Cuando éramos colonia (I)

Claro, lo que no supo es que su anhelo jamás pudo cumplirse. Lo que sí lograron -es verdad- es convertir a Cuba en una colonia hasta diciembre de 1958, pero de una estrellita más ¡ni siquiera soñando!

Se preguntará por qué esta introducción. Es simple, pretendo exhumar aquel período oscuro de la sumisión colonial, mediante algunas pinceladas que, sobre todo a los más jóvenes, les pueda servir para aumentar y/o ratificar sus conocimientos acerca de nuestra patria.  Pero sobre todo para no olvidar el pasado.

Hablemos de la Policía Nacional.  Hay muchas cosas oscuras que decir, pero como les mencioné, me propongo solo una pequeña muestra.

Este cuerpo represivo y algunos de sus tentáculos o entidades afines como el SIM (Servicio de Inteligencia Militar) y el BRAC (Buró de Represión de Actividades Comunistas) constituían un verdadero azote causando pánico en la población.

Pero vamos por parte con algunos ejemplos: se puede afirmar que la simple condición de joven era ya un peligro incalculable, porque estos monstruos pensaban siempre -en eso sí tenían razón- que eran los más peligrosos por su valentía y decisión de zafarse del yugo.

Miles con derroche de patriotismo eran sometidos a torturas increíbles, dígase pinchar ojos, quemar la espalda con tabacos encendidos, golpear testículos, patadas que los llevaba al borde de la muerte; y otra de las más macabras era una camilla rígida, encima de la cual colocaban al revolucionario amarrado por piernas y brazos extendidos hacia atrás, a un lado una rueda que al girarla le estiraba los miembros superiores e inferiores.

Por tanto, si el joven no denunciaba a tiempo a sus compañeros se desprendían de su cuerpo brazos y piernas; el fin ya usted lo puede suponer fácilmente.

Pero no crea que únicamente ellos eran los más perseguidos, también muchachas en plena lozanía eran salvajemente violadas y hasta se les introducían insectos en su sexo.

Hay mucho más; existía una banda de asesinos denominada «Los Tigres de Masferrer» presidida por el propio Rolando Masferrer, uno de los más odiados personajes de la dictadura batistiana.

Por cierto, este hombre fue ajusticiado en pleno Miami, cuando al intentar encender el motor de su auto explotó una bomba.

Era una época, sencillamente, que ahogaba sobre todo a la gente más humilde. Personalmente recuerdo allá lejos por mis ocho o diez años que, con la natural inocencia de la edad, me atreví a mirar el interior de una perseguidora (se llamaba así a los autos de patrulla policial) asombrándome porque encima del asiento trasero habían bultos de carne, cajetillas de cigarros por decenas, y otros artículos que los policías exigían a los pequeños comerciantes y no les pagaban.

Había una costumbre curiosa aunque claramente ofensiva: el esbirro pedía una caja de cigarros y al hacerlo colocaba una moneda encima del mostrador; de inmediato el comerciante, al entregarle los cigarros, le retiraba la moneda, porque muy bien sabía que si pretendía cobrarle, de seguro y en el mejor de los casos, se presentaba algún inspector para acribillarlo con multas por motivos hasta ridículos; era simplemente una coordinación entre el policía y el otro tipejo que se prestaba al abuso.

Próximamente, si me lo permiten, intentaré continuar develando otras de las «maravillas» de una sociedad que los yanquis calificaban de democrática en aquella época de la colonia, naturalmente en contubernio con el sátrapa Fulgencio Batista y otros personajillos inescrupulosos que llegaron al colmo de pretender hacer de nuestra querida isla un gran casino, burdeles, y hasta picar en dos al país para beneficio, por supuesto, de los yanquis. Hasta pronto, gracias.

 

 

        

Autor