Miguel Navarro: el más prominente protagónico de la radio y la televisión

Luego, coincidimos en el primer foro del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), espacio donde puso de manifiesto su vasta cultura. En 1991 escribo un programa- homenaje por el CL aniversario del nacimiento de El Mayor Ignacio Agramonte y Loynaz,  le envío un mensaje pidiéndole su intervención en el programa.

Aunque graba en exteriores El naranjo del patio para la televisión, encuentra un espacio y llega el día y hora que habíamos acordado para grabarle sus bocadillos. Toma el libreto, lo marca y me dice humildemente “usted, va a dirigirme, verdad”. Y le contesto “Usted ahora es Ignacio Agramonte, diga los bocadillos como los sienta”.

Y el actor supo devolver toda la ternura del joven mambí hacia su Amalia y el mambisito que conoce en la manigua. Pero a la vez su voz se tornó brava y firme, cuando se ubica en el Paradero de las Minas. Allí El Mayor increpa a Napoleón Arango y expresa que «Cuba, no tiene otro camino que conquistar su libertad, arrebatándosela a España por la fuerza de las armas». La magia de su voz pudo trasladarnos a la manigua redentora, cuando Agramonte reúne a treinta y cinco elegidos de su tropa y les dice que el brigadier Julio Sanguily, está preso en manos enemigas y es necesario rescatarlo vivo o muerto, o perecer todos en el empeño.

La admiración que ya le profeso, se amplía, para ponderar no sólo sus aptitudes como uno de los actores que a finales de la década de los cincuenta es ya una de las jóvenes figuras más prominentes de la escena cubana en la radio, la televisión y el teatro.

A Miguel Navarro, además de admirarlo como actor hay que distinguirlo por sus condiciones humanas, su modestia, dulzura y forma de dirigirse a sus compañeras y compañeros…Y así lo guardo en el recuerdo.

Poco dado a hablar de sí mismo, puedo lograr no obstante, algunos datos de interés, cuando accede en el año 2001, a esta entrevista.

«Inicié mi carrera artística al ingresar en la Universidad de La Habana, para estudiar la carrera de medicina, que no llegué a terminar. Esto me permitió matricular en el Teatro Universitario, donde logré graduarme a principios de la década de los años cincuenta. Mi debut se produjo en 1947, con la obra Pedro de Urdemalas, dirigida por el profesor Luis A. Baralt, que a su vez era el director del Teatro Universitario, entidad a la que agradezco mi formación como actor. Allí me desarrollé en contacto directo con los clásicos del teatro griego y también del siglo de oro español. Después actué en las salas teatrales más importantes de aquellos años como el Patronato del Teatro, A.D.A.D., Prometeo y el Sótano».

¿Cuándo se vincula a la radio y la televisión?.

«Desde finales de la década de los cuarenta y principios de los cincuenta. Trabajé en las radionovelas de RHC Cadena Azul y también en la CMQ. Ya por esa época alternaba radio y televisión en la propia CMQ. A la vez no abandoné el teatro. Entre lo más importante que hice en televisión recuerdo las telenovelas Mamá, de Marcos Behmaras, que tuvo dos años y medio de duración; y, Dulce María, con libretos de Delia Fiallo.»

Y en cuanto al teatro, recuerda las obras fundamentales.

«Fueron muchas, en algunas tuve personajes protagónicos y en otras los de contrafigura. Entre estas obras Electra, de Sófocles, La verdad sospechada, de Ruiz de Alarcón, Mariana Pineda y Yerma, de Federico García Lorca, Romeo y Julieta de William Shakespeare, Corazón Ardiente, de Jhon Patrick, La Madre, de Gorki-Brecht, Amadeus, de Peter Schaffer, Intimidad de una Estrella, de Clifford, Filomena Marturano, de Filippo, El lindo don Diego, de Agustín Moreto y Cordón de plata, de Sydney Howard.»

Al revisar revistas especializadas de la década de los cincuenta, encuentro fotografías y breves reseñas de la labor artística de Miguel Navarro. Hábleme de esos años.

«Realmente tuve el honor de obtener el Premio Talía, en 1956, por la mejor actuación masculina. Fue una obra que llevó a escena el Patronato del Teatro. Después en 1958, recibí el Premio de la C.A.R.T.V., Críticos Asociados de Radio y Televisión, como actor novel.»

En 1959, usted es una figura con un nombre reconocido en radio, teatro y televisión
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«En ese tiempo se creó el Conjunto Dramático Nacional y me integré a esta institución. Igual lo hice después con el Taller Dramático. Continué haciendo radio, televisión y teatro, hasta l968, que me fui a participar como integrante del Grupo de Teatro Escambray, hasta 1970. Esta fue una experiencia formidable.»

Y a su regreso a La Habana.

