Entonces, recibieron una llamada desde el cuerpo de guardia: llegaría a la sala de infecciones respiratorias agudas (IRA) una niña de dos años, procedente de la ciudad de Bayamo, y quien era contacto de una persona positiva a la Covid-19.
“El rostro de la madre reflejaba la angustia que produce la sospecha de una enfermedad como el nuevo coronavirus; la incertidumbre de los días por venir. La pequeña era todo amor: sonreía de vez en cuando, estaba un poco inquieta, parecía incómoda, y es lógico.”
Así comienza mi diálogo, mediante el chat de Facebook, con la doctora Yaquelmis Borrego Antolín, especialista en pediatría y una de las integrantes del staff del hospital infantil Hermanos Cordové, de esta ciudad de la oriental provincia cubana de Granma y cuyo colectivo asume desde el ímpetu, la profesionalidad, pasiones y consagración el enfrentamiento al contagioso virus.
“Afortunadamente el análisis de PCR dio negativo y todos respiramos aliviados, pero hubo que seguirla y medicarla porque los exámenes corroboraron una bronconeumonía bacteriana.
“Mejoró poco a poco, y ya de alta, una mañana nos sorprendió un inusual regalo porque uno no trabaja para eso, sino para lo cual se formó: entregarse día a día por las salud de los niños.”
Yaquelmis se refiere a un texto de agradecimiento que en su perfil de Facebook publicó Iliana Rodríguez, la madre de la pequeña bayamesa: “Agradecida a las doctoras maravillosas que pusieron todo su amor y empeño en restablecer la salud de mi bebé, en el hospital pediátrico Hermanos Cordové, sala B de IRA, de la ciudad de Manzanillo. Yaquelmis Borrego y Adriana Fernández. Muchas Gracias todos los niños del mundo deberían ser atendidos por ellas.”
Agradecida a las doctoras maravillosas que pusieron todo su amor y empeño en restablecer la salud de mi bebé, en el…
Publicado por Iliana Rodriguez en Martes, 16 de febrero de 2021
“Nadie esperaba esas letras. Todos nos abrazamos porque ahí es donde compruebas que los sacrificios no son en vano y que la felicidad de un padre al tener en sus brazos a su niño sano, sonriente es incomparable y si uno contribuye a ello, resulta muy gratificante.
“El Sars-Covs-2 cambió nuestra manera de trabajar desde hace casi un año: tuvimos que estudiar, revisar bibliografía porque era una enfermedad nueva, de la que apenas se conocía. Los desafíos fueron para todos los trabajadores del hospital: incrementar los conocimientos y poner en práctica los estrictos protocolos de bioseguridad para evitar contagios y la propagación dentro de la unidad asistencial.
“La disciplina y la responsabilidad ha delineado el actuar del colectivo y eso garantiza una efectiva atención a los infantes y sus familiares porque el “Hermanos Cordové” fue el hospital seleccionado en la provincia de Granma para evaluar y atender a los sospechosos y positivos a la Covid-19.”
¿Cómo fue su primer acercamiento a la Zona Roja?
“Me incorporé el 5 de febrero, jornada en la que asumimos en el servicio a dos pacientes de los que se refería como altamente sospechosos. Una tiene que encarar los retos de esta profesión con el deseo de que todo lo que contribuya a recuperar la salud de los infantes hay que hacerlo bien, por eso no lo pensé dos veces al dar mi paso al frente para la tarea.
“El miedo a enfermar siempre estuvo ahí, formó parte del equipo como un miembro más, pero el ímpetu de curar a los pacientes siempre se impuso a los temores y salimos victoriosos.”
Un día después, el equipo de Borrego Antolín lo completaron la doctora Adriana Fernández, especialista en segundo grado en pediatría; el doctor Leandro, experto en medicina interna y quien tuvo a su cargo la atención a las madres de los niños; y los enfermeros Rafael, War Danilo, Niover y Pedro Pablo. Además, Arianna, la pantrista y Karina, la auxiliar general.
“Estrechamos los vínculos como una sólida familia que tiene un objetivo común: salir adelante y devolver el aliento a los pacientes y sus acompañantes. No existe nada más hermoso.
“Cuando trabajas bajo estas circunstancias la concentración tiene que ser aun mayor, nada puede fallar: discutíamos y valorábamos constantemente la evolución de los “casos”.
“Algunos pacientes resultaron positivos a la enfermedad, otros afortunadamente no. En las dos semanas de labor no hubo complicaciones porque a los infantes a los que se les diagnosticó el padecimiento no presentaron inconvenientes y los que lo necesitaron, el organismo les respondió de manera efectiva al tratamiento con Interferón.
“Hoy algunos están ingresados en unidades hospitalarias de la ciudad de Santiago de Cuba y desde allá sus progenitoras nos escriben mensajes a los móviles contándonos la evolución de los niños, la fortaleza y tranquilidad que significa disponer de un sistema de salud pública como el cubano, que es idéntico en cualquier sitio y la felicidad que experimentan por las atenciones que reciben sus vástagos.”
¿Cuál es el instante más estremecedor dentro de la Zona Roja pediátrica?
“Confirmar la noticia de los positivos es lo más difícil: la incertidumbre golpea a todos porque no sabes cómo van a reaccionar los padres o el familiar, y lo más importante, cómo será el tratamiento en los pequeños.
“Para la doctora Adriana, mi colega y para mí, siempre eran complicados esos minutos: lo hacíamos con un nudo en la garganta, porque esta pandemia nos duele a todos. Es triste saber que el nuevo coronavirus está ocupando la sonrisa de un niño.”
¿Qué experiencia le dejó su primer contacto con esa tarea?
“Muchas, pero la primordial es que cuidarse del virus es un necesidad inmediata. Desde el punto de vista profesional varias: el estudio de una enfermedad desconocida, asumir novedosos tratamientos y estrictos protocolos sanitarios y de bioseguridad y lo esencial es que el calor, el cuidado y el amor de la familia es el mejor abrigo para los niños.”
Ahora Yaquelmis y sus compañeros están en el período de aislamiento, luego de catorce días en la zona roja pediátrica.
“Este lunes nos harán el PCR en tiempo real. Si todo está bien regresaremos a casa, pero te aseguro que cuando se precise regresaré a la zona roja. La sonrisa de un niño no puede esperar; la familia, sí”, escribe y la imagino con la mirada cristalizada por la emoción.
A los 27 años, la “mochila” de los sueños está cargada de ímpetu, pasiones y una voluntad que sin límites para sellar con amor cada una de las aspiraciones profesionales y personales cuando es más bella la “flor” de la juventud. Así le sucede ahora a Yaquelmis Borrego Antolín, que desde la medicina confirma la grandeza ética y humanista de la Revolución cubana. (Fotos: Cortesía de la entrevistada)