La radio: un magisterio infinito

Cuando ponía rumbo a la escuela, todavía flotaban en el aire las situaciones que imaginaba Alberto Luberta y que desgranaban Marta Jiménez Oropesa, Idalberto Delgado, Wilfredo Fernández, el inigualable Enrique Arredondo o la incombustible Aurora Basnuevo. Me acostumbré a ellos como parte de mi familia. Lo eran.

Cuando Radio Rebelde giró y tomó «el ritmo de la vida» en los ochenta, sintonicé el programa Haciendo Radio. Nunca más he podido despegarme. Puedo nombrarles. Las voces fundadoras de Gladys Goizueta y de Jorge Ibarra me arropaban el amanecer, me seguían por los caminos y las guardarrayas de mi escuela al campo.

La radio me fue cercando. Todavía entraba en la adolescencia cuando se mudó frente a mi casa el locutor José Armando Guzmán Cabrales, a la larga, Premio Nacional de Radio.

Sin darme cuenta, poco a poco, nos buscábamos para conversar, para intercambiar. Le admiraba. Escuchaba extasiado a mi vecino narrando las novelas. Tenía aquel programa antológico en la emisora CMKC, «Domingo a las once» de música y poesía. Me sentí tocado cuando su voz dijo mis poemas. Todavía lo estoy escuchando.

La vida me deparó una hermosa amistad con la familia de Antonio María Lloga Simón. Fue uno de los magos de la dramaturgia radial cubana. Nunca lo vi, pero puedo decir que le conozco de cerca. Me confiaron algunos de sus poemas, reconstruí su figura de fotos y recuerdos. La inolvidable Maricela Carbonell también me ilustró su callada grandeza.

Cada vez que he asistido al taller y concurso que llevan su nombre, me he sentido doblemente premiado.

Dejo correr mi mente y me parecen surrealistas aquellas clases de la profesora invisible, Cuca Rivero. ¿Se acuerdan de esa gran maestra de las clases de Educación Musical? Las mantuvo durante 20 años. Toda una hazaña que merecería más de una mención.

¿Y «Nocturno»? Tuve la dicha de presenciar durante una conferencia de prensa, cómo el conductor de entonces, Julio Alberto Casanova, le contaba al mismísimo Charles Aznavour cómo ese programa había mantenido vivo en la preferencia de muchos, a los representantes de la llamada «época prodigiosa». Y sentí el agradecimiento del mítico intérprete francés.

¿Cómo llegan y me tocan los personajes que regalaba José Corrales, con todo su señorío? ¿Y los de Bernardo Menéndez, Armando Soler, Margarita Balboa, Miriam Mier, Teresita Rúa, Elvira Cruz, Elvira Cervera, Fela Jar, Aurora Pita, Georgina Almanza, Rebeca Hung, Xiomara Fernández?

¡La vida increíble de Sol Pinelli! ¡La fidelidad de Juan Emilio Fríguls, un caballero con un tic tac como corazón! ¡Los poemas de Alicia Fernán! ¡La autoridad de Julio Batista! ¡La voz de Lilia Rosa López! ¡La maestría de César Arredondo!

Tal vez nunca sabremos cuánto les debemos…

Son apuntes, brevísimos apuntes. Asalto a la memoria ahora que rendimos homenaje a los educadores, no ha de olvidarse a la radio. El magisterio de su gente que parece irse, pero que se queda prendido. El magisterio de la persistencia. El magisterio infinito.    

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