El ayer y hoy de la revista en la radio cubana

Otro detalle interesante es la extensión del programa. Por lo común, las revistas son largas. Suelen ocupar más de dos horas de transmisión. Cuentan con variedad de segmentos, los cuales tienden a caracterizarlas. Por otro lado – y aquí usamos un concepto que acostumbra a utilizar el locutor Franco Carbón y es el de diseño radial.

La revista ha de tener un diseño radial que la singularice-  podríamos apuntar otros aspectos propios de las revistas y quizás no tendríamos para cuando acabar y el asunto es que cada revista se amoldará al estilo y preferencias de su director, aunque éste trate de ajustarse a determinados cánones. Por encima de todo escapará una estética que es personal y, al propio tiempo, colectiva, pues la materializa un colectivo definido. Este rasgo no lo consideramos un defecto ni mucho menos. Al contrario, puede ser una virtud.

Un elemento importante en cualquier revista es la presencia de un móvil, un vehículo que se mueva por distintos lugares, no tan lejanos, que ofrezca informaciones llenas de inmediatez. El empleo del móvil es algo bastante antiguo. El primer móvil que se usó en la radio, según Oscar Luis López, lo utilizó Guido García Inclán en su noticiero radial El Periódico del Aire, que empezó a salir por la COCO en 1948. La unidad móvil de que hablamos fue construida por el ingeniero Luis Casas Rodríguez, hijo de Luis Casas Romero. Se trataba de un pisicorre, regalado por la firma Trinidad y Hermanos a cambio de que se dijera: Transmitiendo desde la unidad móvil Trinidad y Hermanos.

El teléfono es otro elemento vital en la revista radial, ya que a través de él pueden tributar corresponsales y reporteros, así como intervenir los oyentes, si es necesario. En este punto nos detenemos, pues se observa una tendencia, algo esquemática, de darles participación a los oyentes para demostrar audiencia, sin que se justifique su intervención. Si este elemento no se maneja bien, el programa puede caer en la reiteración y el aburrimiento, por lo cual se perdería interés.

El oyente puede aportar, incluso, ser el centro en algunos instantes, cuando se hurga en un tema determinado, que puede conocer o inquietarle. Su ubicación en el discurso radial depende de una dramaturgia bien pensada.

La mayoría de las revistas actuales no suelen utilizar pinceladas humorísticas y ello es algo que se pierde, ya que hubo épocas en que el humorismo formó parte hasta de los noticieros. Por ejemplo, es sabido que Enrique Núñez Rodríguez escribió un noticiero humorístico que se llamó: Cuba en llamas, de quince minutos, que salía dentro de El Periódico del Aire, por la COCO, a finales de la década de los cuarenta. Los locutores eran Manolo Ortega y Álvarez Viejo. Había un actor que imitaba voces prominentes de la época, nombrado Tito Rico. Claro está que este humorismo tenía, sobre todo, un matiz satírico y político. En estos tiempos podría ser diferente y emplearse para entretener y atacar malos hábitos sociales y conductas erróneas.

Conocemos que es sencillo enunciarlo y mucho más difícil ponerlo en práctica con acierto. Sin embargo no debe renunciarse a lo trabajoso, porque el talón de Aquiles de cualquier revista es que caiga en la rutina y en la repetición.

Observamos, por otro lado, cierta tendencia contra los dramatizados, por considerárseles programas enlatados, también por ser, en general, caros, según las tarifas existentes. No hay que olvidar que décadas atrás los dramatizados también cumplieron función informativa dentro de un género ya desaparecido, conocido por programas de apoyo informativo, entre los buenos cultivadores de este género estuvo Julio Batista, quien dirigió un espacio llamado Opinión de pueblo, en los comienzos de la década de los años setenta del siglo pasado. Este programa se transmitía por Radio Rebelde y resultaba muy interesante, ya que se atacaba lo mal hecho y se reflejaba lo que el pueblo pensaba, a veces con dramatizaciones y otras con géneros periodísticos, como la entrevista y el reportaje, que podía ser reforzado con escenificaciones.

Así pues, el dramatizado, convenientemente utilizado, puede formar parte de una revista, acentuando sus objetivos y enriqueciéndola en cuanto a contenido y variedad. De esta manera podemos considerar que todos los géneros caben en esta manera de hacer radio.

No hay dudas que las revistas tienen éxito en la radio actual, pues, según indican las investigaciones sociales, están entre los programas más escuchados. Los oyentes encuentran en ellas muchos elementos que los satisfacen, como música, informaciones, consejos útiles, recomendaciones relacionadas con la salud, con la vida hogareña, con el vestir, con la moda, con el sexo, con el consumo de alimentos, etc.

Por su naturaleza, la revista puede admitir todo aquello que no se aparte de su contenido principal, lo que hace a estos programas muy prácticos. También pueden ocupar mucho tiempo de programación de manera amena, entretenida y útil, sin ocasionar grandes gastos de producción.

Pensamos que las revistas deben ser dinámicas, pues el dinamismo es algo propio de las sociedades modernas. Ello obliga a un tiempo de gracia radial que no podría estar por encima de los tres minutos, ya que se caería la curva de interés, muy probablemente.

Otro aspecto importante es el balance. Un buen balance asimismo es una garantía de amenidad. Junto a ello, no perdamos de vista los distintos valores periodísticos, que, si están presentes en una revista y que son garante de interés. Entre estos valores periodísticos podríamos nombrar: la inmediatez, la prominencia, la proximidad, la originalidad, el interés humano, entendido en cuanto a mover resortes emotivos en el oyente, porque, por encima de todo, cualquiera que sea su perfil, una revista siempre informará. Si hay variedad de géneros informativos mayor será su efectividad.

El conductor es fundamental en esta clase de programas, ya que ha de tener la habilidad de improvisar bien y de ligar los distintos elementos de forma espontánea y creíble. ¿No hay guión en la revista? Muchos directores la trabajan sin escribir ningún guión y ello siempre es riesgoso, pues la organización y precisión son compañeras, por lo común, de buenos resultados. Aquellos que no escriben guión, ni siquiera de escaleta, se engañan al creer que trabajan sin él, pues, de hecho, tienen el guión en su propia mente. Pero no olvidemos que la mente puede fallar y ello nos lo demuestran cada día las computadoras.

En una época anterior no estuvieron tan de moda las revistas, sobre todo en nuestro país. Su auge vino a ocurrir en 1984, cuando se produjo la fusión entre Radio Rebelde y Radio Liberación. La nueva Radio Rebelde, dirigida en esos tiempos por Juan Hernández, puso en práctica una programación basada en revistas. La primera de ellas fue Haciendo Radio, dirigida por el uruguayo Jorge Ibarra. No fueron pocos los que creyeron que esto no iba a dar resultado, ya que se pensaba que el oyente no iba a soportar cuatro horas de información.

No obstante la realidad demostró lo contrario. Desde 1984 cobraron vigencia las revistas, que se convirtieron en platos fuertes en distintas emisoras. Ahora, ¿cuál es el peligro? Está dado en el parecido, en la semejanza. Cada revista está obligada a ser diferente, original, distinta y esto, por cierto, no es nada fácil. Pero ahí está el reto. El público manda y la situación económica también condiciona. Queda a los creadores vencer el reto.

NOTA DEL EDITOR
Luis Joaquín Sánchez, es escritor, asesor y director de programas radiales, licenciado en literatura, miembro de la UNEAC, con alrededor de 40 años de labor en la radio. Actualmente labora en la emisora nacional Radio Rebelde.

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