Entre la risa y la lágrima, en la cima de las artes, Erdwin Fernández Sánchez

Su ejemplar sencillez y su proverbial y tremendo humanismo, fueron identidades que como a pocos, singularizaron la cima que en las artes consolidó el actor de teatro, radio, cine, televisión y circo, Erdwin Juventino Fernández Sánchez, valores en que nos formó.

Nacido en la ciudad de Camagüey el 29 de enero de 1928, estaría cumpliendo 96 años de edad, muy joviales aún, multiplicado en sus tantos personajes que viven en la más entrañable memoria histórica del pueblo cubano, genuina tradición de varias generaciones.

Estudiaba el bachillerato cuando ya incursionaba en algunas obras teatrales dirigido casi por azar por quien luego sería otra figura relevante de los medios cubanos: Luis Manuel Martínez Casado, su primer director, con quien protagonizó la zarzuela Molinos de Viento.

Ingresó en la Universidad de La Habana para estudiar arquitectura, pero abandonó la carrera por seguir sus inquietudes artísticas, e incorporado al grupo Teatro Universitario, consolidó sus recursos histriónicos, y en la década de 1940 se integró en las misiones culturales que promovía el Ministerio de Educación para llevar representaciones teatrales, conciertos y exposiciones a toda Cuba, iniciativa concluida con el golpe de Estado de Fulgencio Batista en marzo de 1952.

En la radio, además de una admirable carrera como director y de haber sido relacionado con La familia Pilón, de carácter político con buen humor, y El correo de la risa (sobre todo infantiles, pues escribió, dirigió y actuó muchos de ellos), otros dos humorísticos de los más populares de toda la historia lo catapultaron al centro mismo del corazón del pueblo: desde los años 40, La Tremenda Corte (RHC Cadena Azul), heredero del mejor bufo cubano, más exitoso aún al presentarse simultáneamente en teatro; su Simplicio Bobadilla y Comejaibas era un muchacho de múltiples quehaceres, algo torpe y de baja estatura, tan mañoso como el pillo protagonista Tres Patines, a quien unas veces acusaba, y otras, era su cómplice también acusado.

Su otro emblema radial fue a partir de 1977, al sumarse al elenco de Alegrías de Sobremesa (Radio Progreso), donde interpretó tres personajes: Adolfito, un niño que distinguido por su voz infantil, lograba con maestría cuanto quería, como su “maltina con leche”, amenazando de lo contrario con sus inolvidables perretas hasta ahogarse en profuso llanto; Gervasio Escobar y Campanario, tres calles del municipio Centro Habana, nombre y apellidos que posibilitaban ampliamente los chistes; y Gustavo Adolfo Pita, réplica de Crepúsculo Pérez que el propio Edwin había interpretado en Fiesta a las nueve; un anciano dicharachero que jugaba todo el tiempo con el doble sentido y la picardía.

En 1951 comenzó a trabajar en pequeños papeles de la naciente televisión cubana, como el programa Television General Electric, donde interpretaba a un gánster junto a Enrique Almirante; ya entonces, tras tantos desafíos dramatúrgicos, en el programa infantil de la CMQ Chiquilín, aportó al imperecedero payaso que poco a poco consolidó hasta inmortalizarse como Trompoloco, todo un clásico de las artes circenses cubanas, con hondo legado cognitivo y humano que con su cara pintada de blanco, su gran nariz roja y redonda, y otras señas, inspiraría rompecabezas y mucho más, amigo tan amado por varias generaciones infantiles dada su capacidad de adaptar las artes circenses a la pequeña pantalla, y su gran habilidad para escribir sus propios textos, e improvisar.

A fines de los años 60 se incorporó a Teatro Estudio, valorado como la experiencia teatral más fecunda del siglo XX, importante centro formador de directores, actores y dramaturgos cubanos, colectivo con el que dirigido por Raquel Revuelta, participó en las puestas en escena de Los Cuentos del Decamerón y La última carta de la baraja.

Fue el esposo “de toda la vida” de la bailarina, modelo comercial, actriz y directora de doblajes Nilda Collado Díaz, belleza declarada Miss Perfección 1958, quien se aventuraría con él en la difícil arte del clown, y el 19 de marzo de 1962 nació su hijo, el admirable actor Edwin José Fernández Collado.

Para la televisión, creó y dirigió desde 1962 el espacio infantil Amigo y sus amiguitos, junto a Consuelito Vidal y su esposa Nilda Collado, donde daba voz a los títeres y personajes y también cantaba, con amplia popularidad; en el espacio Teatro Icr, creado por Marcos Behmaras para promover la literatura universal en la televisión, actuó en la obra Yerma (1964), del eminente granadino Federico García Lorca, con Sergio Corrieri y Consuelito Vidal, dirigido por Amaury Pérez García, que rodada íntegramente en el estudio 19 del edificio Focsa, fue la primera película de 16 milímetros filmada en Cuba específicamente para televisión; y en la serie comedia de situaciones Si no fuera por mamá, junto a Eloísa Álvarez Guedes, Marta del Río y Reinaldo Miravalles, interpretaba a Paco, el abuelo jubilado que había sido obrero ferroviario, cuyo éxito lo convirtió en presidente de honor del Comité de Jubilados y Pensionados de la División de Occidente de Ferrocarriles de Cuba, y recibió un carné banda roja que lo acreditaba como funcionario de alta jerarquía de ese sector.

