La guerra radiofónica durante el nazismo

El 9 de mayo de 1945 llegó a su fin la Segunda Guerra Mundial: día de júbilo universal, cuando renació nuestro planeta; día que nos recuerda tan espantosas enseñanzas de cómo se pueden reducir los humanoides, y nos alerta en contra de experiencias semejantes; hecho en que la radio protagonizó, de lo que apenas se habla.

Ciertamente, la radio apenas se perfilaba a lo que es hoy, desde que en 1854 James Clerk Maxwell describió por primera vez sus ondas propagándose por el espacio, en 1886 Heinrich R. Hertz lograba las primeras trasmisiones (ondas hertzianas, al término radio faltarían unos 20 años), de 1895-1896 datan la antena y la radio, de 1901-1906 las primeras emisiones radiofónicas y de 1910 el primer aparato de radio cuando muchos aficionados podrían construir sus propios aparatos, sin poder cambiar el dial hasta 1917 con el tríodo, su base hasta el transistor en 1950.

Eran auriculares conectados a un megáfono difíciles de oír, muy caros y pesados; de 1922 es la primera radio portátil, no obstante lo cual, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1919) se usó como comunicación militar sin hilos, información reservada de alto valor estratégico infundiendo moral a las tropas y patriotismo y espíritu de sacrificio en cada pueblo, imprescindible para los agentes en territorio enemigo: si era dañado o incautado fracasaba su misión y podía ser ejecutado, comprometiendo otras operaciones que dependían del espía y de su información.

Luego se venderían comercialmente al público millones de aparatos, con muchos más radioyentes, mejoras tecnológicas y nuevas experiencias en la Guerra Civil española.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el 90 % de los alemanes eran radioyentes. Pero ya en enero 1933 Adolph Hitler fue nombrado canciller y desde julio, todos los demás partidos políticos y los sindicatos fueron suprimidos, la prensa y la radio quedaron bajo control estatal y la mayoría de los elementos de la sociedad civil fueron neutralizados. A diferencia de los países ocupados, en Alemania la resistencia podía verse como anti-patriota, sobre todo en tiempos de guerra. La resistencia no violenta daba refugio a los perseguidos, escuchaban ilegalmente los programas de la Radio aliada y producía periódicos clandestinos antinazi.

La demagógica propaganda nazi se autoproclamaba víctima de la agresión aliada y judía, a quienes acusaban de difundir mentirosas atrocidades del gobierno nazi, y que los judíos estaban reasentándose en Alemania. El 31 de agosto de 1939, miembros de la SS (Schutzstaffel, guardaespaldas de Hitler) disfrazados de militares polacos, atacaron a la emisora de radio alemana en Gleiwitz (Gliwice) y al día siguiente Hitler, mediante la oficina de prensa del Partido Nacional-Socialista, prohibía usar la palabra “guerra” argumentando que simplemente, estaban repeliendo las “incursiones” polacas y contra los alemanes étnicos en Polonia, que exageraba, y comparaba los judíos polacos con las imágenes antisemitas que recordaban del periódico Der Stümer o de la exposición llmad EL Judío Eterno, y luego de la película homónima.: invasión a Polonia que marcó el inicio oficial del conflicto.

Paul Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda de Hitler, disponía de 107 emisoras de onda larga y media, y 23 de onda corta  para el exterior, con 279 emisoras de noticias y propaganda en 53 idiomas distintos. La radiodifusión era muy superior a la prensa escrita, sometida más fácilmente a la censura. Sin fronteras, la radio tomó, como la guerra, dimensiones mundiales, y penetró más profundamente en Asia y África, hasta entonces al margen.

Poderosa arma propagandística y sicológica, intimidaba, intoxicaba y desmoralizaba a los adversarios, informaba a los escuadrones las estrategias a tomar, mientras alentaba, apoyaba y estimulaba al pueblo, aunque años después se reveló que la mayoría de esos comunicados eran falsos. Pero un mal comunicado podía costar la muerte de miles de soldados y perder territorios.

Dada la gran accesibilidad radial inevitablemente a todos, fueron necesarios los códigos secretos y las contraseñas, claves y cifrados que solo reconocía el bando emisor, y los expertos en descifrarlos en el otro bando. Fue famoso el Código navajo estadounidense en el idioma de esas tribus. Para Hitler, la constancia y repetición eran imprescindibles, e insistía a los locutores de radio los contenidos nazis constantes.

No solo la radio: Goebbels unió en una sola, todas las empresas rivales de noticieros cinematográficos del país en la Deutschewochenschau (Perspectiva Semanal Alemana) y revisaba personalmente guiones y edición, entre 12 y 18 horas de filmes de fotógrafos profesionales que un mensajero llevaba a Berlín todas las semanas, editando para producir cortos entre 20 y 40 minutos; de 400 copias llegaron a 2,000 y docenas de versiones en otros idiomas, incluidos el sueco y el húngaro, y los cines rodantes los llevaban a las áreas rurales alemanas, mientras la censura impedía acceder a las condenas del resto del mundo contra los crímenes nazis, garantizando una popularidad de “unidad nacional” que decidía en Alemania, aun de quienes no habían respaldado a Hitler, para un futuro utópico y contra judíos y otros que excluían de su “comunidad nacional”.

Tras la derrota nazi en Stalingrado en febrero de 1943, ya la propaganda nazi era cada vez más difícil de conciliar con la realidad, y se frecuentaba más escuchar las radioemisoras extranjeras para contactar con informaciones más verídicas; se rechazaban los noticieros cinematográficos, y para obligarlos a verlos con el resto del programa, Goebbels ordenó cerrar con llave la puerta de los cines.