«De nuevo radio, televisión y teatro. Recuerdo con mucho cariño, porque fue una versión memorable, la que se hizo en Radio Liberación de Don Quijote de la Mancha, con dirección de Odilia Romero. En la televisión continúo trabajando en los espacios estelares del teatro, el cuento, las novelas, las aventuras y los seriales policíacos.»

Entre las telenovelas de la década del setenta, encierro entre signos de admiración el Leonardo Gamboa de la Cecilia, de Villaverde, que personificó Obelia Blanco. En Aventuras su presencia junto a Raquel González, en aquellos Comandos del silencio, de Eduardo Moya; y, en Teatro ya en 1985, el diálogo de una hora con Coralita Veloz, de aquella Curva del camino, diseñado sólo para actores y actrices con mayúscula. Igual podía decir del teatro Estado Civil, adaptado y dirigido por Roberto Garriga, con una hora y cuarto de duración, totalmente en vivo, que contó únicamente con las actuaciones estelares de Miguel Navarro y Odalys Fuentes ¿La década de los años setenta tiene otros recuerdos para Miguel Navarro?.

«A veces se me hace difícil enmarcar una actuación en un momento determinado, pero aproximadamente en esos años trabajé en otras obras que también aprecio mucho. Entre ellas de Anton Chéjov, La gaviota y El tío Vania, Los dos hidalgos de Verona, de Shakespeare, El más extraño idilio, de T. Williams, El collar, de Guy de Maupassant y El alma encantada, de Romain Rolland. Y también recuerdo de la novelística universal, aquella Dama de blanco de Wilkie Collins, con la exquisita adaptación para la televisión de María Bachs, y Generales y Doctores, de Carlos Loveira. En estos años también trabajé en una telenovela de Aleyda Amaya, titulada Nuestras enfermeras. Recuerdo que personifiqué el doctor Montero y mi amiga y compañera Odalys Fuentes, hizo la protagonista, la enfermera Rosa Elena.»

Ya en los años ochenta, además de los teatros y cuentos, usted tiene una participación destacada en otras telenovelas. Viene a mi mente, entre las actuaciones relevantes, su papel de oficial asmático de En silencio ha tenido que ser.

«Casi me llegué a creer que me faltaba el aire. Fue un personaje que agradecí mucho al escritor Abelardo Vidal y al director Jesús Cabrera, que supo guiarme. También disfruté los personajes que me asignaron Eduardo Moya y Jesús Cabrera, en los seriales Algo más que soñar y Carlos J. Finlay. En 1989, recibí el Premio de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), como mejor actor de televisión, por la obra La mar será rizada, basada en un cuento de Julio Cortázar.»

Sobre El naranjo del patio, original de Gerardo Fernández, le pregunto a Xiomara Blanco, directora general de la telenovela que transmite la televisión en 1992.¿Por qué escoge a Miguel Navarro para el personaje de Lito?.

«Tanto Gerardo Fernández, el guionista, como yo, desde que empezó a surgir el personaje de Lito pensamos en Miguel Navarro para interpretarlo. No hubo ni la más leve vacilación. Aún no se habían escrito más que unos treinta capítulos y ya el personaje estaba completo, pidiendo a su actor a gritos. No sé por qué algunos pensaron que no era para él, decían que Miguel no era suficientemente cubano como para hacer un azucarero común y corriente. Él les demostró lo equivocados que estaban y pagó con creces la confianza que tuvimos nosotros en él, tal vez por saberlo medularmente cubano.»

¿Y él acepta este personaje, rápidamente?.

«Antes de asignarle el personaje hablé con él en mi casa, tenía dudas de que lo aceptara. Lito es un viejo. Y Miguel nunca había hecho un viejo. O sea un hombre de su propia edad. Él como persona, le tenía pánico a la vejez, no quería ser viejo. Le dolía haber sido el galán de las actrices más jóvenes y más bellas del Teatro, la Radio, el Cine y la Televisión, el galán por excelencia y ahora haberse puesto viejo. Me dijo que lo iba a pensar, que iba a leer los guiones y que me avisaría. Le hablé mucho de Lito y prometí esperar su respuesta. Yo pensé que no lo iba a hacer porque, incluso, teníamos que envejecerlo un poco más».

«Cuando leyó los guiones vino enseguida y me dijo «que el personaje lo iba a “desgarrar”, pero que lo iba a hacer, aunque se muriera en el empeño». Se entregó al personaje con la misma pasión que a cualquiera de sus bellos galanes, incluido Leonardo Gamboa, que lo hiciera tantas veces en radio y televisión. Me pidió inventarle un “caminaíto”, y un “tic nervioso”. Lito cuando mentía se rascaba el oído y lo puso a caminar dando un pequeño saltico, como el niño que juega cuando lo envían a un mandado».

