A la Revolución cubana nadie la tumba

“A esta Revolución nadie la tumbó ni la tumbará jamás. El Primero de Enero llegará a sus 62 años con más bríos que nunca. Ayer le contaba yo a uno de mis nietos que en los jóvenes está el presente y el futuro del país, pero que para cumplir bien con la misión que le toca a él y a los de su generación, deben estudiar y estar muy informados”.

Recuerda que “al triunfo de la Revolución ya había hecho nueve zafras azucareras co­mo machetero, aunque entonces, ya con 20 años, todavía era analfabeto. Fue después con la Alfabe­tiza­ción que cogí unos graditos.”

Condecorado con el Título Honorífico de Héroe en el 2014, Calero Ramos es un convencido de que la lectura constante de los periódicos, ver la televisión y escuchar las noticias, son las mejores armas para combatir a los que intentan confundirnos. “Eso no va conmigo”, dice y se echa reír.

“Por eso soy un oyente tremendo de Radio 26. Escucho todos los espacios y la pelota, eso no me lo pierdo yo. Mire usted que ahora una mujer narra los juegos. Quién lo iba a decir. Me gustan mucho los comentarios  de Dayron Medina. Ese muchachito sí que es bueno”.

Con un periódico Granma en las manos, Calero Ramos busca cada detalle del ordenamiento monetario, en especial del pago a los jubilados. “Estos son cambios necesarios. Ahora hay que trabajar mucho para ayudar a la economía del país”.

A su juiciouna condición indispensable en el propósito de mejorar la sociedad cubana es conceder mayor importancia a la jornada laboral, no incumplir el horario, aprovecharla al máximo y procurar que el trabajo sea lo más sagrado para vivir.

Considera que el éxito de las transformaciones planteadas en la Estrategia Económica y Social depende de que en cada lugar se sea laborioso y consagrado, la mejor mezcla para “triunfar en cualquier actividad”, señala.

Fue principalmente como  integrante de la brigada No. 3 de la ECOING 35 de Cuevas y Túneles donde Calero Ramos fraguó una extensa y ejemplar trayectoria laboral, por la que se ganó la admiración de no pocas personas. “En el Ejército aprendí la disciplina con la que entré al mundo del cemento y la arena, del pico y la pala”.

Aunque reside en Matanzas des­de muy joven, nació en Minas de Jarahueca, Sancti Spíritus. “Allí eché los primeros años de mi juventud, por lo general cortando caña. Algo que nunca olvido de aquella zona es la presencia de mi abuelo José Ignacio, veterano de la guerra del 95. En las noches, rodeado de sus muchos hijos y nietos, solía contarnos pasajes de la guerra. Era un viejito bravo y cuando murió le hicieron guardia de honor por sus relevantes méritos”.

Perteneciente al Sindicato de Trabajadores de la Construcción, Calero representó a Cuba en misiones internacionalistas en Angola, Iraq y Jamaica. Sin embargo, considera, “la mejor misión la he cumplido en mi país. Estoy agradecido de una tierra donde jamás se deja a nadie desprotegido. Esta guerra contra la Covid-19 reitera la grandeza de la obra que se construyó con la guía certera de nuestro Fidel. La Revolución seguirá viva, que  nadie lo dude”.

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