Cuba desenmascara nuevos actos terroristas y a sus autores (+ Video)

Disímiles son los actos que, a través de la historia, avalan esas afirmaciones que, a lo largo del tiempo, se han sostenido. Así lo demuestra la escalada de sabotajes ocurridos entre 2017 y 2020. En esos casos, se ha comprobado el vínculo de terroristas radicados en EE. UU., con ciudadanos cubanos de pésima conducta social en su mayoría, quienes, movidos únicamente por intereses económicos, pretenden promover el caos y el pánico dentro de la población cubana.

En este propio año, a finales de agosto y principios de septiembre, mientras el país se encontraba en franco enfrentamiento a la pandemia, se registró el lanzamiento de cocteles molotov contra una cafetería, una barbería y una bodega en el municipio de San Miguel del Padrón, en La Habana. Las investigaciones demostraron que los terroristas de origen cubano, pero residentes estadounidenses, William Cabreras González y Michel Naranjo Riverón, contribuyeron a instigar dichas acciones, bajo promesas de pago por cumplir con lo pactado, e incluso, asegurándoles a los autores que el financiamiento de una salida ilegal les ayudaría a salir impunes.

Estas irrefutables pruebas confirman que, desde el exterior, idean, reclutan, pagan y orientan lo que se ha constituido en un patrón estándar aplicado en las disímiles manifestaciones de terrorismo de Estado contra Cuba.

Varias son las figuras que han salido a la luz en medio de esta escalada de ataques a la Isla. Un ejemplo de ello es Yoniel Cardoso Freire, conocido por Toniel, un terrorista de origen cubano radicado en EE. UU., que ha promovido desde allí acciones violentas contra Cuba. En sus redes sociales se identifica como un miembro del llamado grupo Clandestinos, y por esa vía, recluta a personas para crear una célula, colocar carteles y realizar sabotajes. El pago por estas acciones siempre ha estado condicionado por la difusión de las mismas a través de las plataformas digitales, algo muy de moda entre dichos elementos.

Por ejemplo, en enero de este año fueron denunciadas las vejaciones cometidas contra bustos de Martí y otras imágenes de revolucionarios en La Habana y Santiago de Cuba. Este no fue un hecho aislado, sino que tuvo como organizadores al propio Yoniel y a Ana Olema Hernández, otra connotada contrarrevolucionaria. Las propias publicaciones en las redes sociales apuntaron a una tercera figura, el también terrorista radicado en el sur de la Florida, Jorge Luis Fernández Figueras.

Este último es miembro de una organización denominada Lobos Solitarios, y desde 2017 había sido circulado en Cuba por la comisión de actos de sabotaje. Ese historial recoge el reclutamiento de adolescentes para romper vidrieras y colocar carteles; también les proponía otro tipo de acciones más violentas. Así lo confirmaron quienes se involucraron en esos actos denigrantes.

Junto a otro miembro de esa fauna anticubana, Iván Leyva Basulto, Jorge Luis ya había organizado y financiado en 2017 la quema de un almacén de la Organización Básica Eléctrica, un Joven Club de Computación, la consulta médica de un policlínico y un aula de preuniversitario, en el municipio habanero de San Miguel del Padrón.

De acuerdo con declaraciones del coronel Víctor Álvarez Valle, segundo jefe del órgano Instrucción Delitos Contra la Seguridad del Estado, pese a las constantes denuncias hechas por Cuba, esas personas caminan impunes por las calles estadounidenses.

En fecha mucho más reciente, se confirma el propósito de Jorge Luis Fernández Figueras de influir en las acciones del agrupamiento contrarrevolucionario San Isidro. A través de uno de sus miembros intentó generar la participación de ese grupo en actos de desobediencia y provocación.

Con ese objetivo realizó pagos al ciudadano Denis Solís González, quien declaró que identificaba a Fernández Figueras solo por la voz, porque había recibido disímiles mensajes de audio de él, pero lo único que le interesaba era el dinero y no verle la cara al hombre tras la voz.

Lógicamente, los centros de este tipo de actos son importantes objetivos económicos y sociales, pues además de afectar la seguridad y tranquilidad de todo el pueblo, también pueden darle un golpe a la economía.

En 2019, es detenido un ciudadano que trabajó en el Despacho Nacional de Carga de la Unión Eléctrica. El mismo acopió información acerca del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), que luego entregó a quienes lo contactaron. Esa información permitiría organizar más tarde ataques al SEN, al tiempo que se transmitirían noticias falsas, con el fin de crear descontento e irritación.

El 26 de mayo de 2019 se produjo el descarrilamiento de un tren de carga, procedente de la terminal de contenedores de Mariel, enclave de una de las más importantes inversiones del país. El proceso investigativo permitió detener a los cuatro autores del hecho, quienes confirmaron la incitación, organización y financiamiento desde la Florida. En este caso se involucran los terroristas de origen cubano residentes allí, Yaser Izquierdo Hernández y Luis Mario Vela Reyes, quienes, pese a su amplio historial delictivo, pasan inadvertidos para las autoridades federales.

En todos estos casos, al tratarse de ciudadanos residentes en Estados Unidos, las autoridades cubanas han alertado al Gobierno de ese país sobre las acciones terroristas y, sin embargo, aparentan actuar de manera severa, pero en definitiva no asumen una conducta de enfrentamiento, sino que protegen a esas personas.

En la madrugada del 30 de abril de 2020, un ciudadano cubano residente en EE. UU. abrió fuego contra la sede diplomática cubana en ese país, con un rifle de asalto. En el mes de julio, el Gobierno de Washington inició un proceso penal contra el autor del hecho.

Sin embargo, fueron incapaces de admitir que se trataba de un hecho de terrorismo en su propio suelo, algo que no tomó por sorpresa, dada su protección a las organizaciones y grupos anticubanos que coexisten en su seno.

En ese entonces, el canciller cubano Bruno Rodríguez declaró: «Llamé la atención respetuosamente a la señora Encargada de Negocios, de que una acción como esta, contra la embajada de Cuba en EE. UU., en cualquier caso, había sido alentada por la creciente retórica hostil contra nuestro país».

Se trata de un sentimiento de impotencia, al no poder rendir a un país que decidió ser libre, y que jamás renunciará a ese tesoro.

 
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