Apenas comenzaba 1953, año del centenario del nacimiento de José Martí, se mancillaba el busto de Julio Antonio Mella, al pie de la Universidad de La Habana, y ya se ponía a prueba el coraje revolucionario de cientos de estudiantes universitarios y compatriotas nucleados en células que, con el silencio necesario que siempre indicó nuestro Héroe Nacional, se fueron multiplicando bajo las orientaciones precisas y audaces de Fidel Castro.
Los acontecimientos se desataron vertiginosamente. La que la historia reconoce como la Generación del Centenario bajó la escalinata universitaria en nutrida y combativa manifestación que tomaría la calle de San Lázaro enfrentándose a los tiros, palos y chorros de agua de policías y bomberos empeñados en disuadirla. Las consignas contra el régimen de Fulgencio Batista estremecieron las calles entre heridos, detenciones y la gravedad de Rubén Batista Rubio que caía herido en medio de la confusión reinante.
Internado con urgencia en el Hospital “Calixto García”, la vida del joven Rubén se fue debilitando durante varias semanas hasta que el 13 de febrero de 1953 fallecía para convertirse en el primer mártir de la Generación del Centenario.
Una bandera, de valentía, sangre y fuego, se desplegaba para la juventud cubana. Las honras fúnebres del joven caído estremecieron la conciencia nacional y marcaron camino y ruta hacia la fecha gloriosa del 26 de Julio del propio año.
Años después, y en una de las varias entrevistas que le hice en vida al poeta Jesús Orta Ruíz, el Indio Naborí, el más extraordinario decimista del siglo XX cubano, rememoraba aquella dramática muerte del joven, en diálogo del cual transcribo un breve fragmento:
-¿Usted iba en aquella marcha de estudiantes donde hirieron de muerte a Rubén Batista?.
-Exactamente….estaba allí cuando lo hirieron de muerte….luego fue la agonía en medio de tantos días que esperábamos lo peor. Finalmente Rubén se nos marchó en la víspera del Día de los Enamorados…todo un símbolo.
-¿Quién le dio la noticia?.
– Fue un amigo entrañable, Jesús Montané Oropesa…llegó a mi lado y me dijo: ”Indio, acaba de morir el joven Rubén…ha sido un horrendo crimen…¿por qué no le haces un poema?.
– Y vinieron los versos.
-Así fue, Roberto…brotaron los versos, uno tras otro, como un torrente…fueron cinco décimas bajo el título “En la muerte de Rubén Batista”.
-¿Cuándo las dio a conocer?.
–Te cuento que al otro día las dije en un programa radial campesino que yo dirigía.
-¿Cómo se llamaba el programa de radio?.
-Se titulaba: Cómo piensan los cubanos…pero hay algo más que quiero contarte…cuando se acabó aquella transmisión llegaron a la emisora varios miembros de la Juventud Ortodoxa y de la Juventud Socialista. Eran muchachos de la Generación del Centenario…me pidieron una copia de las espinelas y se las di y luego supe que las habían publicado; fue algo clandestino que circuló en La Habana.
Hasta aquí la anécdota que me refirió nuestro Naborí, un poeta esencial de las letras cubanas.
Para los amigos lectores cierro con un fragmento de aquellas décimas históricas:
Tus padres no te han perdido
pues te evoca un pueblo triste
y la muerte solo existe
allí donde está el olvido.
Tú estás saludable, erguido
sonriéndole a la mañana
y ya eres una campana
fuertemente sacudida
en la conciencia dormida
de la juventud cubana…
¡Gloria eterna al primer mártir de la Generación del Centenario¡.