Su breve pero memorable huella en cine nos remite a Las Aventuras de Juan Quinquín (1967), con Julito Martínez, dirigida por Julio García Espinosa e inspirada en la novela homónima de Samuel Feijóo, donde interpretó a Jaroche, íntimo compañero del protagonista; aún resulta hilarante al pensar: “Qué bueno soy… qué buena es… qué buena está”; película que según los expertos, marcó un punto de giro en la obra de su director y de todo el cine cubano, y ganó entre otros galardones, la Mención de Honor en el II Encuentro Internacional de Cine Iberoamericano (Barcelona, España, 1966); Premio de Dirección Apsara de Oro (II Festival de Phnom Penh, Cambodia, 1969) y Certificado al Mérito del I Festival de Guyana (1976); y también, fiel a su público infantil, en el largometraje de dibujos animados Elpidio Valdés contra dólar y cañón, de Juan Padrón, dobló al personaje Oliverio, un inventor medio loco que solamente con su ingenio, sortea las carencias de las tropas mambisas.

Entre tantos actores cubanos tan versátiles, Edwin Fernández Sánchez se identifica además indeleblemente, por su obra sostenida que tanto ha identificado las artes circenses cubanas, desde su gira por varios países de América Latina con el Circo Nacional de Cuba en los años 80, experiencias que publicó la editorial Extramuros como Cuentos de Payasos; luego publicó La carpa azul (Editorial Letras Cubanas, 1998), y Las dos botellas (Editorial Extramuros, Ciudad de La Habana, 2002); Trompoloco y el payaso Chorizo (Roberto Torres) protagonizaron las mañanas dominicales en el canal 6 de CMQ, Circo en televisión, durante las décadas de los años 1960 y los 1970.

También conductor, sus profesores recordarían sus anécdotas cuando estudiaba Historia del Arte en los Cursos para Trabajadores de la Universidad de La Habana. En el Instituto del Vedado había sido representante de Cultura para asumir las tablas como un acto de vida.

Tras el Festival Nacional de Payasos Trompoloco que entonces comenzó en la ciudad de Cienfuegos en su homenaje, falleció en la Ciudad de La Habana el 22-23 de octubre de 1997; en la 7ma. edición de este Festival (octubre de 2016, en el capitalino cine-teatro Yara) con la participación de otros cuatro países, ya era un evento internacional. Hoy la carpa sede del Circo Nacional de Cuba en la Quinta Avenida del municipio Playa, se llama Trompoloco.

De una u otra manera sentó escuela, con tantos valores que formó; no en balde, Ivón Peñalver acertó al llamarlo “el hombre que creció hasta la niñez” (www.envivo.icrt.cu, 23 de octubre de 2020); y se ha citado como fórmula a todo el gremio: “En nuestra profesión nunca se llega, siempre hay que estar indagando, buscando y estudiando”.

Quizás su método para la credibilidad que alcanzaba, era la verdad en toda su obra, su sensibilidad actoral que más que recrear vidas, simplemente las vivía, frente a la cámara o al micrófono; verdadera vocación sin límites ni incomprensiones por edades ni por nada, con el mismo respeto para todos los públicos, solo variando el lenguaje y las intenciones.

Así encontró desde la actuación la semilla, dada esa relativa ingenuidad tan madura del profundo analista de la vida y de la muerte, del alma y la esencia humanas, la verdad y la mentira, la traición y la entereza, y la sencillez con la que consiguió crecer a esa niñez asequible a todos, a partir de pequeñas historias de su propia inspiración, que lo situó tan popular en la cima de la cultura cubana, cuyos relatos destacaban la tristeza y ternura como dicotomía central de su personalidad.

Solo así, como el eterno Charles Chaplin, se podía lograr ese tránsito a veces inaudito de la risa a las lágrimas reflexionando sobre los sentimientos y valores humanos, como entre otros muchos momentos, aún lo oímos entonando, y cantamos emocionados con él, “Di por qué, dime abuelita…”

Autor

  • Dr. C. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez

    (La Habana, 1957) Licenciado en Historia del Arte (1982) y Licenciado en Historia General (1986), Técnico Medio Superior en Arqueología (1984) y Técnico Medio Superior en Museología (1985), Doctor en Ciencias sobre Arte (2001) y Máster en Antropología con Mención en Antropología Sociocultural(2001), Diplomado en Historia General Contemporánea (2006), Profesor Titular de la Universidad de La Habana (2002) e Investigador Titular (Ministerio de Cultura y Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente, 2004).

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