Relatos del cronista Julio Acanda

Aquello pudo ser una conversación cualquiera de no ser por la  provocación constante a investigar y a profundizar en la vida del Apóstol, no porque lo dijera, sino porque su sola admiración inspira a hurgar en las esencias del más universal de los cubanos. Dos cosas me quedaron muy claras: Acanda es un hombre sensible e  inteligente; la otra, es que tenía la sensación de estar frente a un gran periodista.

-Muchos lo tildaron de soñador al intentar emprender un proyecto que contara la vida de José Martí desde los lugares que visitó. Hoy, “Tras las huellas de la historia”, es una realidad con más de 80 capítulos. ¿Cuántas barreras tuvo Julio para iniciar el proceso de investigación?

“Muchísimas  incomprensiones y la idea firme de que era algo utópico. Podía ser el sueño de cualquier periodista, pero difícil de realizar. Ahora miro atrás y pienso, que sin dudas, a los ojos de los demás tenía que parecer imposible debido a que fue en  los crudos años noventa.

“Realmente me inspiró el estudio de la vida de José Martí, porque ¿qué cosa fue su paso por este mundo sino la ilusión de ver a Cuba libre? Comencé a estudiarlo y en la medida que pasaba el tiempo me convencí, cada vez más, de la necesidad de plasmar ese sueño, en textos, imágenes y entrevistas. Fue un hombre extraordinario, y eso me motivó a comenzar”.

-¿Cuánta diferencia notó entre la época que narra Martí en sus escritos y la que ahora viven países como Haití, Guatemala, México, New York, Tampa, Cayo Hueso en los Estados Unidos…?

“Podrá parecer raro, pero las descripciones de Martí me servían hasta de mapa en los lugares. Muchas se mantienen intactas a ciento y tantos años después; son idénticas -a lo que yo estaba grabando en cámara-  el carácter de la gente, la majestuosidad de la naturaleza, la situación social y económica. Cada paso que daba me parecía haberlo vivido. Parecían imágenes renacidas por el tiempo en Ciudad Antigua, en Guatemala, en Haití, en México… todas”.

-¿Y en Cuba?

“Con Cuba sucede algo sorprendente. Piensa primero que Martí vivió en la nación solo 17 años de su corta vida, o sea, su niñez y su primerísima juventud etapa de la cual pasó algún tiempo preso. Cuando regresó… fue  a morir. Las imágenes de la Habana, los habaneros, y la de todos nosotros,  las construyó Martí en su pensamiento y en su trato con los exiliados cubanos en Estados Unidos, pero, sobre todo, del estudio de los pensadores y grandes luchadores como Gómez y Maceo. Sus descripciones sobre nuestro país estuvieron marcadas por sus primerísimas vivencias aquí y lo que fue encontrando en su peregrinar por el mundo. Así descubrió la grandeza del alma cubana”.

-¿Cuánto le aportó espiritualmente el estudio de la obra martiana y la travesía por los pueblos que él visitó?

“Fue como un cambio de concepto de la vida, de los seres humanos, de las relaciones sociales totalmente diferente a la que teníamos, mi equipo y yo, en aquel entonces. Resulta sorprendente que Martí con solo 42 años signifique un camino y un estilo de vida. Cuando lo llamaron Apóstol, le dieron el nombre exacto. Un Apóstol entregado a una idea, a un concepto ético de la cubanía insuperable.

“Si profundizas en mi trabajo periodístico te das cuenta que busco las esencias, las cosas más recónditas y a la vez más auténticas de nuestra idiosincrasia y sentido de ser como cubanos. Eso lo aprendí de Martí. Yo simplemente soy uno más de los que se han propuesto indagar sobre nosotros mismos. Otros lo han hecho hacia otras ramas del deporte, la cultura, la ciencia, etc. Yo preferí hacerlo de esta manera”.  

-Habla de las esencias y pienso en la urgencia de que los medios logren presentar la historia de manera cercana y que no solo aporte conocimientos, sino que provoque ansias de conocer más. ¿Quiso Julio Acanda crear un precedente en la manera de narrar para el medio audiovisual?

“Mira, eso no lo sé. Estos materiales están hechos con mucha entrega y  cariño, pero también con mucha responsabilidad. Artísticamente tratamos de concebir los materiales audiovisuales de manera tal que la gente no rechace la historia, sino que la ame. Con la premisa de retener al público para dicirle: mira, esto forma parte de tu cotidianidad. Se trata de conquistar el interés. Si por lo menos logré un poquito de eso, estoy satisfecho y contentísimo”.

-Pero sí consiguió esa aceptación… por eso la serie se retoma todos los fines de semana en el Noticiero Dominical.

“Lo que pasa es que no veo a Martí como una estatua de mármol, un busto o inaccesible, sino todo lo contrario, fue un ser humano con virtudes extraordinarias y defectos que fueron criticados duramente por sus enemigos. Con dudas y debilidades ante determinadas situaciones, y,  por encima de todas estas características humanas, se supo elevar y ver que estaba destinado a algo grande. 

“No estoy de acuerdo con personalizar al Maestro o a otro grande de la historia de Cuba, porque cada uno tiene un Martí en su cabeza que no se corresponderá nunca con el de un creador. Muchos lo imaginan alto y era muy bajito, otros grueso y era muy delgado. O sea, llevar a la pantalla a un Martí vestido de época caminando por las calles, me parece totalmente ridículo. Tal vez por ello admiro tanto la obra de Fernando Pérez en ‘Martí el ojo del canario’, porque describió a un niño común y corriente, a su niño.

“Cualquier obra, ya sea de ficción o  documental donde se personifica a un actor o a alguien que por su parecido físico interprete a un héroe, no es bueno, útil, ni efectivo desde el punto de vista artístico. Y mucho menos de aceptación por la mayoría”. 

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