Llámese fatalismo geográfico o no, lo cierto es que el llamado Continente Negro tiene ante sí grandes retos, muchos de ellos expresados en los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la Organización de Naciones Unidas (ONU), y en particular en la visión 2063 de la agenda de trabajo de la Unión Africana (UA), que reemplazó a la Organización para la Unidad Africana (OUA), y cuyo aniversario de creada se celebra hoy 25 de mayo.
En la actualidad, la UA pretende abordar colectivamente en el continente asuntos impostergables como los conflictos armados, el cambio climático y la pobreza, factores causantes de desigualdades sociales, crisis migratorias, y epidemias.
África tiene un 20% de las reservas de uranio, un 90% de cobalto, un 40% de platino, un 65% de manganeso, entre un 6 y un 8% de las reservas de petróleo y un 50% del oro y diamantes. Sin dudas, todo un apetitoso botín para las transnacionales, a las que no les interesa cambiar sus modelos de consumo y producción, y sí arrancarle sus enormes riquezas minerales, naturales, forestales y pesqueras.
Se trata de un gran continente conformado por 55 países, más de mil millones de habitantes y 30 millones de km2 de superficie. Es una gran porción de tierra multicultural, multilingüe, y multiétnica, cuyo legado universal es innegable, que va mucho más allá de «lo negro» como concepto reduccionista y racista.
Transcurridos más de 50 años de ese acontecimiento, poco puede decirse sobre el continente africano, en materia de desarrollo económico, político y social.
Los informes de agencias especializadas de la ONU afirman que de los 42 países clasificados con bajo índice de desarrollo humano en el planeta, 36 son africanos.
Mientras que África representa el 13% de la población de la Tierra, sólo el 1.6% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial está en ese continente. Además, el 40% de los menores de 5 años tienen retraso en el crecimiento. En nueve naciones africanas la esperanza de vida sigue siendo inferior a los 55 años. Más de 25 millones de personas sufren VIH/SIDA, y la violencia contra las mujeres y las niñas es imparable.
Si bien hay algunos ejemplos decorosos, como Angola, Sudáfrica, y Nigeria, que muestran crecientes índices de desarrollo económico, industrial y humano, los Objetivos de Desarrollo del Milenio no han cumplido con las expectativas previstas, por lo que se impone desde ya establecer nuevos senderos.
El 25 de mayo es un día de fiesta nacional en muchos países de la región, donde se resalta la «africanidad», no solo para identificar a los hombres y mujeres que viven en esta parte del planeta, sino también para quienes asumen que algo les une a África, tal y como lo expresó el gran poeta y político martiniqués Aimé Césaire, creador de una obra marcada por la defensa de sus raíces africanas: «África ya no es, por el diamante del infortunio, un negro corazón que se estría; nuestra África es una mano fuera del guante del púgil, una mano derecha con la palma hacia delante y los dedos muy juntos; es una mano tumefacta, una-herida-mano-abierta, tendida, blancas, morenas, amarillas, a todas las manos, a todas las manos heridas del mundo».