW, de la profesionalidad de los de ayer, de la entrega de los que están hoy, del entusiasmo que puedan aportar los de mañana, para que otros niños alguna vez, sientan la necesidad de averiguar que hay más allá de la voz que enuncia: «Esta es tu novela».