La lección de Brasil

En mi artículo sobre el tema, Golpes blandos vs. democracia: el nuevo contexto latinoamericano, publicado por el Portal de la Radio Cubana, hice referencia al montaje de métodos mucho más sutiles, pero muy eficaces para ejercer la violencia contra aquellos enemigos o países que no resulten del agrado de Tío Sam.

Tomando como «material de estudio» al caso Brasil, me permito la licencia de utilizar un análisis del destacado politólogo y sociólogo argentino Atilio Borón, doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard.

A partir de un intercambio con una de sus fuentes, la cual le proveyó información muy explícita sobre la participación norteamericana en el golpe parlamentario y judicial contra la mandataria brasileña, Borón plantea lo siguiente: 

«(…) Mire lo que logramos en Brasil, donde uno de los principales corruptos del país, procesado y todo, con cuentas ilegales en Suiza alimentadas por el dinero sustraído a Petrobrás, es presidente de la Cámara de Diputados y encabezó la ofensiva para sacarnos de encima a una guerrillera comunista disfrazada de demócrata que desvió fondos públicos para ayudar a la tiranía de los Castro construyéndoles el megapuerto de Mariel. Este éxito hubiera sido impensable sin la actuación constante de nuestros agentes en Brasil, apoyándose en una red de jueces y fiscales corruptos, políticos corruptos y medios de comunicación corruptos, todos ellos coordinados desde Washington. Si esto le suena mal y no le gusta la palabra “corruptos” acuérdese del filocomunista Franklyn D. Roosevelt -que creó el IRS, Internal Revenue Service, la oficina de impuestos internos para hacer lo mismo que Lenin: expropiar a los propietarios- aunque debemos reconocer que en los asuntos hemisféricos manejó la cosa con mano de hierro. Él hablaba de la “política del buen vecino” pero apoyó a todos nuestros amigos en Centroamérica, especialmente a Anastasio Somoza en Nicaragua. Y cuando algunos blandengues de esos que nunca faltan se lo reprochaban diciendo que cómo apoyaba a Somoza, que era “un hijo de puta” él replicaba diciendo: “sí, pero es nuestro hijo de puta.” Usted siga este luminoso consejo: localice a nuestros hijos de puta de hoy y trabaje codo a codo con ellos. Ningún escrúpulo moral o chicana leguleya debe obstaculizar nuestra lucha por la libertad, la justicia y la democracia (…)”.

Obviamente, ese material deja entrever otras aristas de la hegemonía estadounidense en el ámbito latinoamericano, y cuya actuación se atempera a las condiciones sociales, políticas y económicas de cada país, pero los medios y el fin son los mismos.

Pero mi intención no es poner otra vez al desnudo la estrategia de los golpes blandos, sino detenerme en aspectos muy puntuales del antes, el durante y el después del golpe contra Rousseff.

Primero, tengamos en cuenta que en los últimos 35 años el Partido de los Trabajadores (PT), junto a la Central Única de Trabajadores (CUT) y el Movimiento Sin Tierra (MST), tuvieron un gran protagonismo, y que transformaron un país sometido a una de las dictaduras más largas de América Latina.

La llegada de Luiz Inácio Lula da Silva al poder fue el resultado y la cristalización de un avance significativo en el proceso de democratización vivido por el gigante sudamericano desde el fin de la dictadura militar, a mediados de los años 80 del pasado siglo.

Lula tuvo el gran mérito de convertir a Brasil en una nación con un inmenso reconocimiento internacional, con un potencial económico y con un desarrollo social nunca antes visto, además de su indiscutible posición estratégica en un nuevo escenario mundial.

Luego vino Dilma Rousseff, la primera mujer brasileña en asumir la primera magistratura. Militante inquebrantable y una luchadora valiente, ella de por sí es inmensa, dura, exigente, pero muy generosa, comprometida y entregada de cuerpo y alma a la construcción de un país más justo, más democrático e igualitario.

Como ser humano tuvo algunos tropiezos, y eso la crucificó ante una «cofradía» de parlamentarios derechistas y corruptos de la peor calaña.

Con muchas, muchísimas glorias, Dilma consolidó y amplió las reformas sociales de los dos primeros gobiernos del PT. Ahí están, como ejemplos fehacientes, sus conquistas sociales, como los programas «Más Médicos»; «Mi casa, mi vida»; su programa de obras públicas y de infraestructura; su política educativa, focalizada en la educación técnica y profesional, pero también con un amplio desarrollo de la política científica, y «Ciencias Sin Fronteras», que llegó a ser la más amplia iniciativa de internacionalización de estudiantes.

