Julio Acanda nunca me ha dado clases, en el sentido literalmente académico, pero mis condiscípulos y yo no faltábamos a sus pedagógicos reportes desde la Isla de la Juventud y luego «Al Mediodía», el noticiario vespertino que sentó academia y aún es referente inalcanzado.
Sexto nos enseñó que la crónica es la forma inspirada, personal y por ello única de narrar un suceso, sin endulzamientos innecesarios, «concisa y sintética, que no son los mismo aunque se parezca. La síntesis es dar la esencia del fenómeno, y la concisión es hacerlo con el menor número de elementos expresivos».
Acanda mostraba con cada entrega televisiva, auténticas puestas en escena, el poder de seducción de una buena historia en pocos minutos.
Durante las sesiones teóricas del XI Encuentro Nacional de la Crónica, ambos profesores regresaron al ejercicio académico anual al que los convoca la Unión de Periodistas en Cienfuegos.
Acanda narró con su lenguaje innato, imágenes y sonidos, la obra inmensa de Alicia Alonso, desde un punto de vista peculiar: detrás del escenario, y lo hizo de forma sucinta, extractadamente.
Sexto sentenció que la crónica que hace sentir y llorar, por su alto valor estético perdura, más allá de fusiones de géneros y de tendencias clasificatorias, tan disímiles de la época en fuera mi profesor por nómina, hace más tiempo del que quisiéramos…
Para Julio la crónica será lo que conserven de nosotros los espectadores-lectores del futuro urgidos por la vertiginosa vida moderna. Con 45 años de entrenamiento periodístico, Luis reconoce que es la preferida de las audiencias porque la emoción la define y «a través de ella se conmueve; y quien se conmueve, está presto a convencerse».
«Es lo que hacía Martí cuando escribía una carta, ¿Cómo le ofrece a Máximo Gómez alejado por recelos y diferencias, la jefatura del Ejército Libertador para reiniciar la contienda de 1895, en una carta que es una pieza antológica del uso de la emoción para convencer a un hombre? ‘Yo ofrezco a Vd., sin temor de negativa, este nuevo trabajo, hoy que no tengo más remuneración que brindarle que el placer de su sacrificio y la ingratitud probable de los hombres (…)’ Después de esa palabras, sólo se podía responder, dígame usted dónde me pongo. Esa es la emoción que despierta una crónica».
Fue una clase de esas de las que uno no se escabulle ni quiere que la concluya el timbre.
Luego de esta charla vespertina que acogió el Centro Cultural Benny Moré, los jóvenes, mayoría entre los finalistas de esta edición del concurso, fueron hacia el cementerio de Reina, a rendirle honores a Miguel Ángel de la Torre, cultor del género que nos inspira aún a un siglo de distancia existencial.
Iban aprehendiendo la fórmula infalible de Acanda-Sexto: emociono, conmuevo, luego cronico.
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Premian en Cienfuegos mejores crónicas del Concurso Miguel Angel de la Torre