Brasil y la receta imperial

Y ahora, como todos sabemos, se pretende el disparo final para volver al redil de antaño, aplastando así el impetuoso avance económico-social bajo el gobierno de Luis Inacio Lula Da Silva y continuado por Dilma Rousseff.

Los métodos imperiales ya no causan asombro: desacreditar a ambas figuras progresistas mediante acusaciones falsas; crear todo un entramado de guerra mediática para lograrlo y, por supuesto, contar con el incondicional apoyo de la oposición y la alta burguesía.

En mi modesto criterio, deben definirse dos causas fundamentales que motivan esta arremetida contra el proceso político-social brasileño.

De una parte, es evidente que hoy existe una cruzada a nivel global contra todo gobierno que intente apartarse del camino trillado imperial, dígase Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Argentina (que ya sufre las dentelladas del lobo), y otros países, como una consecuencia de la evidente anemia del llamado neoliberalismo, el desastre del ALCA y las naturales ansias de librarnos del vasallaje que tanto sufrimiento y desigualdad han causado a nuestros pueblos hermanos.

Es la lógica insultante del amo imperial: si estás con nosotros no tienes problemas, si haces lo contrario mereces un castigo para que vuelvas a mi rebaño.

Pero falta mencionar otra causa no menos importante y se define con una sola palabra, la codicia desenfrenada de siempre. No debemos olvidar que la naturaleza ha sido pródiga con Brasil: está entre las primeras naciones con un potencial económico sorprendente; es el 5to país en superficie; cuenta con más de 200 millones de habitantes; posee inmensas riquezas naturales, particularmente en su Amazonía, y yacimientos de petróleo, con estimados de 80 mil millones de barriles.

El pensamiento imperial es injusto y cruel por su propia naturaleza, pero a la vez, resulta simple: las grandes riquezas del orbe les pertenecen por designio del más allá y, por tanto, no debemos renunciar a conquistarlas por cualquier método, sean las bombas o los llamados «golpes blandos», a los cuales nos hemos referido en el Portal de la Radio Cubana.

Definitivamente, hace ya años que Estados Unidos viene observando una ola que cada vez se hace mayor, integrada por un haz de pueblos sedientos de justicia que no se resignan a ser mansos y obedientes vasallos; quieren ser dignos, respetados, tener el lugar que, por derecho, les corresponde, en aras de transitar por otros senderos de fraternidad y solidaridad humanas.

A esa condición jamás el vecino del Norte se acostumbrará; por tanto, no hay otra alternativa que resistir, luchar y, sobre todo, unirnos como hermanos que somos. No esperemos nada del vecino, porque siempre hay algo detrás del telón. “Pueblo que se somete, perece”, José Martí.

 

 

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