Con solo 18 años ya había sido desterrado a España, mientras en la Patria esclava la ignominia celebraba una orgía sangrienta como ritual de odio. Al enterarse, embargado por la tristeza, Martí redactó e imprimió un texto de denuncia que personalmente pegó en las paredes de la capital española.
Como aquella vez, ésta también nos toca llorar; ahora por el «hasta siempre» de quien desde su vida estudiantil se entregó a la causa de nuestra independencia y libertad. Serán para la historia dos fechas dolorosas cercanas que el tiempo jamás borrará.
Han transcurrido 145 años de aquel hecho abominable cuando fueron ejecutados ocho jóvenes cubanos estudiantes de Medicina. La ira colonial se dejó enfurecer más por individuos despreciables del Cuerpo de Voluntarios que, pese a haber nacido en esta tierra jamás serían cubanos.
Aquellos instigaron al odio y la venganza contra los jóvenes inocentes. El imperio no soportaba la insurrección independentista que desde hacía tres años ardía en el Oriente de la isla, y su soberbialo llevó a consumar un fusilamiento sin elementos probatorios ni la gravedad de los supuestos hechos imputados a los jóvenes.
¡Inocentes! Es el clamor que como un eco retumba eterno a pesar de que el crimen se consumó hace más de un siglo. Causa espanto evocar aquello; más cuando sabemos que en muchas partes del mundo se siguen cometiendo vilezas semejantes y peores que aquella de 1871.
Los imperios odian; los imperios desprecian. La violencia y el crimen son los rostros visibles de la impotencia y la injusticia. La muerte es la alternativa de la maldad acorralada, de la ausencia de la razón. El recuerdo del fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina en la explanada de La Punta pende como dolor eterno de la Patria, a pesar del tiempo.
Allí donde fueron asesinados pervive la humedad de su sangre generosa. Es la misma que corre por las venas de las nuevas generaciones que los honran y recuerdan; de los jóvenes que en una nueva realidad no los olvidan y entregan sus mejores fuerzas en la edificación de esta Patria nueva, sin imperios ni amos que la opriman. ¡Definitivamente soberana!
Hoy que a los cubanos y cubanas, y a todos los seres humanos de buena voluntad, nos colma de tristeza la desaparición física de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, acaecida exactamente dos días antes de conmemorarse el aniversario 145 del fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, nos corresponde enjugar las lágrimas inevitables y -en la certeza de que la Patria les agradece, les es fiel y recuerda- hacer de nosotros lo expresado por nuestro Héroe Nacional en 1891: «Cantemos hoy, ante la tumba inolvidable, el himno de la vida» (*)
(*) «Los pinos nuevos», José Martí, Discurso pronunciado en la velada-homenaje de la Convención Cubana en el Liceo Cubano de Tampa, el día 27 de noviembre de 1891.