Estaría cumpliendo 99 años, pues el 2 de septiembre de 1924 nació en Santiago de Cuba María Yolanda Pujols González, primera actriz y locutora que conocemos como Yolanda Pujols, en torno a la cual siempre ha proliferado el arte, incluso como tradición familiar.
Su infancia y adolescencia transcurrieron en el barrio santiaguero de Buenos Aires y el Tívoli; primogénita de una humilde y modesta familia cubana de ascendencia haitiana y catalana, su padre era vidriero y su madre trabajaba en una fábrica de sombreros. Mimada por tías y primas, era muy tímida, pero al comenzar la escuela se interesó por la declamación, las dramatizaciones, el baile, el canto y el arte escénico, estimulada por sus profesoras Belén Feliú y Bessi Ferrer, que cada semana le daban un poema a memorizar y lo declamara en las actividades de la escuela. En 1934 con solo 10 años, declamando y bailando ganó el primer premio en el Teatro Oriente: ella confesaría que fue entonces cuando perdió el miedo escénico e inició una vertiginosa carrera profesional.
Así integró el elenco de la emisora Cadena Oriental de Radio, junto a su hermana Carmen, donde fueron las primeras locutoras radiales del Oriente cubano. Muy joven integró el grupo de teatro en la Cátedra de Arte Dramático del Instituto de Segunda Enseñanza santiaguero, que dirigía José María Béjar, su primer maestro de actuación, que la escogió como dama joven en su cuadro de comedias y luego para su grupo de teatro.
De tal suerte, integró la Asociación de Estudiantes del Instituto participando en actividades patrióticas como la banda de música, el equipo de softbol y el coro. En 3er año del Bachillerato estuvo grave con fiebre tifoidea, en reposo durante seis meses, cuando le prestaron un pequeño radio en el que oía todas las emisoras locales y nacionales, y ya entonces la cautivó la radiodifusión.
Casi recuperada, embulló a una prima que cantaba bastante bien y fueron a un programa de aficionados de la emisora santiaguera CMKW; su prima cogió miedo y no quiso cantar, pero Yolanda aprovechó que las había sorprendido un aguacero para probarse, pues no le tocaron la campana, y regresó al día siguiente y volvió a cantar, ganándose un paquete de galletas, que era el premio, pero sobre todo: quedó prendada de la radio para siempre.
Luego en esa emisora provincial cantó para toda Cuba la canción Échale un quinto al piano, del mexicano Felipe Valdés Leal (quien ganaría el trofeo RCA Víctor, premio Wulitzer´57 y medalla de oro en Universal´62), donde ella comenzó como actriz aficionada hasta integrar los elencos de la emisora, en la que debutó en Cosas que pasan, y en 1939, con 15 años, comenzó en su elenco artístico que desde Santiago se proyectaba a toda Cuba y donde compartió escena con Magaly Alou, Marcial Avellaneda, Juan Carlos Romero y Enrique Almirante entre otros, y cobró su primer sueldo profesional: 30 pesos, que dio a su padre para que cumpliera su sueño y se comprara un botecito.
En 1945, con la toga y el birrete que le prestaron sus amigas, se graduó de Bachiller, ganándose una matrícula gratuita para la Universidad de La Habana, pero no pudo sufragar los gastos implícitos entonces y complació a su madre, aceptando trabajar como telefonista en la Compañía de Teléfonos de Santiago de Cuba, donde casi se enferma sin oír radio; por eso su padre la apoyó cuando más tarde regresó a la emisora, mientras la madre le decía que estaba loca.
Desde entonces, allí trabajó en programas cómicos, dramáticos, cuentos para niños, comerciales y a mediados de los años 40, ya era locutora de Reloj del Aire que dirigía el destacado locutor Antonio Pera, y ella y su hermana Carmen devinieron actrices. Allí conoció a Salvador Wood, quien sería gran actor de cine, radio, televisión y teatro, y se casaron el 24 de noviembre de 1949, para compartir más de 65 intensos años que ni la muerte ha podido separar, pues siguen juntos en la memoria histórica, en su obra de cada uno y en sus dos hijos, la profesora universitaria e investigadora Dra. En Artes y Letras, Yolanda nacida en 1950 en Santiago de Cuba aunque ya la familia se estaba radicando en La Habana, y el destacado actor de cine, televisión y teatro, Patricio Wood Pujols, nacido el 31 de enero de 1961 ya en La Habana (cuyo hijo Gabriel Enrique nacido en 1995 ha continuado una genuina tradición familiar de la actuación destacándose en el cine, teatro y televisión), ambos triunfadores por sus propios méritos y talentos, de los que Yolanda siempre se manifestó muy orgullosa, germinando el arte en torno a ella y desde ella.