Sin dudas, son paradigmas de verdadera y auténtica inclusión social y de promoción de la ciudadanía. Y en lo económico, tuvo la capacidad y visión suficientes para llevar a su país a un alto grado de desarrollo industrial y científico-técnico incomparable con gobiernos precedentes. 

En lo político, creo que el mayor error fue la alianza del PT con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), fuerza política que se sumó al golpe institucional, con el vicepresidente Michel Temer como cabeza más visible.

Temer y la gran prensa acabaron por traicionar a Dilma y al PT, basándose en una mentira. Y el agolpe artero se hizo realidad con la destitución injusta de una presidenta honesta, valiente, democráticamente elegida por el voto popular, y que goza de un prestigio indudable.

El gobierno interino tiene ante sí un gran desafío: tomar las riendas del poder con más o menos suerte, cosa muy difícil pues se sabe que el PMDB carece de liderazgo político en la sociedad brasileña, y es muy dado a la división. Aún cuando es la primera fuerza política del país, es minoritario en el Congreso.

Así las cosas, a los brasileños nada bueno les espera.  Doce de los 22 ministros que integran el nuevo gabinete del presidente en ejercicio, recibieron donaciones de las empresas involucradas en la trama de corrupción que operó en Petrobras, según divulgó hace unos días el diario O Estado de Sao Paulo.

Y en cuanto al PMDB, se sabe que una formación definida como fisiológica, interesada en acumular cargos de poder para mantener sus redes de negocios a través de intercambio de favores. No tiene un programa ideológico definido, pues funciona como un partido bisagra que se acerca al que manda en cada momento. Ha formado parte de los gobiernos de todos los presidentes desde la redemocratización del país, pero paradójicamente fue el Partido de los Trabajadores (PT) quien le dio mayor cabida.

En el Congreso se mueve como pez en el agua. Desde hace 15 años su número de sillas en la Cámara y en el Senado ha ido en aumento, hasta que en 2014 desbancó al PT con una mayoría mucho más holgada que en otras ocasiones. La gobernabilidad dependía de ellos, por eso Lula y Dilma justifican sus alianzas, las mismas que hoy han hecho que la Rousseff fuera destituida.

Varias incógnitas pesan sobre la figura de Michel Temer. Para muchos es el alma del PMDB. Lo califican como un tipo frío, sibilino, anodino, que apenas cambia el gesto y que no suele decir lo que piensa. Se dice que ni siquiera es seguidor de algún equipo de fútbol, un hecho que en Brasil se entiende como algo poco menos que sospechoso.

Al contrario que Dilma Rousseff, dicen que su mayor habilidad es la de escuchar y negociar con sus colegas. Por algo ha sido presidente del congreso en dos ocasiones, diputado federal hasta en seis legislaturas, y presidente de su partido desde 2001.

Abogado experto y habilidoso, amante de la poesía, Temer alcanzó la primera magistratura a través de una de las acciones más polémicas desde la redemocratización del país: un juicio político a la presidenta Rousseff sin bases jurídicas claras para impugnarla.

Otro detalle interesante: en el nuevo gobierno no hay ni mujeres ni negros, clara señal del pensamiento machista y racista de los nuevos funcionarios, que nada más representan los intereses de las poderosas oligarquías brasileñas. 

Entre los flamantes ministros designados por Temer, figura el conocido Rey de la Soja, Blairo Maggi, el segundo político más rico de Brasil según la revista Forbes, con una fortuna declarada que asciende a 34 millones de euros. Maggi se encargará del ministerio de Agricultura, y no hay hay esperanzas de que se preocupe por repartir tierra, ya que su especialidad siempre ha sido acumularla.

Un total de 225.000 hectáreas (declaradas) con plantaciones de maíz, soja y algodón, engrosan sus bolsillos. En 2005 recibió el premio de Greenpeace Motosierra de Oro por ser uno de los campeones de deforestación de la selva amazónica, un tema que tampoco le preocupa mucho: «Para mí no significa nada que la deforestación aumente un 40%. No tengo ninguna culpa por lo que estamos haciendo aquí», afirmó socarronamente este personaje.

Se trata, inequívocamente, de un gobierno de restauración neoliberal, con un siniestro personaje al frente, del cual se especula que es un «niño mimado» de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de los Estados Unidos. Acerca de este asunto, abundaré en otro artículo relacionado con la situación en Venezuela y la implementación de un nuevo Plan Cóndor en América Latina, lo que supondría una seria amenaza para la región. Y lo que pasa en Brasil es una lección para no permitir que otra vez las garras imperiales se apoderen de nuestros sueños de independencia, soberanía y libertad. 

 

 

 

 

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