Una novia especial: La Radio

Ella, sin descanso, me retaba para que no desviara el rumbo y la amara como es en su esencia y propia naturaleza, un medio de comunicación muy especial, y para mi insustituible. Como dijo Orson Welles, «la radio es la pantalla más grande del mundo».

Resulta fascinante apreciar cómo supo emerger del papel que desde su nacimiento en Cuba, le habían asignado como radio comercial y simplona, no obstante el honroso papel que desempeñaron muchos y muchas desde su fundación, hoy galardonados muy merecidamente por su indiscutible profesionalismo.

Es un hecho cierto que cuando los rayos del sol pugnaban en la alborada revolucionaria por vencer tinieblas y oprobios, nació, con la Revolución, una nueva radio; vital, renovadora, con ansias de cumplir con su verdadero rol de informar, educar, promover cultura, orientar, movilizar y entretener. Ciertas son las deficiencias e insuficiencias que mantiene, decir lo contrario suena a hipocresía y ocultismo. Pero lo que sí es indiscutible que sus actuales virtudes brillan tanto que llegan a ensombrecer a aquellas fisuras.

Muchas veces me he puesto a pensar en nuestras únicas diferencias, la edad; ya ella tiene 90 años y yo 20 menos. Sin embargo, ¡qué maravilla!, esta novia mía se mantiene lozana, dinámica, saludable como el primer día en que nació, y tal vitalidad me ha contagiado de tal modo, que ahora, tengo la certeza, la amo como nunca, porque la veo luchando por mantenerse en el cimero lugar que, por derecho, le corresponde.

Por eso quiero, como un modestísimo homenaje, rendirme ante ella y, por sobre todo, expresarle mi infinita gratitud por todo el bien que me ha hecho, por la felicidad que experimento en saberla mía. En los instantes previos en que debo marchar a otras galaxias, les pediré a los más jóvenes que respeten mucho a mi novia, que la enaltezcan hasta hacerla indestructible.

Felicidades, mi Radio, en este nuevo aniversario.

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