José Martí: “No se pueden hacer grandes cosas sin grandes amigos”

Los sabios y poetas de todos los tiempos han exaltado siempre la amistad. Además del amor, se necesita la amistad. Para los filósofos griegos, expresa virtud, es un regalo de los dioses. Aristóteles menciona tres tipos de amistad: por interés, por placer y por el bien; pero sólo la que surge del bien merece llamarse amistad. Para Cicerón y Séneca, la amistad implica armonía, buena voluntad y afecto. Platón  sentenció: «No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad».

Cerca de cien cartas le escribió José Martí a Serafín Sánchez Valdivia  después de conocerlo el 21 de julio de 1891 en Estados Unidos. Carlos Gómez, historiador, en una entrevista para el sitio Web de Radio Sancti Spíritus   asegura que de las noventa y cuatro cartas enviadas por el  Héroe  Nacional  a su amigo espirituano en treinta y cuatro saludos se aprecia el alto grado de amistad entre ambos próceres.

José Martí  consideraba la amistad como necesaria  para el desarrollo de cualquier tarea relacionada con la defensa de la  nación y de la familia,  también expuso consideraciones en torno a lo que para él representaba tener un gran amigo. En uno de sus libros de  Versos Sencillos escribió: “Si dicen que del joyero Tome la joya mejor, Tomo a un amigo sincero Y pongo a un lado el amor.

La amistad le sirvió a Martí poeta, de permanente inspiración: “Tiene el leopardo un abrigo en su monte seco y pardo, Yo tengo más que el leopardo, Porque tengo un buen amigo”. Como se puede apreciar un gran valor tuvo para José Martí el vocablo amistad.

En un intercambio de la radio de Sancti Spíritus  entre Historiadores y varios periodistas aseguran que la amistad entre  el espirituano Serafín Sánchez  y José Martí no fue sólo por simpatías personales. Martí vio en Serafín el hombre que lo podía acercar a los veteranos de las guerras pasadas, ya que estos lo rechazaban, no confiaban en él; el segundo, puso su prestigio de General, al servicio de las nuevas ideas revolucionarias. Así quedó sellada esta amistad para siempre. Los momentos que pudieron compartir en esos días fueron inolvidables para ambos.

Carlos Gómez, vicepresidente de la Unión de Historiadores de Cuba en Sanctí Spíritus ofreció breves declaraciones a través de una entrevista a la Redacción de Internet de Radio Sancti Spíritus de donde tomamos varios detalles que evidencian  como José Martí le dedicó  tiempo en su corta vida a cultivar la amistad, él se refirió a ese valor en disímiles ocasiones. Es  necesario que recordemos varias frases.

La única fuerza y la única verdad que hay en esta vida es el amor. El patriotismo no es más que amor, la amistad no es más que amor
. En carta enviada por José Martí a Manuel Mercado, le expresa: “los amigos son mejores que los amores, los que estos corroen, aquellos  los rehacen”. En una dedicatoria a Loraine Brunet el apóstol le escribe: “Si me preguntan cuál es la palabra más bella, diré que patria y si me preguntan por otra, casi tan bella como patria, diré amistad.

En la Monografía consultada Serafín Sánchez y José Martí: «Una sólida amistad» de Ernesto Jesús Baracaldo Álvarez se reseña: para Martí,  la amistad, tenía un significado excepcional, se le han conocido pocos amigos íntimos, tales privilegiados fueron: Fermín Valdés Domínguez, Manuel Mercado y Serafín Gualberto Sánchez Valdivia. Este último mereció la amistad plena de él y quebró la parquedad del viejo Gómez, a quien se unió cada vez más desde finales de la década del 80. Existe una anécdota histórica que cuenta por qué Máximo Gómez dejó de fumar:

De 1880- 1890 Serafín Sánchez vivió en la República Dominicana, sus condiciones de vida no eran las mejores, quedó desempleado, se alojó junto al General Francisco Carrillo en un cuartucho de mala muerte  ambos tenían un sólo par de zapatos, para ir a comer un día a la casa de un matrimonio amigo, iba uno y el otro esperaba a que volviera para poder ir a ingerir el apetitoso alimento después; en esa época ( 1889) sale Gómez a comprar comida para su casa, una vez que termina le queda un peso en el bolsillo, lo tenía destinado para comprar cigarros, rumbo al lugar donde se ofertaba la droga se tropieza con su amigo Serafín, lo ve muy mal vestido, lo lleva a una tienda donde vendían ropa barata y le compra un saco de mala calidad pero nuevo, al que llevaba puesto lo dejaron en la basura. Gómez se sintió muy satisfecho con este gesto y desde ese día no volvió a fumar nunca más.

José Martí utilizó en ocasiones  la poesía de  forma original  conocida como Cartas Rimadas. Una de esas Cartas Rimadas fue la que le dirigió el 21 de febrero de 1895 a Serafín Sánchez, que reseña la situación que padecía el pueblo cubano bajo el dominio colonial español: De tanto ver padecer/Sin ver cómo consolar/ Y tanto amargo llorar/ Donde no lo dejo ver/ De tanto esperar en vano/ Con el corazón deshecho/ Que le vuelva el alma al pecho/ Al triste pueblo cubano.

Es la amistad de Martí con  Fermín Valdés  Domínguez  la que floreció desde la infancia y se mantuvo a lo largo de sus existencias, en medio de vivencias muy intensas como la cárcel, el destierro y el exilio. La otra amistad, nació en la plenitud de la juventud, cuando el cubano sólo contaba con 22 años, durante su estancia en México, país en el que le aguardaban sus padres y hermanas, mientras en la Isla se desarrollaba la guerra de los diez años.

