La sociedad civil cubana que solo reconoce y apoya el gobierno norteamericano

«Yo espero que no haya restricciones para las organizaciones no gubernamentales de nuestro país, que obviamente no tienen ni les interesa tener ningún estatus en la OEA pero sí cuentan con el reconocimiento de la ONU», dijo ante mandatarios y personalidades, y acotó:

«Espero poder ver en Panamá a los movimientos populares y las Organizaciones No Gubernamentales que abogan por el desarme nuclear, ambientalistas, contra el neoliberalismo, los Occupy Wall Street y los Indignados de esta región, los estudiantes universitarios y secundarios, los campesinos, los sindicatos, las comunidades originarias, las organizaciones que se oponen a la contaminación de los esquistos, las defensoras de los derechos de los inmigrantes, las que denuncian la tortura, las ejecuciones extrajudiciales, la brutalidad policial, las prácticas racistas, las que reclaman para las mujeres salario igual por trabajo igual, las que exigen reparación por los daños a las compañías trasnacionales».

Sin dudas, a tal tipo de representatividad no se refirió el Presidente norteamericano Barack Obama, cuando el 17 de diciembre pasado al anunciar la decisión de su gobierno y el de Cuba de comenzar a trabajar en aras de restablecer las relaciones diplomáticas, subrayó que para la Cumbre de las América «insistiremos en que la sociedad civil se nos una para que sean los ciudadanos, y no solo los líderes, los que conformen nuestro futuro».

Aludía así a las fuerzas opositoras de los gobiernos progresistas del continente, en particular de las revoluciones cubana y bolivariana, procesos contra cuyo orden institucional Estados Unidos ha lanzado todo tipo de arsenal y campañas subversivas en aras de su derrocamiento, precisamente utilizando la llamada disidencia interna: mercenarios, apátridas y representantes de los sectores más reaccionarios, expresión clara de la intromisión de Washington en los destinos de nuestros pueblos.

Para ellos esa es la verdadera sociedad civil, y en aras de que no haya dudas, en su alocución del 17 de diciembre del 2014 el propio Obama ratificó que la continuarán apoyando en Cuba.

Por eso no debe sorprendernos el «desayuno de trabajo» que el viernes 23 de enero pasado tuvo en La Habana, la subsecretaria de Estado para América Latina, Roberta Jacobson, con un grupo de disidentes.

«La reunión fue muy cordial, estamos complacidos con este encuentro. No puedo hablar por toda la sociedad civil cubana, pero estoy satisfecho con la posición diplomática norteamericana y la democracia norteamericana en todo su sentido plural», dijo a la agencia francesa de noticias, AFP, Elizardo Sánchez, líder de la llamada Comisión Cubana de Derechos Humanos. Sobran los comentarios.

La propia Jacobson, en declaraciones a la cadena de televisión Univisión, expresó que el tema de los derechos humanos quizás sea el más difícil a solventar en el mejoramiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, y en tal sentido consideró el interés de «trabajar y contactar nosotros con la más amplia posibilidad de personas en la sociedad civil en Cuba».

Por supuesto que obvian, o no quieren reconocer, que ésta la integran acá más de 2200 organizaciones, entre las que destacan las de carácter social y de masas, asociaciones científicas o técnicas, culturales y artísticas, deportivas, de amistad y solidaridad y cualesquiera otras que funcionan en virtud de la Ley de Asociaciones (Ley 54) y reconocidas en el artículo 7 de la Constitución cubana.

Por su amplia membresía, representatividad y capacidad de movilización, el sistema político cubano garantiza a estas organizaciones no gubernamentales amplios poderes y capacidad prepositiva, de consulta, opinión, y decisión, en el ejercicio de la Democracia participativa.

Lástima que a esa reunión con Roberta Jacobson no se invitara a algunas de ellas, que mucho pueden aportar –y mostrar- sobre cuánto ha hecho y sigue haciendo la Revolución en materia de derechos humanos, en beneficio del ser humano, incluso en medio del criminal bloqueo norteamericano contra nuestro pueblo.

Y para que no haya engaños, como sugirió The New York Times el 27 de diciembre del 2014, la diplomacia estadounidense estaría presionando para que el presidente mexicano Enrique Peña Nieto y la mandataria de Brasil, Dilma Rousseff, inviten a disidentes cubanos a la Cumbre de las América, que tendrá lugar en abril venidero en Ciudad Panamá.

Ya lo advirtió Raúl en la III Cumbre de la CELAC:»los voceros del gobierno norteamericano han sido claros en precisar que cambian ahora los métodos, pero no los objetivos de la política, e insisten en actos de injerencia en nuestros asuntos internos que no vamos a aceptar. Las contrapartes estadounidenses no deberían proponerse relacionarse con la sociedad cubana como si en Cuba no hubiera un gobierno soberano».

Amén de las diferencias irreconciliables que en materia de derechos humanos, de sociedad civil y en otros temas existen entre ambos países, es hora de que Washington preste atención a los justos reclamos de la mayor de las Antillas en aras de avanzar hacia el verdadero restablecimiento de las relaciones, no solo diplomáticas.

Porque con bloqueo, intromisión en nuestra soberanía, con leyes como la de Ajuste Cubano y con campañas subversivas resulta muy difícil alcanzar este propósito, para bien de los pueblos cubano y norteamericano, y ¿por qué no?, también del resto de América Latina y el Caribe.

 

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