¡Aquí está Fidel!

No nos acostumbramos a la idea de su muerte; es que Fidel no murió el 25 de noviembre de 2016.

Cuando Raúl dio a conocer la dolorosa noticia fuimos poseídos por un dolor patriótico y personal indescriptible.

Hoy comprendemos que la ausencia física del Comandante en Jefe no fue otra cosa que el zarpar  de un Granma eterno, que navega por siempre más allá de su merecida gloria histórica. 

Fidel no se marchó, está con nosotros. Lo sabemos y sentimos en cada minuto de la existencia. Hasta hace dos años fue el ser humano querido y respetado de su pueblo, el indiscutible gran héroe patrio del siglo veinte.

A partir de entonces es para siempre y junto a todos sus atributos, el lucero guía de nuestro andar y no hay tarea, compleja o sencilla, donde no esté presente inspirando nuestro hacer. 

Somos Fidel y lo somos porque sin la imitación manida capaz de confundir y bifurcar caminos, su grandeza es inspiración para el accionar sabio concorde con la realidad de cada momento histórico.

Somos Fidel de muchas formas en todo momento, cuando tocante a la patria y su independencia dejamos en claro que nada se negocia; lo somos al seguir su visión de estratega revolucionario y estadista impar; en la preparación esmerada para ser hombres y mujeres que se forjan su propio presente y futuro; en el trabajo creador y el estudio que nos hace más útiles, en la intransigencia ante lo que pretenda desviar el camino elegido por nosotros mismos; lo somos también desde la ética humanista y solidaria que nos inculcó.

Fidel fue y es maestro y forjador; hoy nos inspira a continuar su mismo pensar, decir y hacer únicos, inspirados en el bien patrio y universal. 

Tenemos infinitas dimensiones para concebir su presencia. Como Comandante en Jefe, patriota, héroe invicto, maestro de estrategia revolucionaria, internacionalista; incluso médico, pues como impulsor de nuestras misiones de salud por el mundo, además de esa salud física necesaria al ser humano, su propósito ha sido portador de otra salud tan importante como la otra, la salud de las almas que ven en los profesionales cubanos de batas blancas un mensaje de esperanza, de que el amor y la bondad humanas aún existen y son algo posible. 

Las desapariciones físicas son duras, profundamente dolorosas, más cuando se trata de seres dedicados al bien de los otros, y dejan a un lado el propio.

Son momentos amargos, mas, poco a poco caemos en la cuenta de que el hecho, como acontecer biológico, descorre un velo para otra presencia permanente, intangible y sublime que nos mueve a continuar su obra. 

Antes, con alegría propia de niños felices, decíamos al verlo: «aquí estuvo Fidel», «por aquí mismitico pasó», y si teníamos la dicha de que estrechara nuestra mano o nos regalara una sonrisa, ansiábamos conservar el calor de su tacto, y en las pupilas aquella imagen suya de hombre fuerte, enérgico, aguerrido y generoso. 

En nuestra madurez revolucionaria, heredera de cuanto hizo y legó, las expresiones en tiempo pasado no existen. La tarea responsable de pensar y hacer un país cada vez mejor está inspirada por nuestro Líder Eterno.

Luego de esa lágrima inevitable que brota al recordarlo como era antes, y dejando que la seque el aire donde él mismo la retribuye con su energía inspiradora, erguimos la frente con voluntad suprema y certeza convencidos de que hoy, mañana y siempre, ¡aquí está Fidel! 

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