Así, 1875 se inscribe como el momento del encuentro de Martí y Mercado, amistad cultivada, en buena medida, gracias al género epistolar que sostendrían por dos décadas, en un intercambio de afectos y de experiencias que, como se evidencia en la correspondencia entre ambos, estaba alimentado por la sinceridad y la lealtad mutuas.

Veinte años, desde 1875 hasta 1895, duró la comunicación entre el cubano y el mexicano, desde aquel primer encuentro del 10 de febrero de 1875, en la estación de Buena Vista, en la capital mexicana, cuando Mercado acompañó a don Mariano Martí para recibir al hijo ausente que llegaba desde el Golfo, desde Veracruz al Distrito Federal, luego de su primer destierro en la península.

Más tarde, a mediados de los 90, en 1894 se produjo el reencuentro físico de aquellos dos hombres hermanados por el amor y la amistad verdaderos, mientras acudía José Martí a México, en medio de la organización de la guerra necesaria para recaudar fondos y apoyo a su proyecto revolucionario y, entonces, volvería a ser acogido en el hogar de la familia de Manuel Mercado.

En una ocasión, y desde Nueva York, en octubre de 1891, Martí le afirmaba a Mercado: Yo no conozco hombre alguno mejor que Ud., ni de mérito más cierto, aunque no sea pomposo, ni de generosidad más natural e infatigable, ni de mente y corazón más abierto a toda bondad y hermosura. Ud, a la escondida, salva honras, ampara caídos. Yo tengo orgullo en poner, frente a este bello libro de caridad el nombre de Ud. ¿Cómo he de olvidar yo que por Ud. tiene sepultura mi hermana –y que por Ud. hallé trabajo a las pocas horas de llegar a México, mísero y desconocido?

Cuando José Martí  necesita arreglar su documentación para celebrar sus bodas con Carmen Zayas Bazán, fue Fermín en La Habana y Mercado en Ciudad México los encargados, por José Julián, para tales trámites.

Y, en vísperas de caer en Dos Ríos, queda el testimonio de la profunda amistad y la confianza, la identidad de principios compartidos entre él y el mexicano, cuando escribió a Mercado, desde la manigua, la carta inconclusa en la que enfatizaba: Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir, ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.

Casi siempre se habla de Serafín Sánchez como único amigo espirituano de José Martí, en una investigación del historiador Mario Valdés Navia, titulada, Los amigos espirituanos de José Martí señala: el primer encuentro de Martí con un revolucionario espirituano ocurrió precisamente en los albores de su incorporación a la lucha por la independencia y dejó huellas indelebles en la conciencia del joven héroe. Ocurrió al ingresar en el presidio político condenado a trabajo forzoso por el delito de infidencia. Tratábase, según testimonio del coronel del Ejército Libertador Marcelino Díaz de Villegas, de «el venerable caballero Don Nicolás del Castillo y Diaz, de cuyas penalidades nos ha dejado recuerdos José Martí que, así como Valdés Domínguez, fue compañero de este anciano».

En esta misma investigación  se explica  de cómo Martí recién llegado a Nueva York tras escapar de su segundo destierro a España, entra en contacto con el joven espirituano Alejandro Rodríguez Velazco, veterano desterrado del ’68, quien terminaría la guerra de Independencia con los grados de General de División y sería el primer alcalde electo por votación popular en La Habana republicana.

El historiador Mario Valdés Navia considera que una de las páginas más hermosas de las relaciones de Martí con hijos de Sancti Spíritus la encontramos en su vinculación con el primogénito de Máximo Gómez, el joven Francisco Gómez Toro –Panchito -, quien conocía al Maestro por las cartas de Serafín Sánchez a su padre. La profunda amistad entre el Maestro y Serafín Sánchez Valdivia es bien conocida, pero pocos han prestado atención al hecho cierto de que Martí fue también amigo y compañero de luchas de otros miembros de esa familia, como el también General Raimundo Sánchez y Josefa Pina Marín, «La Pepa», esposa y colaboradora de Serafín.

En  República Dominicana, en febrero de 1895, vísperas ya de su incorporación a la manigua redentora, José Martí conoce al joven César Salas Zamora, hijo del Dr. Indalecio Salas, patriota del ’68. Según Valdés Navia todo parece indicar que fue César Salas el último espirituano en ver a José Martí con vida, pues lo acompañaba como Teniente Alférez adscripto a la escolta del General en Jefe cuando ocurrió el desastre de Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895.

¿Cuánto  de sabiduría y de necesidad para cumplir nuestros proyectos hay en el cultivo de la amistad? La sociedad cubana y la latinoamericana  están llamadas a asumir los preceptos escritos por Martí sobre la amistad como camino en el rescate de nuestras familias cada día más identificadas  con el amor. Vale que volvamos a citar varios de esos enunciados nacidos del alma del apóstol y que la radio a través de sus programas no deba dejar de trasmitir.

La amistad es el crisol de la vida.

Solo hay una cosa comparable al placer de hallar un amigo: el dolor de perderlo.

Hay que salir en amistad al encuentro de los ejércitos amenazantes

Enfermarse es pecar. Pero hay médicos diversos  y el mejor, es un buen amigo.

Para todas las penas, la amistad es remedio seguro, con un amigo el mundo lo es.

“…la lealtad de los amigos que es almohada cierta”

De la amistad impalpable es la fuerza, y contra el mundo sutil del desamor, en la pelea invisible en que va revuelta nuestra vida hay que ir levantando fortalezas de cariño.
Todo lo merece el amigo del humilde.

Bibliografía consultada

  • Galarraga, Váldés, Ramiro “Diccionario del Pensamiento Martiano” Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007
  • http://www.monografias.com/trabajos79/sanchez-marti-solida-amistad/sanchez-marti-solida-amistad.shtml
  • http://www.enlace.cu/marti/amigo.htm
  • http://www.habanaradio.cu

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