Del Caribe, de Cuba. Una aproximación (IV)

Con la abolición de la esclavitud27 se fue palpando una realidad objetiva: no hacía falta la descomunal fuerza de trabajo que en un momento pobló a numerosas islas productoras de azúcar de caña, sobre todo en las Antillas Menores, con el predominio de bajos salarios. Por tanto, ello había dejado de ser un panorama atractivo para las inversiones de capital o de competencia frente al reto que representaban los avances de la Revolución Industrial y el surgimiento del azúcar de remolacha en Europa.

En el caso de Cuba -donde se produce la abolición de la esclavitud en 1886-, el demógrafo cubano Juan Pérez de la Riva estima que no menos de 1 310 000 africanos fueron introducidos contra su voluntad, para hacer posible el desarrollo de la plantación.28

La nueva correlación de fuerzas que se establece en el Caribe con la pérdida de importantes colonias de España al culminar la guerra cubano-hispano-norteamericana en 1898, es decir, con el traspaso de Cuba y Puerto Rico al dominio de los Estados Unidos, propició un cambio conceptual en el tipo de inmigración que se va a practicar a partir del siglo XX: la migración intracaribeña.

En esto tendrán un peso específico los cientos de miles de braceros cortadores de caña procedentes de Haití, Jamaica, Puerto Rico, República Dominicana, así como de las Antillas Menores. Prácticamente, de la mayoría de las islas del Caribe llegaron braceros a Cuba. Se consideraba una inmigración moldeable proveniente de economías depauperadas o débiles con un gran ejército de parados.

En este sentido, se va a corroborar, en la realidad caribeña, cómo la emigración laboral, según Suzy Castor, autora haitiana de gran prestigio y autoridad científica por sus valiosas investigaciones, parece a primera vista como el resultado de la decisión de un individuo o de un grupo de personas; sin embargo, está íntimamente ligada al desarrollo del capitalismo.29

El gran mosaico de inmigrantes, de innumerables procedencias y que ayudaron a conformar la nacionalidad cubana, vino a corroborar el criterio de que la migración internacional es un proceso de profundas raíces históricas, que forma parte consustancial de la evolución de la humanidad.30

En el caso concreto de Cuba, la demanda de fuerza de trabajo fue un dispositivo que quizás alivió la presión en determinados mercados laborales del Ca-ribe y, por ende, actuó de manera similar con respecto al desempleo y la pobreza de algunos territorios caribeños. Solo que esto fue por escasos años.

El auge de la industria azucarera que acontece en Cuba y República Dominicana como consecuencia de una gran inyección de capitales estadounidenses, así como en las obras del canal de Panamá y en el imperio de la United Fruit Company, en Centroamérica, abrieron las puertas a un gran movimiento migratorio procedente del Caribe.

Es por esto que Ramón Antonio Veras ha precisado que «durante la época del big stick (Gran Garrote), el capital de Wall Street se propuso convertir la Cuenca del Caribe en una gran plantación de caña». Fue un fenómeno difícil de detener y que se originó en las últimas décadas del siglo XIX. A partir del siglo XX, «el Caribe, tradicionalmente receptor de inmigrantes, se vuelve un área de emigración».31

De los territorios de Cuba sería Oriente el que mayor cantidad de caribeños recibió desde los años heroicos, inciertos y complejos de la Revolución Haitiana, encabezada por el otrora esclavo de amplia cultura y gran estratega militar Toussaint Louverture, y de quien escribió Alejo Carpentier: «con el decursar del tiempo, va a ser ese paria, ese hombre situado en el escalón más bajo de la condición humana quien nos va a dotar nada menos que del concepto de independencia».32

Ese proceso revolucionario tuvo un verdadero carácter antiesclavista y anticolonialista, y tuvo como objetivo cimero la lucha por la independencia del dominio francés. Quizás la añoranza y el pensamiento puesto en un rápido regreso a su lugar de origen, tan caribeño como el archipiélago cubano, hizo que buscaran la cercanía y sin despegarse del mar Caribe.

De allí llegaron, primero, propietarios, acompañados de las más modernas técnicas cafetaleras, pero también de esclavos, calculándose ese movimiento migratorio hacia Cuba en una cifra que oscila entre quince mil y treinta mil personas. Poco más de un siglo después arribarían a Cuba, de la tierra haitiana, decenas de miles de braceros.

Se debe tener presente que entre la Punta de Maisí, en el extremo oriental de Cuba, y el Cabo Mole de San Nicolás, en Haití, solo existen 87 km. Su cercanía hace posible que en días claros se puedan divisar las montañas de dicho punto geográfico.

Aquellas ideas o sueños de un pronto regreso a Haití influyeron a través de largos años. Era algo parecido a no abandonar su habitat. Como fuentes de trabajo tendrían las zafras azucareras y cafetaleras, en lo fundamental. En la cosecha cafetalera participaban grandes contingentes de haitianos que como nómadas se dirigían a las montañas de Santiago de Cuba, Guantánamo, Holguín y Granma, en el llamado tiempo muerto al cesar la zafra azucarera.

Continuará.

 

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