Salvador y Yolanda llegaron a La Habana respondiendo a una convocatoria de la emisora radial RHC Cadena Azul, titulada Las voces nuevas; quedó contratada y devino una de las voces líderes de la actuación y de la locución cubanas, considerada hito femenino en la locución. Protagonizó muchos comerciales y espacios estelares de las novelas radiadas durante los años 50 en RHC Cadena Azul, Radio Progreso, Unión Radio y CMQ hasta 1952, cuando devino fundadora de la televisión cubana, simultaneando como actriz y locutora de comerciales, por ejemplo durante una década para la firma Sabatés, hasta que en el primer trimestre de 1961 desapareció la publicidad en la radio.
Durante once años interpretó la Silvita de la radionovela más escuchada entonces: Sublime vocación, y también en los años 50 trabajó en Lo que el río arrastra o como también se le conocía, “la novela de las 11 de CMQ Radio”. Desde 1953 vivió en Cojímar compartiendo su vida con su familia incluida su hermana Carmen, que ya en los años 50 era referida como vedette, hizo publicidad del jabón Camay y durante la Revolución interpretaría magistralmente a la abuela en la telenovela El naranjo del patio (1991.1992) dirigida por Xiomara Blanco.
Yolanda y Salvador tuvieron que exilarse al fracasar la huelga del 9 de abril de 1958, y desde Caracas en Venezuela, ella apoyó a Radio Rebelde en la Sierra Maestra, mediante la emisora El indio azul, divulgando las acciones del 26 de julio.
Al triunfar la Revolución regresaron a Cuba: fue miliciana, fundadora y presidenta de su Comité de Defensa de la Revolución (CDR), alfabetizadora, integró las brigadas de guarda fronteras, fundó la escuela Urselia Díaz Báez, mientras seguía su obra profesional en radio y televisión, en lo que fue evaluada como actriz de primer nivel y sería jurado en más de 20 ediciones de los Festivales Nacionales de Radio.
En televisión actuó en las Aventuras, como “Los Mambises”, “La Guerrilla del Altiplano”, “Enrique de Lagardère” con Rogelio Blaín, donde interpretó a la abuela Francisca; hizo teatro y teleteatros como “Barranco abajo”, telenovelas del espacio Horizontes y también en “Cuando el agua regresa a la tierra”, dirigida por Mirtha González Perera, y en cine, en películas como de 1979, No hay sábado sin sol, dirigida por Manuel Herrera, y Aquella larga noche, dirigida por Enrique Pineda Barnet; y su hijo Patricio la incluiría en el documental Una leyenda costeña (2017); en 1968 fue de los fundadores del canal TeleRebelde en Santiago de Cuba.
Aún mucho después de haberse jubilado, reapareció con su esposo Salvador y su hijo Patricio en la telenovela de Maité Vera “Lo que me queda por vivir”, en el espacio estelar de La novela cubana (Cubavisión), mientras con Salvador se mantuvo participando en la peña semanal “Ala décima” en la biblioteca Tina Modotti en Alamar, municipio Habana del Este donde residían.
Ganó la Distinción por la Cultura Nacional, y en 2007 Premio Nacional de Radio y fundadora de la Radio Cubana, Miembro de Mérito de la Uneac, Artista de Mérito y fundadora del Instituto Cubano de Radio y Televisión (Icrt), Micrófono 70 aniversario de la Radio, sello 85 aniversario de la Radio, Medalla Raúl Gómez García, y con su hermana Carmen ganaron juntas el 1er. Premio en el 1er. Festival del Pregón en Santiago de Cuba, entre otros muchos reconocimientos.
Militó en el Partido Comunista de Cuba más de 30 años hasta su deceso con 87 años el jueves 13 de agosto de 2015; velada en Calzada y K, sus cenizas se lanzaron al mar que tanto la había inspirado, como había pedido, junto a familiares, amigos y vecinos de su Cojímar pesquera; el periodista Antonio Resillez agradeció a los asistentes en nombre de la familia, y con el grupo “Ala Décima” mediante su vicepresidente, el poeta y novelista Modesto Caballero Ramos, Salvador declamó décimas que le había dedicado a ella, dos de las cuales las cantó el poeta improvisador Jorge Luis Hernández “Pompillo”, en tonada a tono con la tristeza que a todos abrumaba despidiendo (como publicaría el portal de la Tv cubana el 17 de mayo de 1922) como “un anticipo de la eternidad”, a aquella “mujer de dulzura sensible y humana”.