Presionados por la Cruz Roja Internacional y la Danesa dados tantos judíos que se llevaban, las SS filmaron el gueto en Theresienstadt entre diciembre de 1943 y marzo de 1945 en conciertos, jugando futbol, en huertos familiares, descansando en las barracas, los obligaban a fingirse escritores, actores, decoradores, editores y compositores creando esa imagen, muchos niños participaron a cambio de comida, leche y dulces inusuales, aunque no lo exhibieron al pueblo alemán, que podría cuestionarse los judíos en los guetos supuestamente viviendo mejor que ellos en tiempos de guerra; nunca se exhibió, ni sobrevivió la guerra. También de 1943 es la película nazi Titanic, acusando del desastre a la codicia británica y estadounidense.

La nueva propaganda previendo su derrota, era que convertirían a Alemania en un país agricultor, lo que tuvo cierto efecto alentando el fanatismo contra capitular.

Se llamaron “radios negras” a las emisoras clandestinas que aparentaban ser de un bando trasmitiendo mentiras para desmoralizarlo; emisoras oficiales y otras desplegaron toda su capacidad persuasiva, sobre todo alemanes y británicos, con programación especial desde su bando pero camufladas como agentes del bando contrario, genuina “guerra radiofónica” en que según Nacho Otero (25 de octubre de 2018), se destacaron dos ingleses representativos de ambos bandos.

La primera de estas emisoras fue Radio Humanité de los nazis desde inicios de 1940 trasmitiendo en francés desde Prusia Oriental, como si fuera el Partido Comunista Francés con mensajes derrotistas contra involucrarse en una “guerra del capitalismo imperialista”, creando un organismo de desinformación radiofónica destinado a los angloparlantes, con el nombre en clave de Buró Concordia y dirigido por Erich Hetzler, que puso en marcha cuatro radios negras: Christian Peace Movement Station, que decía representar a un inexistente movimiento pacifista cristiano británico para que se negaran a empuñar las armas; Workers Challenge Station, con lenguaje de los obreros británicos apelando a la revolución contra el sistema capitalista; Radio Caledonia incitaba a los escoceses contra los ingleses, y la más importante: New British Broadcasting Service (NBBS) imitando a la BBC, donde William Brooke Joyce, anglo-irlandés nacido en New York, afiliado a la Unión de Fascistas Británicos desde 1932 y huido a Berlín en 1939 antes de ser detenido por su activismo pro-hitleriano nacionalizándose alemán, se dirigía al público en general. Su peculiar deje, su mezcla de acento de clase alta y nasal pronunciación irlandesa, le propició el sarcástico apodo de “Lord Haw-Haw”. Tras la guerra fue ahorcado por alta traición, sin abjurar jamás de su credo fascista.

Otro británico pero contra el nazismo, nacido y criado en Berlín de padres australianos, el periodista Sefton Delmer, corresponsal del Daily Express en Berlín donde por su impecable alemán y su amistosa relación con Ernst Röhm, líder de las SA (Sturmabteilung, comandos paramilitares nazis), consiguió una entrevista con Hitler, y alcanzó tanto prestigio entre los nazis que pudo organizar y dirigir dos estaciones falsas muy eficaces, el Gustav Siegfried Eins (Gustav Siegfried One o GS1), supuestamente operada por fervientes nazis alemanes que insultaban contra Churchill, los judíos y los comunistas, pero deslizaban toda clase de embuste en la opinión pública alemana; y la Soldatensender Calais, cuyo contenido desmoralizaba a la Wehrmacht mezclando hábilmente noticias falsas y reales; Radio-Secret con emisiones clandestinas desde la misma Alemania, y otras varias durante la guerra. En 1962 publicó su libro autobiográfico Black Boomerang.

Aun a las 7:35 amaneciendo el 7 de mayo de 1945, una red de radio militar en el último puesto de resistencia en Cuxhaven, en la costa alemana del Mar del Norte, el postrero mensaje de los nazis interceptado por la inteligencia británica “Cerrando para siempre –los mejores deseos- adiós”, era del teniente Kunkel, reportando la llegada de las tropas británicas a la posición; poco después se rindieron.

Ya en 1944 “Brown” (nombre clave de la red de radio militar alemana), se había extendido por toda Europa, informando sobre el desarrollo de armas experimentales. Casi 9,000 personas trabajaron descifrando códigos,  la mayoría mujeres como Helen Andrews, destacándose descifrando Joan Clarke; entre los padres de la computación, Alan Turing descifró los códigos de la maquina Enigma, acortando la guerra entre dos y cuatro años y salvando millones de vidas, aunque tras la guerra fue torturado por la homofobia de su propio gobierno hasta la muerte más cruel; a considerar ya en jornada contra la homofobia, pues esto y mucho más advierte que aún faltaba, y falta todavía, para la justa y urgente paz: pero sin duda el 9 de mayo mucho nos acercó, y la radio aún tiene mucho que aportar.

Autor

  • Dr. C. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez

    (La Habana, 1957) Licenciado en Historia del Arte (1982) y Licenciado en Historia General (1986), Técnico Medio Superior en Arqueología (1984) y Técnico Medio Superior en Museología (1985), Doctor en Ciencias sobre Arte (2001) y Máster en Antropología con Mención en Antropología Sociocultural(2001), Diplomado en Historia General Contemporánea (2006), Profesor Titular de la Universidad de La Habana (2002) e Investigador Titular (Ministerio de Cultura y Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente, 2004).

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