Derechos Humanos: espada y escudo

El documento rector de estos fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada en 1948 por la Comisión de las Naciones Unidas encargada de estos temas.

La máxima inspiradora del texto fue Eleanor Roosevelt, viuda del Presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, y que se refirió a la declaración como la Carta Magna internacional de la humanidad.

La Declaración expresaba en su primer artículo que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», y reconocía que «la ignorancia y el desprecio de los derechos humanos han resultado en actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad…»

En el contexto en donde se expresaban tales ideas,el mundo se recuperaba de una guerra mundial en donde el genocidio alcanzó niveles nunca antes vistos en la era moderna.

En tal confrontación la humanidad sufrió de los campos de reconcentración, de las bombas atómicas, de los ataques militares a poblaciones civiles, de la hambruna, de la miseria, y sin la existencia de un organismo o legislación internacional que la protegiese.

Con la creación de las Naciones Unidas en 1945 y la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se vislumbraba un futuro próspero y justo para los ciudadanos del «Mundo Libre».

Este concepto de Mundo Libre, viene al caso con toda intención, el cual ha aparecido en discursos de políticos occidentales en alusión a los ciudadanos que habitan en ciertos países o regiones del mundo; a los que no, les ha tocado recibir, en sus territorios, la libertad que ofrece el poder de Occidente en forma de invasión militar y para ello, ha sido utilizado el discurso de los Derechos Humanos.

Constantemente ha sido exaltado la protección de la igualdad ante la ley, los derechos económicos, sociales y culturales, la seguridad social y la educación, el derecho al desarrollo, la no discriminación, y la lucha contra el abuso contra individuos y grupos, pero en la práctica muchos han sido solo parte del discurso político y en el peor de los casos, la excusa para intervenir.

El gobierno de los Estados Unidos, bajo la presidencia de James Carter, creó las bases para implementar un esquema de dominación a partir del uso del discurso de los Derechos Humanos. Ronald Regan lo convirtió en un arma para agredir a naciones extranjeras contrarias a sus intereses, entre ellas Cuba.

Es por ello que a mediados de los años 80 comienzan las agresiones a la isla caribeña en la arena diplomática, y que tuvieron su sitio en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en donde se le trató de imponer sanciones por supuestas violaciones de Derechos Humanos.

En la Comisión de Derechos Humanos también la mayor de las Antillas empezó a enfrentar acusaciones, las cuales eran tejidas por las élites estadounidenses en su afán de lograr justificar sus medidas agresivas y aislar al país caribeño.

Y no solo ha sido Cuba el centro de esta estrategia de dominación, sino que ha sido extensiva a otros países. Hillary Clinton, candidata a la presidencia de los Estados Unidos y ex-Secretaria de Estado dijo: «la defensa de la democracia y los derechos humanos ha sido el corazón de nuestro liderazgo global durante más de medio siglo, aunque ocasionalmente hayamos transigido respecto a esos valores en beneficio de intereses estratégicos y de seguridad, e incluso apoyado a dictadores anticomunistas moralmente objetables…»

En los últimos diez años la política exterior estadounidense ha modernizado su metodología de intervención, en donde el uso del «arma de los Derechos Humanos» ha jugado un papel muy importante.

Los servicios de inteligencia acentúan grietas existentes entre grupos con contradicciones políticas, sociales o religiosas que hasta el momento habían coexistido en paz.

Posteriormente, la violencia se apodera de las ciudades y paraliza el país, momento en que comienza un ataque mediático en donde prima la condena a la violación de los derechos humanos cuyo único antídoto para la «nación enferma» es invadirla.

Este método está en plena aplicación en Venezuela, Nicaragua y Siria, países que junto a Corea del Norte y Cuba forman lo que el gobierno de los Estados Unidos ha llamado el «Eje del Mal».

Por esta razón, la nación antillana, sin violar sus principios y líneas políticas, ha establecido relaciones de trabajo con organismos internacionales que desde la ética y el bien común ha respetado las características políticas y sociales de las naciones.

El pasado 18 de mayo, la mayor de las Antillas presentó su informe nacional en el Examen Periódico Universal (EPU) ante el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, y donde mostró sus avances en esa materia en el último quinquenio.

En el marco de la presentación del EPU, La Habana denunció el impacto del bloqueo económico, comercial y financiero que aplica desde hace más de 50 años aplica Estados Unidos, constituyendo la principal violación de los Derechos Humanos de los cubanos y que ha sido reconocido internacionalmente como genocidio.

Los Derechos Humanos han sido utilizados como arma para agredir, por otros como escudo para defenderse. Una vez más, Cuba mostró los avances que su proyecto social ha logrado en aras de engrandecer la dignidad del hombre.

 

 

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