Cuba y su subordinación a EE.UU. antes de 1959

En 1953, Cuba se hallaba en el tercer lugar entre las naciones de América en cuanto a inversiones norteamericanas. Sólo era superada por Venezuela y Brasil, según el análisis ofrecido por Paul M. Huberman y Leo-Sweezy, en su obra ¨Cuba, anatomía de una revolución¨. 

En 1958 ese orden en las inversiones se mantendría ya que en Brasil las estadounidenses sumaban 1411 millones de dólares, en Venezuela 1308 y en Cuba 1001 millones de dólares, cifra cercana  a la alcanzada en el año 1927 cuando en el gobierno de Gerardo Machado, aquellas llegaron a 1140 millones. 

El endeudamiento del país seria galopante e irreversible. Era como  una enfermedad maligna que se expandía por todo el organismo  hasta hacerlo colapsar. Las reservas del país disminuían por día en razón de la corrupción existente en el aparato estatal. 

De cómo los personeros del régimen succionaban, como vampiros, los beneficios de la economía cubana se constata en la atinada observación del doctor Julio Le Riverend, al decir: ¨Se puede estimar que de los 500 millones de dólares de reserva internacional que poseía Cuba en 1952 se transfieren al extranjero por concepto de beneficios y fraudes más de 200 millones…, preferentemente, hacia bancos norteamericanos. 

Otros males se añadían a la crisis de Cuba. Solamente, en dos años de la dictadura de Batista, nuestro país tuvo una balanza comercial positiva en sus relaciones comerciales con Estados Unidos. 

En 1953, año en que todavía tenia lugar en Asia, la guerra de agresión de Estados Unidos contra Corea, la balanza se inclinó a favor de Cuba en 22 131 885 dólares y, en 1954 en 11 21 897 dólares. 

Es interesante observar que Cuba sale del gran atolladero económico que significó su desventajosa relación comercial con Estados Unidos gracias al monto de sus transacciones con países europeos y asiáticos. 

El déficit en la balanza comercial con Estados Unidos entre 1948 y 1958 sumó 603.4 millones de dólares pero entre 1948 y 1957 sus exportaciones a Inglaterra, Japón, Holanda y otros países del viejo continente, ascendieron a 1247.6 millones de dólares, lo cual propicio a la economía cubana un alivio para la subsistencia.

Batista sabía donde estaban sus límites en las relaciones  comerciales con los yanquis. Por ello, nunca dio un paso para hacer competencia a las numerosas subsidiarias estadunidenses radicadas en Cuba, cuando en el país existían todas las condiciones para ello. 

Para los capitalistas del norte este tipo de negocio era redondo. Con la creación de empresas mixtas – con mayoría de capital norteamericano- , el inversionista extranjero eludía el pago de los aranceles, utilizaba a su antojo la mano de obra barata, las materias primas y obteniendo jugosos beneficios financieros que exportaba a sus instituciones bancarias. En 1957 unas 166 firmas de Estados Unidos tenían el control del 80 % del total de las inversiones yanquis en el mundo. 

El capital norteamericano continúo copando nuestra economía, mientras que la burguesía cubana perdía más aún su iniciativa y fuerza económica. Para 1957 se consideraba que las mejores centrales azucareros en cuanto a tecnología y molienda, estaban en manos norteamericanas. 

Ese contexto económico y de relaciones desiguales entre el país capitalista más poderoso con uno sumamente débil, nos conduce a la respuesta del por qué Cuba continuó careciendo de independencia y soberanía.

Esto se puede entender mejor con los datos apuntados por el profesor Pelegrín Torras, quien después de 7 años de dictadura decía: ¨.. la situación que encontró la revolución al llegar al poder en enero de 1959 fue la siguiente: el comercio exterior estaba controlado por Estados Unidos – que proveía el 75 % de nuestras importaciones y adquiría el 66 % de las exportaciones cubanas-, los principales renglones de nuestra economía -50 % de la producción azucarera, minas, banca, tierra, etc.,- estaban casi totalmente en manos norteamericanas; los servicios públicos de electricidad y teléfonos eran propiedad yanqui ; sus inversiones, ascendían a 1001 millones de dólares.

Esa fue la herencia de la férrea dictadura hija de la política exterior del imperialismo norteamericano.                                                               

 

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