Siempre habrá muchos Abdala y Espirta para recordar

Los años infantiles del Apóstol, correspondieron a una etapa de gran trascendencia para la historia cubana. Se produjo el fracaso del anexionismo primero y del reformismo despúes. Luego, a plena flor de juventud, suena la campana de la Demajagua convocando a la lucha por la libertad, por el único camino obtenible: la insurreccción armada.

En Abdala, no solo encontramos la primera pieza de su dramaturgia, sino una abierta confesión de fe, y de compromiso social. La proyección de este guerrero que abandona su casa y su madre, para defender a Nubia, su Patria, no es más que la traducción de aquel joven rebelde que sumaba, su espíritu y su vida a una guerra aún incipiente.

A los valores artísticos de la obra, producida por un adolescente, se suman los principios de naturaleza cívica y moral que sustentaron, desde sus primeros brotes, las palabras del jóven, porque la literatura siempre tuvo para él una misión de servicio, de intenso humanismo.

El amor, madre, a la patria,

No es el amor ridículo a la tierra,

Ni a la yerba que pisan nuestras plantas;

Es el odiio invencible a quien la oprime,

Es el rencor eterno a quien la ataca…

Sin conocer el rumbo de la guerra, se sumó a la ola de la insurrección, y aprovechó el breve período de libertad imprenta decretada por el gobierno español, para publicar en “La Patria Libre” esta histórica alegoría con la cual, tras la realidad de un país del Continente africano invadido por los árabes, aludiera al contexto nacional y tomara partido.

En la obra observamos una enorme disyuntiva entre el amor maternal y el amor a la Patria. Es casi su hilo conductor , por lo que sería imperdonable dejar de mencionar. Esa imagen materna, era Doña Leonor Pérez, quién como muchas madres de este mundo, sufren la distancia de un hijo. Nadie como ellá entendió a su pequeño, pero tampocó, como ella, nadie lo amó más y temió por su destino.

Este fragmento demuestra la expresión que tal vez, quizo decir a su madre, y encontró en la poesía la mejor forma de hacerlo…

¿Yo detenerme, madre? ¿No contemplas

el ejército ansioso que me aguarda?

¿No ves que de mi brazo espera Nubia

la libertad que un bárbaro amenaza?

¿No ves cómo aprestan los guerreros?

¿No miras como brillan nuestras lanzas?

Detenerme no puedo, ¡oh, madre mía!

¡Al campo voy a defender mi patria!

A través de la puesta de sus personajes, observamos, además, el conflicto del hombre con sus semejantes. Y pienso entonces en el mundo actual y en el sufrimiento de miles de personas por hambre, miseria y violencia, a diferencia de otras cada vez más ricas. Sé de pueblos, que con el valor y la firmeza de Abdala, luchan por la unidad y la paz. Otros, en cambio, se enriquecen en nombre de esta noble causa y llevan al mundo a una destrucción moral y material.

Tal vez, como Leonor o Espirta – nombre del personaje- muchas madres cubanas sufren la distancia de sus hijos, quienes prestan servicio internacionalista en otros países del continente. Pero el temor por los designios de la vida, no las atormenta, porque saben que el amor a la familia y el deber, son las premisas por las cuales estos profesionales luchan a diario en los más intrincados lugares del mundo.

Por la sensibilidad de su autor, la firmeza del personaje, la riqueza artística de la obra, la tolerancia de la madre, y la nobleza de su patria, que no es más, que el reflejo de una época y las virtudes de un adolescente, la Radio Cubana le rinde homenaje a siglos de haberse publicado por primera vez. En el mundo hay muchos tiranos, pero también muchos Abdala y Espirta para recordar.

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