La radio como arte

No se trata de la mera difusión de obras del quehacer musical o literario, más bien de que se reconozca la realización radial como un arte en sí misma. En sus primeros momentos, la radio se limitaba a poner música y difundir noticias. Al paso del tiempo aparecieron varios precursores que impulsaron un concepto artístico de la radio, no basado necesariamente en la difusión de obras artísticas, sino más exactamente en la manera como se estructura un programa radiofónico. En la radio podemos presentar un concierto de música clásica, y por ello no tiene que ser necesariamente un producto artísticamente elaborado en términos radiales. El concierto, la música como tal es un arte, pero no necesariamente el espacio que la transmite.

Entiendo como radio artística, concretamente, un producto radial con un nivel de realización donde se combinen armónica -¡y hasta científicamente!- todos los recursos del lenguaje del medio (música, voz, ruido y silencio) de manera armónica que hagan de todo el conjunto una unidad radial. Cuando se combinan todos esos elementos que integran el lenguaje radiofónico y se consigue promover un placer estético por el programa en sí mismo, entonces nos aproximamos al concepto artístico de la radio.

Pongamos como ejemplo el cine. Inicialmente no fue un arte, sino una novedad tecnológica que atrajo el interés de la gente. A partir de George Meliès fue cuando el cine empezó a perfilarse como lo que hoy es: el séptimo arte. Con la radio sucede algo parecido, por constituir un medio tecnológico para la comunicación, pero sus productos se hacen arte si poseen la propiedad de crear imágenes en quienes la escuchan, y hacerlo de modo armónico, combinando y unificando todas sus posibilidades expresivas.

Un concepto muy claro del quehacer radiofónico con criterio artístico quedó definido en realizadores como Alejo Carpentier, quien durante su labor en el medio, muy influenciado por el buen gusto de la radio en Francia, fue capaz de dar pasos firmes en lo teórico y en lo práctico en cuanto a programas de radio como productos artísticos.

En el mundo contemporáneo, donde la prisa impone lo efímero, algunos han puesto, tristemente a un lado, el concepto artístico de la radio. Se piensa que un espacio cultural es aquel donde se habla mucho de arte y, por tanto, puede tornarse aburrido, de único interés para especialistas, y por ende latente amenaza que como espada de Damocles amenaza con la extinción de la audiencia. ¡Nada tan lejos de lo que pretendo expresar!

En primer lugar, una programación cultural en radio no es, necesariamente, un espacio donde se hable durante horas de temas artísticos. La verdadera programación cultural se identifica por su alto nivel de realización y por una dinámica que, al tiempo que transmite conocimientos, fomenta un exquisito placer estético.

Es muy peligroso apelar a formas manidas y conformarse con una radio “complaciente” que se deje arrastrar por las preferencias de quienes llaman o escriben al programa.

Entendamos bien que siempre existe una “mayoría silenciosa” que ni escribe ni llama, pero que está al pendiente de lo que se difunde, y se muestra anhelante de elementos novedosos y bien elaborados que, como aclaración, ninguna relación tienen con los snobismos cuyo único afán es el de impresionar y hacer ver cómo excelente aquello que pocos pueden entender.

Se impone lo novedoso dentro de los principios que rigen el quehacer radial, al tiempo que vale la pena preguntarnos por qué hay radioemisoras en algunas partes del mundo que se conforman con un derrotero primitivo, al estilo de los primeros tiempos ¿Por qué no aceptan el reto de un compromiso con lo más elevado en cuanto a la creatividad? Talentos abundan, sólo basta una voluntad de acción que abra las puertas a la creatividad y deje a un lado lo mediocre y efímero.

Una radio hecha arte se agradece siempre, hasta por aquellos que supuestamente, en su condición de radioescuchas, no parezcan aceptarla. No obstante, entiendo cuán difícil es admitir un concepto artístico de la radio si vagamente se conocen sus cánones, los cuales trascienden más allá de su acepción como tecnología destinada a la información.

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