Contra esa tradición, permanentemente actualizada, se estrellará todo intento de pervertir sentimientos y erosionar convicciones mediante operaciones como la que, desde Miami –¡dónde si no!– hace pocas horas comenzó a circular.
No hay intenciones ocultas. El texto apuesta sin disimulo por la restauración capitalista y el derrocamiento del poder revolucionario. Al reseñar el lanzamiento, servido por los canales de comunicación al servicio de la subversión, la agencia EFE resaltó esos objetivos: «La canción es abiertamente contraria al Gobierno de Cuba y a sus políticas».
No hay argumentos, sino una retahíla de lugares comunes al discurso anticubano: una Cuba dictatorial donde predominan la mentira, la represión, la tortura; una dictadura sin apoyo popular («ya ustedes están sobrando, ya no les queda nada, ya se van bajando, el pueblo se cansó de estar aguantando»).
No hay siquiera el más mínimo atisbo de ingenio, ni una pizca de inteligencia en la burda conversión del lema Patria o Muerte, en Patria y Vida, título de la diatriba. Como si la defensa de la vida, de la libertad, de la resistencia, no encarnaran en la consigna que nos acompaña desde la despedida a las víctimas del sabotaje al barco La Coubre.
Tampoco sorprende la alianza de los protagonistas. Famosos, alguno que otro con talento formado en nuestro sistema de enseñanza –aunque se sabe que la fama y el talento no son sinónimos–, aupados por las corrientes de moda dentro de esa franja que se ha dado en llamar música urbana, tuvieron éxitos comerciales en Cuba.
Hasta que, deslumbrados por el afán de mayores réditos, seducidos por la farándula floridana vinculada a la industria anticubana, y con cuentas mal sacadas acerca de la capacidad de resistencia de los suyos ante las brutales embestidas del trumpismo contra nuestro pueblo, rasgaron sus vestiduras y evidenciaron la precariedad de sus principios éticos, si es que tuvieron.
Entonces, cómodamente instalados en Miami, comenzaron a vociferar, denostar, despotricar y reescribir sus historias personales. Uno de ellos borró de su memoria los versos que cantó en 2016: («regreso a la cuna que me vio nacer / regreso a ese barrio que me vio correr / lo que fui, lo que soy y seré por mi isla bella»); otro, como para no dejar dudas de su catadura moral, renegó de haber saludado en un concierto al Presidente de la República de Cuba («fue un error… sentía miedo»), y un tercero, alentado de seguro por un subidón alucinógeno, amenazó con venir a «dar machete» contra los gobernantes.
En esto último se emparenta con un invitado a participar en el show: el delincuente que en La Habana pidió a Trump «fuego, fuego y fuego pa’ que esto se acabe»: bloqueo e invasión contra Cuba. El fuego que en el video quema una bandera cubana. El fuego de la vileza con que intentan enlodar en la letra la memoria de Martí y el Che. El fuego contra la Patria, contra la vida.
Bueno será retener en el corazón las palabras escritas por Martí a un compatriota en 1886: «La Patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se le sirve, pero no se la toma para servirse de ella». Y hacerlas acompañar por una banda sonora que incluya, entre otros temas, la Pequeña serenata diurna, de Silvio Rodríguez.