Che, ciudadano cubano por nacimiento

Esta Ley de leyes se basaba esencialmente en el texto progresista de la Constitución de 1940, aunque incorporaba artículos netamente revolucionarios acordes con el momento en que vivía entonces Cuba. Y en su acápite 12 especificaba que «son cubanos por nacimiento […]  los extranjeros que hubiesen servido a la lucha contra la tiranía derrocada el día 31 de diciembre de 1958 en las filas del Ejército Rebelde durante dos años o más, y hubiesen ostentado el grado de comandante durante un año por lo menos».

Según testimonio de Luis Buch, secretario del Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario desde enero de 1959 hasta marzo de 1962, uno de los artículos más discutidos de la Ley Fundamental fue precisamente el número 12, el de la ciudadanía, “pues cuando propuse que fuera reconocido el Che como ciudadano cubano por nacimiento, el Presidente Urrutia reclamó esa condición para todos los extranjeros que habían pertenecido al Ejército Rebelde”.

Urrutia era el clásico abogado de la clase media alta, con todos sus prejuicios clasistas, y el Guerrillero Heroico le resultaba demasiado radical. Proseguía Buch: “Los ministros no estuvieron de acuerdo con su posición. Sin apoyo alguno, a duras penas aceptó que el Che era una excepción y que a los otros extranjeros se les reconociera la ciudadanía cubana por naturalización. No cabe la menor duda de que su actitud en el caso de obstaculizar el reconocimiento al Che, respondía a su formación ideológica”.

Aprobado ese artículo y los demás que conformaban la ley Fundamental, ya en horas de la madrugada del 8 de febrero, Buch dio instrucciones para que localizaran al Che y lo citaran con urgencia a su despacho. Al informársele de lo acordado por el Consejo de Ministros, el Che estimó inmerecido el reconocimiento. Relataría años después Buch: “Según él, solo había luchado en Cuba como hubiera hecho en cualquier otra parte del mundo, por la libertad de un pueblo”.

“Un honor de tal magnitud no puede rehusarse, pues sería un desaire al pueblo de Cuba y al Gobierno Revolucionario”, entonces le argumentó Buch. El Che, emocionado, lo abrazó. Juntos entraron al salón donde todavía estaba el Consejo de Ministros en pleno y recibió la congratulación de los presentes. Hubo quien le pidió que dijera unas palabras, pero el Guerrillero Heroico rehusó. “Así era de modesto y sencillo”, diría Buch a un periodista décadas después.

El acuerdo del Consejo de Ministros fue publicado en una edición extraordinaria de la Gaceta Oficial, fechada el 7 de febrero, pero la información no llegó a la prensa hasta el lunes 9, fecha que se ha tomado como referencia.

Desde 1959 el pueblo cubano consideró al Che como uno de los suyos. Y el Guerrillero Heroico correspondió totalmente a ese afecto. En su carta de despedida, en octubre de 1965, confesaba a Fidel: “Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo, que ya es mío. Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del partido, de mi puesto de ministro, de mi grado de comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos […] Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento, será para este pueblo y especialmente para ti”.

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