Al profundizar en el conocimiento de su vida, caemos en la cuenta del valor que demostró en cada momento -de guerra o de paz- para asumir las responsables y difíciles tareas que le fueron encomendadas por Fidel, líder eterno de la Revolución Cubana, a quien el guerrillero nacido en Rosario, Argentina, manifestó lealtad consecuente.
Cuando repasamos su excelente libro de crónicas titulado «Pasajes de la Guerra Revolucionaria» entendemos muchos aspectos valiosos de su personalidad. Hombre de profundas convicciones porque lo fue de ideas firmes que respaldaban a cada instante su modo de actuar y de decir.
El Che, como revolucionario consecuente fue tan osado para enfrentarse al enemigo como para criticar lo mal hecho. Conoció, como Fidel, que la construcción de una nueva sociedad precisaba de un hombre nuevo -entendamos hombres y mujeres nuevos- capaces de afrontar íntegramente los retos que se nos avecinaban; tanto en la confrontación con el imperialismo y la oligarquía, como frente a los oportunismos y la ignorancia inherentes a todo proceso histórico, sea cual fuere su signo.
Para combatir en la sierra, así como asumir responsabilidades militares y civiles, el Che demostró el necesario coraje. En su valiente integralidad se fundieron el soldado, el compañero solidario, el dirigente político y el humanista; fue obrero y campesino; economista y estratega de la lucha revolucionaria, tanto como pensador profundo en todos los ámbitos del conocimiento.
Heroico porque su ideario humanista le llevó a exponer su vida, renunciando a una existencia menos riesgosa en aras de la liberación de todos los pueblos oprimidos del mundo.
La combatividad y el heroísmo del Che resultan inseparables, así como su condición de revolucionario ejemplar. Siempre fue estuvo en la primera línea de combate. Tanto en la Sierra Maestra, en tierras africanas como en Bolivia, donde fue cobardemente asesinado por sus captores.
En octubre próximo se conmemora medio siglo de aquel triste día para los más pobres del mundo en Asia, África y América Latina. Pudieron dar muerte a su cuerpo, pero con ella eternizaron su vida ejemplar.
De él escribió Fidel en el Prólogo a la primera edición de su Diario en Bolivia: «…Jefe fraternal y humano sabía también ser exigente y en ocasiones severo; pero lo era en primer lugar y en mayor grado que con los demás, consigo mismo. Che basaba la disciplina en la conciencia moral del guerrillero y en la fuerza tremenda de su propio ejemplo…»
«Que sean como el Che», expresó más de una vez nuestro líder histórico. Frase certera que se concatena perfectamente al concepto de Revolución que él mismo nos legó; pues ser como el Che consiste en actuar ante las nuevas circunstancias y realidades del mismo modo que él lo hizo en su momento.
Son nuevos retos, tomando palabras de nuestro General Presidente Raúl Castro Ruz. Nuevos retos y desafíos que debemos aceptar y acometer con la misma originalidad que el Che aceptó y acometió los que en su momento se le presentaron.
Estamos llamados a ser hombres y mujeres como el Che y como Fidel, dotados de una creatividad fruto de la reflexión y de convicciones profundas. Ser seres humanos de ideas para así serlo también de acción. Con coraje, heroísmo y ejemplo, esos tres atributos que nos legó nuestro Che inmortal.