Habana Heroica: El latrocinio en los cuerpos armados de la dictadura

El referido ministerio tenía como principal objetivo intervenir y recuperar para el pueblo, las riquezas y propiedades obtenidas a costa del erario público, por funcionarios y políticos corruptos de la tiranía batistiana.

Fue un trabajo efectivo que solo en el año 1959 recuperó cuatrocientos millones de pesos, en lo que se incluía dinero en efectivo, joyas, obras de arte, centrales azucareros, fincas, ganado y otras propiedades.

A ello contribuyó, aún más, y sin lugar a dudas, la Ley 112, del Gobierno Revolucionario, publicada en la Gaceta Oficial, el 4 de marzo de 1959. Por dicha legislación se procedió a confiscar todos los bienes mal habidos del dictador Fulgencio Batista, los que se adjudicaron al Estado cubano, medida que también incluía a cuantas personas habían colaborado con la tiranía, como fueron alcaldes, gobernadores, y otros funcionarios.

Varios autores cubanos que han abordado el tema como es el caso de Bernardo Valdés Sánchez, indican cómo numerosos jefes castrenses fueron parte importante en el robo y desvío de recursos en el seno militar. Entonces, Francisco Tabernilla Dolz, jefe del Estado Mayor del Ejército de la tiranía, ejercía el control del contrabando destinado a la logística de las fuerzas armadas del régimen a nivel nacional. Este personaje hubo de dejar en Cuba, debido a la cobarde huída del primero de enero de 1959, una cuenta bancaria que ascendió a 786 000 pesos, sin contar con otras cuentas bancarias que tenía en Estados Unidos.

Los negocios de los principales jefes militares dentro de las fuerzas armadas batistianas y fuera de las mismas, fueron incontables, en medio de un contexto de increíble y galopante corrupción, instaurada a partir del golpe militar batistiano del 10 de marzo de 1952.

No pocos de aquellos jefes militares llegaron a ser propietarios o accionistas de importantes firmas: El general Francisco Tabernilla  Palmero  (  Silito ), accionista de las Aerovías Q; el general Fenández Miranda, propietario de grandes extensiones de tierra, hoteles y yates de pesca, el general Robaina Piedra, propietario de Cemento Santa Teresa S. A; el general Alberto del Rio Chaviano, accionista de la Compañía Agrícola Arrocera Maceo S.A. y el general Eulogio Cantillo Porras, propietario principal de Minera de Cobre Canasí, S. A.

Uno de los casos más llamativos fue el del teniente coronel Esteban Ventura Novo, uno de los asesinos más connotados de la policía del régimen. Por el interesante artículo del periodista Delfín Xiques, publicado en el periódico Granma, se conoció de las cuentas dejadas en distintas bóvedas bancarias que el torturador no tuvo tiempo de vaciar por su fuga precipitada. Estas contenían sumas importantes de dinero, así como distintos documentos.

En una caja de seguridad se hallaron 977 979 pesos; en otra del Banco Continental Cubano, se hallaron 29 000 dólares a nombre de Serafina Freyre, esposa de Ventura. Por último, en el Trust Company of Cuba, una cuenta con 47 182.55 pesos. Además de esos importes, el asesino dejó la finca El Rosario, situada en la carretera que une a San Antonio de los Baños con la Salud, en la antigua provincia de La Habana.

Otro fugitivo, Pilar García, asesino de numerosos revolucionarios, entre otros, los asaltantes del Cuartel Goicuría, de Matanzas y no pocos en La Habana, aparecía en una larga lista con una cuenta bancaria ascendente a 814 000 pesos.

Uno de los resultados de aquel ambiente de robo y corrupción encabezado por el aparato gubernamental de la tiranía se señala en  el documento la “Demanda del Pueblo Cubano contra el gobierno de Estados Unidos, por los daños económicos ocasionados a Cuba” y publicado por la Editora Política, en que acudiendo al informe del Banco Nacional de Cuba, de febrero de 1959, se dió a conocer el total del dinero malversado por los principales jerarcas de la dictadura, el cual ascendió a 424 millones de dólares, todos situados en bancos estadounidenses.

En realidad, las verdaderas fortunas de las principales figuras de la dictadura empezando por el tirano Fulgencio Batista,  sus más cercanas amistades, familiares y políticos, depositadas en el exterior en instituciones financieras, bancarias, así como en grandes inversiones en Estados Unidos, resulta ser, hasta ahora, una incógnita.

Desde un principio, esas fortunas siempre han estado vinculadas, en su inmensa mayoría, a los planes contrarrevolucionarios aupados por los distintos gobiernos de Estados Unidos para tratar de derrocar, infructuosamente, a la Revolución Cubana.

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