«Se enamoró de Lito y lo bordó con hilos de seda. Todavía hace muy poco tiempo me leyó por teléfono una crítica que le hicieron a la novela en que decían maravillas de su actuación en el personaje. Vivía orgulloso de su Lito. Y me dijo lo que para mí tuvo más valor que su propia actuación, que ya es mucho decir. Me dio las gracias por haberle dado la oportunidad de “conocer a Lito” y expresó «con Lito yo aprendí a ser viejo, a aceptar la vejez». Creo que esto lo hizo más grande aún, más ser humano, si es que esto fuera posible.»

Pero El naranjo del patio no termina con la novela.¿Cómo lo aprecia Xiomara Blanco?.

«Terminada la novela me invitó a una Peña Literaria que iba a inaugurar en la Casa de la Cultura de Arroyo Naranjo. Allí un domingo por la tarde, antes de empezar, se sembró un naranjo en el medio del patio, y ya desde entonces, y espero y deseo que para siempre, se instauró La peña de Miguel Navarro, alrededor del naranjo del patio. Le dio a este símbolo de la peña, el mismo sentido que tenía en la novela: alrededor del naranjo la familia celebraba los acontecimientos importantes. En ese patio él iba a celebrar, alrededor del naranjo, lo más importantes de su vida, el arte en general, la poesía en particular. Leería a Martí, invitaría a artistas amigos, ya consagrados, estimularía a los que empiezan. Repartiría su arte entre sus vecinos que lo adoraban.»

Precisamente con El naranjo del patio, obtiene el Premio UNEAC, al mejor actor de televisión, de ese año. Pero Miguel Navarro atesora otros premios importantes. ¿Cuáles destacaría?.

«En 1996, obtuve el Premio Caricato, de la UNEAC, como mejor actor de radio, por la obra brasilera Dos perdidos en una sucia noche. En 1997, me otorgaron tres premios. Como el mejor actor del Festival de Monólogos y Espectáculos Unipersonales, me distinguieron con el Premio Segismundo de teatro y el Premio de la revista Tablas. También en 1997, el Festival Nacional de la Radio Cubana, me entregó el Premio como la mejor actuación masculina, por la obra Aquí Dentro, que dirigió Enrique Domínguez en Radio Progreso. Y el más reciente fue el Premio del Festival del Monólogo de 1999, por mi trabajo en el teatro Amadeus.»

Aunque sus medios fundamentales han sido el teatro, la televisión y la radio, también incursiona en el cine cubano.

«Sí, me siento muy feliz por haber tenido la oportunidad de trabajar en dos cintas muy importantes: Maluala de Sergio Giral y Un hombre de éxito de Humberto Solás. Fue una linda experiencia.»

Experiencia que se repite en el 2001 y los asistentes al festival del Nuevo Cine Latinoamericano y todo el pueblo tienen la oportunidad de verlo actuar en la cinta Miradas de Enrique Álvarez, y el documental En parte de mi alma, homenaje a César Portillo de la Luz y sus canciones inolvidables.

Habana Radio, la joven emisora de la capital, lo tiene desde su inauguración el 28 de enero de 1999, como el entusiasta escritor, director y animador del programa Martí Nuestro, según el propio Miguel, un espacio que le proporcionaba gran satisfacción, por la respuesta de los oyentes. Y los seriales de televisión Un hombre de San Leopoldo, que lo bautizó como «el padre de Mayito», y el más reciente, el mister Davis de Operación Coraje, que, no obstante ser un personaje negativo, es recibido con gratitud por todo el pueblo.

La inesperada, triste, irremediable, impactante a la vez que desconcertante noticia de la desaparición física de Miguel, en plenitud de facultades, deja un vacío en la cultura nacional, donde supo adueñarse de un lugar destacado, que sólo permite recordarlo como él hubiera querido, que es a la vez, su mejor herencia. Como el eje central de aquella ronda infantil que sirve de inspiración a la novela El naranjo del patio:

«De la semilla al naranjo, del naranjo el azahar, del azahar la naranja, y otra vez a comenzar». Así quedará, como una semilla que germinó en arte y amor para todos los que lo conocimos, respetamos, admiramos y amamos.

Miguel Navarro (nació en MATANZAS 4.2.1929/ falleció víctima de un homicidio en CIUDAD DE LA HABANA 11.1.2002) Recordado sobre todo por la notable popularidad que le confirieran algunos papeles en radio y televisión (particularmente en la telenovela El naranjo del patio), Miguel Navarro impuso en esos medios, y también en el cine y el teatro, su estilo refinado de actor de carácter, elegante y comedido, exacto, culto y parsimonioso.

Participó en el filme Miradas, de Enrique Álvarez, en el cual desempeña un papel importante, y se le recuerda en Un hombre de éxito, dirigido por Humberto Solás. Navarro permanecerá en la memoria del público por la extraña virtud (rara entre los actores cubanos o de otros países), de conseguir redondear tan largo periplo profesional, en tan diversos medios y en todos aportar su magnetismo, disciplina y profundo sentido de la profesionalidad.

 

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