Macabra realidad

De nada valen justos reclamos, ni exhortaciones  de la ONU,  organizaciones de derechos humanos, y mucho menos  el perenne grito de los que padecen tanto espanto a consecuencia de la injusticia llevada a planos insoportables.

Repasemos unos pocos datos para comprender hasta dónde puede llegar el capitalismo salvaje:“Un niño muere cada 5 segundos en el mundo por falta de alimento”

  • “El 20% de la población mundial consume el 80% de los recursos del planeta”
  • “Más de 218 millones de niños trabajan en condiciones de esclavitud y tareas peligrosas, y hasta son empujados a la prostitución”
  • “Mueren por año unos 18 millones debido a la pobreza”
  • “Solo EE.UU. gasta cada año en armamentos más de 200 dólares por cada uno de los más de siete mil millones de habitantes del orbe”.

Pero ¿qué sucede en el mundo de los pocos que tanto afecta a los más? La respuesta bien puede aparecer en los propios medios de comunicación dominados por la burguesía y sus odiosas y ridículas crónicas sociales:

La hija de la princesa Carolina asistió a la cena de modas en los Canales de Venecia”.

Romántica boda del hijo de la Condesa Gunilla Von Bismarck con Elisabet Dutu, en la que se reunieron con 400 invitados al banquete nupcial, que se celebró en uno de los mágicos rincones del Abama Golf Resort de Tenerife. Fue una boda exótica y romántica precedida por dos días de celebraciones, en los cuales se incluyó una denominada fiesta loca, divertida y sexy. Dos perritas, Bimba y Lola, llevaron hasta el altar las alianzas del enlace, vestidas para la ocasión con trajes de la Dogs Boutique de Los Ángeles”.

Es decir, unas perritas debidamente alimentadas, mimadas y hasta vestidas con trajecitos de una boutique para perros, mientras que del otro lado del mundo mueren de hambre y enfermedades curables millones de criaturas inocentes. Una pregunta, posiblemente hasta tonta…¿a esta pareja burguesa le pasará por la mente el cuadro dantesco de ver morir de hambre a tantos seres?

Mi intención, créame, no es hacer un relato patético a ultranza; pues tal cuadro  indignante es totalmente cierto, está ante nuestros ojos. Y no es posible ser indiferentes, porque la indiferencia de quienes sufren estimula la maldad, es una hija predilecta de la resignación y, consecuentemente ayuda al conformismo.

No presenciaré, por supuesto, el derrumbe de tanta maldad, quizás sí mis bisnietos. Pero de lo que  estoy seguro es que ella desaparecerá un día.

Es decir, es posible un límite al desenfrenado egoísmo, siempre que los que sufren en este mundo se impongan; de lo contrario continuará creciendo la espantosa estadística de los que padecen.

No hay fórmula intermedia: o luchamos todos para descabezar al monstruo o seguiremos sin remedio siendo esclavos de la macabra realidad que nos golpea, todos unidos como garantía del éxito.

Recordemos a nuestro inmenso José Martí:

“Mientras que la justicia no esté conseguida, se pelea.”

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